CAPÍTULO XI "RESINANIMATA"

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Al despertar, caí en cuenta de lo tarde que era realmente, no debería haberme acostado al descubierto, pues me sentía algo resfriada debido al frío que dominaba en mi habitación. Me vestí con el vestido, ya oloroso, de anoche, hasta que Macabre fue a mi rescate.

-¿Qué haces con eso, chiquita de mi alma? -suspirando, sacó algo de entre sus sábanas, que siempre la acompañaban en una cesta enorme -Toma, para ti. -me entregó una blusa roja suave, que me llegaba por debajo de las rodillas -Servirá.

-Mil y un gracias, Macabre. -la abracé, con fuerza -Eres quien mejor me ha tratado en mi vida, y ni sé por qué.

-Ya lo sabrás, -se apartó con frialdad -si es que a Moonlight le conviene. -giró el pomo de la puerta, despacio -No olvides lo mucho que te amo, por si algún día me marcho.

Ese tipo de respuesta solo me llenaba de dudas. ¿Acaso ellos mantenían algún vínculo de negocios?¿Sería legal? Me recordó a las historias antiguas en las que un mortal le vendía su alma a un ser ancestral, como Hades o Satanás. Quizás eso demostraba como, hasta cierto punto, admiraba de manera retorcida la intimidante figura de mi padre.

Me coloqué la blusa, bastante mona y discreta, para bajar hasta donde se encontraba mi padre. No sabía si algún día me podría acostumbrar a semejante recorrido de MCTA. Al bajar, no estaba mi padre, ni siquiera Macabre. Me encontré con otras dos cadenas clave que me impedían abrir la caja de la verdad.

Luna se había vestido con unos pantalones negros anchos y altos, poco femeninos. Una camisa blanca contrastante cubría de su cintura a su cuello, con cada botón en su respectivo lugar, se protegía del exterior con una chaqueta gruesa americana, negra a su vez, puesta por encima de sus hombros. Su paraguas estaba conformado por lazos morados, pétalos de rosas y plumas azules.

Luz potaba un vestido morado en brillo bastante corto, por encima de las rodillas. Le llegaba hasta el diafragma y compartía los mismos cortos y blancos guantes que mi padre llevaba el día anterior. Una alargada bufanda de pelo rosa se dejaba caer en sus brazos.

Una cinta, de tono más claro, sobresalía sobre el borde de su vestido, formando una corbata de moño sobre su escote. Cabía resaltar su abanico, a juego con el paraguas de Luna. Su pelo no estaba rapado, sino largo al negro natural.

-¡Cuánto tiempo, amiga mía! -Luz sonreía ampliamente, no parecía ella -¿Te acuerdas de nuestro encuentro inapropiado?

-Luz, me alegro de que estés bien. -la miraba con mis ojos confundidos -Pero por lo general tú no eres así.

-¿Qué, te molesta la felicidad ajena? -ese fue el saludo de Luna, tampoco reconocible -Veo que aún no has podido aprender de tus errores.

-Luna, ¿tú también actúas fuera de lugar? -me mantuve alejada de ambas -Mi primera duda es, ¿sois humanas o no?

-¿Alguien presente lo es, Victoria? -esa insinuación era entre ofensiva e intrigante -Porque me temo que tú...

-Dejad de discutir, niñas. -entró Macabre, interrumpiendo a Luna de forma sospechosamente conveniente -No hay que pelearse en el desayuno.

-¿Cómo que desayuno? -estaba extrañada, seguía fuera de lugar -¿Ahora tenemos que desayunar los cinco juntos?

-Me temo que seremos seis, querida. -mi padre apareció detrás de mí, de forma sorprendente -No te olvides de tu abuela. -las sirvientas trajeron desde la puerta una camilla, donde residía una anciana en estado vegetal -He preparado tortitas, para celebrar que estamos todos juntos.

-En realidad faltamos un par de integrantes. -Luna se mostró no muy obediente frente a Moonlight -Faltan Flowers y Hugo. -a Macabre se le cayó una lágrima -También forman parte de esta familia.

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