CAPÍTULO XVI "EL MUNDO (NO) ES MARAVILLOSO"

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JARDÍN DEL EDÉN (VICTORIA)

Al despertar, estaba agitada por lo que acababa de vivir. Eso sí, ya en una habitación cómoda y hogareña, con la luz del Sol irradiando a través de la persiana en una desordenada cama, ya se sentía lejana esa terrible experiencia. Portaba un pijama típico de niña de papá, de corazoncitos rosas y líneas blancas. Quizás toda esta experiencia en la isla había sido un mal sueño, o quizás el sueño era esto. Sea como sea, Oscuridad no hizo presencia.

Sin hacerme tantas preguntas, me coloqué unas pantuflas del suelo, me puse mis gafas ensuciadas y me miré al espejo. Había recuperado mi largo y desordenado pelo negro, no había rastros físicos de mi experiencia en las islas. Salí de la habitación y vi un pasillo bastante organizado y bonito en su sencillez, comparándolo con el Palacio.

Pasando debajo de las lámparas y por encima de la alfombra, me topé con el salón, lleno de vida. Una mujer casi de mi altura de cabellos marrones estaba en la mesa, sirviendo unas tostadas a un hombre. El hombre era de un sofisticado pelo rubio anaranjado bastante alto. Se parecían a mis padres biológicos. Tardaron poco en advertir mi presencia.

-Hola, Victoria. -la mujer se quitó su delantal -Perdón si querías que te despertáramos pronto, -se sentó en una de las sillas -pero como veíamos que dormías tan plácidamente...

-Vamos, siéntate en la mesa. -el hombre hizo una seña para que me sentara -¿O acaso pretendes que las tostadas se enfríen?

-¿Pa-papá... -agité mi respiración, al sentirme amada por mis padres, por primera vez -ma-mamá...?

-Sí, somos nosotros, hija. -sonriendo por mi reacción, se levantó y me ofreció la silla -Vamos, cuando quieras te sientas.

Me costaba bastante moverme, me era difícil asimilar toda esta situación tras haber vivido todos estos días. Mi padre me mostró confianza en un inicio, pero descubrí quien realmente era. Gracias a eso, ya me costaba fiarme de él aún y en una realidad distinta. Y en cuanto a mi madre, su figura resultaba enigmática en exceso.

La escena era tan aburridamente cotidiana que me enternecía su costumbrismo. Una madre que me había preparado el desayuno y un padre que me daba cariño, en una cocina con flores de porcelana y jarrones a rebosar de agua hirviendo al lado de una plancha hirviendo, un microondas vaporoso y una nevera medio abierta. Disfruté de mis tostadas y mi leche hasta que...

-Buenos días, familia. -Hugo mantenía una postura encorvada y unos ojos cansados -Veo que habéis empezado sin mí.

-Si te levantaras a la hora... -mi madre dejó caer un comentario -Tus tostadas ya están frías, y te las vas a comer así.

-Jolín, mamá. -Hugo bostezó de una manera casi diría yo que exagerada -Bueno, al menos aún me mantenéis.

-No por mucho tiempo, jovencito. -mi padre le quitó las ilusiones -Me temo que ya he encontrado un trabajo que podría ser adecuado para ti. -suspiró -Vas a ir al campo con el abuelo.

-¿¡Qué dices!? -a Hugo casi se le cayó la taza de leche al escucharlo -¡Pero el abuelo es muy aburrido! Solo habla de la abuela y de sus cultivos y...

-Tu madre y yo lo hemos decidido. -mi padre lo interrumpió -Ya es hora de que sepas lo que es la vida.

-¿Y Victoria por qué no se pone a trabajar si es tan perfecta? -Hugo se cruzó de brazos -¡Las mimáis mucho a ella y a Esther!

-Porque ellas todavía están estudiando. -mi madre se esperó a que Hugo lo preguntara -En esta casa, no puedes no hacer nada productivo con tu tiempo.

-Bueno, os dejaré con la favorita. -Hugo agarró sus tostadas y se las llevó cuando se levantó -En fin, me voy a mi cuarto.

-Como sea, puedes irte al terminar. -mi padre recogió su plato y se levantó -Te recuerdos que tienes que ir a dar una conferencia.

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