CAPITULO 23

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<MÍA>

Le pido a Gabriel que deje las cosas como están sobre la paternidad de mi bebé, que es mejor esperar a que nazca para saber sus rasgos faciales. Él aún se empeña en averiguar si es verdad lo que Antonio dijo, pero le digo que lo olvide y que se dedique más a nuestra relación.

Por más que trato de conciliar el sueño en la noche, no logro hacerlo al pensar que todo este tiempo Antonio siempre me vio la cara de estúpida. Aún recuerdo ese día que le grité a Gabriel que elegía a Antonio. En ese entonces era tan joven e ingenua que creí en ese amor falso que el hermano de mi mejor amiga me juraba tener. No dejo de pensar en qué hubiera pasado si hubiera elegido a Gabriel esa vez. Tal vez ahora estuviéramos casados y con hijos.
Es imposible dormir si pienso en las decisiones equivocadas que tomé en mi vida por precipitarme. Me doy la vuelta en la cama para ver al hombre que una vez creí que jugó conmigo; su rostro está libre de imperfecciones, a excepción de su barba, la cual le da esa masculinidad que me vuelve loca.
En verdad fui una tonta porque todo este tiempo siempre lo amé. Si fui caprichosa con él, supongo que era porque quería llamar su atención de cualquier forma y él lo que hacía era ignorarme. Abre sus ojos, dejándome ver el azul que tanto amo. Me sonríe con dulzura.

—¿No puedes dormir? —musita y me acerca a él.

—No, así que decidí observar cómo duermes.

Acaricio su rostro.

—Ven.

Extiende su brazo para que me acomode en su pecho. Puedo escuchar su respiración y su corazón latir con tranquilidad. Juega con mi cabello.

—Todo este tiempo nunca me di cuenta de que siempre estuve enamorada de ti.

—Me alegra oír eso. —Besa mi cabeza.

Me levanto un poco para mirarlo; aprecio al hombre que me vuelve una caprichosa pero amorosa mujer.

—Te amo, Gabriel. No sabes cuánto te amo.

Se acerca para besarme con lentitud y se posiciona sobre mí.

—Te amo. Siempre serás mi mujer ideal.

Me río.

Agarro su cabello y lo acerco para seguir el beso.

—Espera. —Lo alejo al recordar que estoy embarazada—. No podemos.

—Claro que sí. —Besa mi cuello—. Apenas tienes cinco meses, aún podemos hacerlo con cuidado.

—Así que te informaste bien para poder tener sexo conmigo. —Enarco una ceja.

—Es que tú me incitas a querer pecar. Además, no es sexo, sino, hacer el amor.

—Uhm, señor Hoffman, no diga cosas así porque me calienta.

—Esa es la idea. —eleva ambas cejas al mismo tiempo haciéndome reír.

Al diablo, yo también quiero y no voy a dejar que mi embarazo me quite la ganas de disfrutar estos ricos placeres que la vida me da.

—Vamos, señor Hoffman, hágame suya hasta que no pueda más.

Muerdo mi labio y empezamos a calentarnos con solo besarnos.

Pasé una excelente y deliciosa noche, no me quejo.

Ahora Estefanía me lleva a una sorpresa que me preparó. Me vestí con un vestido blanco que Gabriel eligió para mí. Me emociona la sorpresa. Con solo pensar que es una sesión de fotos para nuestro matrimonio me llena de felicidad.

—¿Ya estamos cerca? —pregunto, ansiosa por la sorpresa.

—Ya casi. —Me guía—. Ahora sí.

Deja caer la venda.

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