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Capítulo 16:

La puerta se cerró, y el cuerpo de Jimin dio un golpe sordo contra ella. Yoongi no perdió ni un segundo más en volver a su tarea anterior, que era devorar a Jimin de pies a cabeza. Sus bocas calientes danzaban con pasión desmedida.

Las inquietas manos de Jimin se dispararon con vida propia hacia el cabello de Yoongi, y se sujetó con firmeza de esas hebras rubias en un vano intento de canalizar todas las sensaciones que lo embargaban por entero.

Aprovechando la ocasión el fogoso alfa jaló de la sabana, deslizando el suave material por la ¿ropa de Jimin? Vaya, que sorpresa, Jimin estaba completamente vestido. Honestamente, no podían culparlo de pensar que se pavonearía como los dioses lo trajeron al mundo frente a Young Mi.

—¿Qué? ¿sorprendido, machote? No tengo ningún inconveniente con el exhibicionismo, pero tampoco es como si quisiera que esa mujer tuviera el placer de verme. Se moriría de envidia si viera que soy mas bonito que ella ¿no lo crees? —preguntó en tono jocoso batiendo exageradamente sus pestañas.

Yoongi soltó una risa seca, apoyando su frente en el hombro de Jimin.

—Creo recordar que tuvimos una charla sobre esa vanidad tuya.

—Que sepa apreciar lo bonito y genial que soy, no me hace vanidoso, solo alguien con buen sentido común. Además, si fuera realmente vanidoso, no te ordenaría que dejemos de hablar de mi porque tú tienes un trabajo que terminar.

—¿Tomando un poco de sol? —preguntó Hoseok sentándose junto a su alfa, quien estaba despatarrado en el pasto del prado dejándose llevar por la relajante brisa mientras disfrutaba de los cálidos rayos del sol sobre su piel

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—¿Tomando un poco de sol? —preguntó Hoseok sentándose junto a su alfa, quien estaba despatarrado en el pasto del prado dejándose llevar por la relajante brisa mientras disfrutaba de los cálidos rayos del sol sobre su piel.

Oh sí; Dulce, anhelada y amada paz. Algo que no estaría obteniendo desde la llegada de cierto zorro arrabalero.

—Escapando del dolor de cabeza de Jimin —corrigió con tono grave y arrastrado.

—¡Oh, ya veo! ¿problemas en el paraíso? —preguntó curioso, jugando con las alegres y coloridas flores a su alrededor.

—¡Ja! ¿cuál paraíso? Estar junto a Jimin en un espacio reducido por mucho tiempo, es como estar entre el limbo y el infierno, y me refiero al infierno como un lugar para vacacionar.

Hoseok se dobló a la mitad a causa de la fuerte carcajada que sacudió su cuerpo. De alguna retorcida manera, el malestar de su jefe lo hacía particularmente feliz.

Pero feliz en el sentido en que después de mucho tiempo, podía ver más colores en las emociones y gestos de Yoongi. Un toque de "alegría" en su vida.

—Apenas llevan conviviendo oficialmente un solo día, no puede ser tan terrible —alegó el delta.

—Estoy más que dispuesto a cambiar de lugares por si te interesa.

Hoseok dejó caer su cabeza a un lado, y con sus ojos del color de las avellanas intentó leer aquello que su amigo y alfa, no quería expresar con palabras.

—Yoongi ¿qué es lo que te aflige tanto de tu unión con Jimin? Él no es alguien malo ¿entonces qué es?

—No, no lo es. Solo es un molesto narcisista del tamaño de un grano de arroz. —Sonrió tras recordar las palabras que usó en su persona—. Ya sabes esto, pero cuando tomé el mando, desde ese preciso momento, pensé que mi destino era estar solo. No existía cambiaformas que mi lobo o yo quisiéramos. Todos me fueron totalmente indiferentes. También, comencé a cuestionarme si quizá había algo mal conmigo, y si no era un alfa defectuoso. Cuando esas preguntas calaron lo más profundo de mi cabeza, rogué que, aunque fueras tú, o Namjoon, o incluso Jin, habría estado más que feliz. Pero no pasó.

Los días, los meses y los años pasaron, y me rendí. Todo este tiempo esperé con la cabeza en alto cualquiera que hubiese sido mi destino. Y luego —continuó soltando un suspiro—, aparecieron esos dos. Y cuando mi lobo se conectó con el lobo de Jimin, todos esos oscuros pensamientos volvieron a mí. Supongo que los dioses estaban esperando el momento adecuado para poner a Jimin en mi camino, eso es lo que pienso.

Hoseok tuvo que obligarse a parpadear repetidas veces para despejar sus ojos de las lagrimas que se acumularon en las esquinas mientras escuchaba a Yoongi. Como alguien que creció junto a él, no era para nada ajeno a ciertos pensamientos que su amigo tuvo en algún momento de su vida, pero la confesión que le había hecho, había revelado la inmensidad de cosas que Yoongi se había guardado solo para él. Dolor, sufrimiento, dudas...soledad. Demasiadas emociones abrumadoras.

—Los dioses obran de formas misteriosas —concluyó el delta dirigiendo su mirada al cielo, a las nubes que surcaban el cielo, acción que fue imitada por Yoongi—. Personalmente creo que, ellos escogieron bien. —Él de verdad esperaba que Hoseok tuviera una muy buena explicación a esa afirmación—. Jimin no es un lobo, y como tal, no tiene el instinto primario de obedecerte. No quiero decir que estar de bajo tu mando se a algo horrible y tiranizante, claro que no. —Rectificó desviando su mirada lejos de la penetrante y asesina de su alfa—. Mierda, lo que digo es que, tal vez, y solo tal vez, los dioses pensaron que necesitabas a alguien que te hiciera la contra, y para qué mentir, Jimin es muy bueno en eso.

Con un bufido y poniendo sus ojos en blanco, Yoongi se puso de pie sacudiéndose los restos de tierra, pasto y flores que pudiera tener encima.

—Tengo trabajo que hacer —informó estirando sus músculos, el descanso había terminado. Era hora de trabajar—, y te recomiendo que descanses todo lo que puedas ahora, porque cuando la noche caiga, tendrás que cubrir doble guardia por una semana —dijo sonriéndole a su delta con falsa inocencia—, que te diviertas.

—¿Qué? Espera un segundo Yoongi ¡¿doble guardia?! —exclamó Hoseok volteándose bruscamente en su dirección—. ¡Yoongi! ¡Eso es taaaaan injusto, no seas así!

Sus reclamos se oyeron por casi toda la reserva, era imposible que estando a tan corta distancia Yoongi no pudiera hacerlo, lo que significaba que lo estaba ignorando deliberadamente en lo que se perdía de regreso a casa.

Con una expresión apesadumbrada y un puchero pronunciado, el delta se dejó caer como un costal contra el pasto.

—Qué cruel, por eso los dioses no te quieren —bufó cerrando sus ojos para echarse una siesta. 

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