2. Trash City

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Kyle salió de la habitación después de que Miguel casi lo echara a patadas de su estudio. Por lo visto, allí solo se podía estar mientras él le permitiera estar.

Así que avanzó hacia la salida y salió por la puerta. Al salir, los dos guardias se apartaron para dejarle salir y cuando salió se pusieron de nuevo delante de la puerta.

¿Por qué llamaría alguien a ese lugar Trash City? A ver, es cierto que allí vivían los criminales, pero aparte de eso no se le ocurrían motivos para llamar así a aquel paraje idílico. Era mil veces mejor que una cárcel.

Avanzó unos pasos y se internó en la calle. Allí, sintió inmediatamente que alguien lo observaba. Apresuró el paso y continuó avanzando por las calles que había venido, en dirección a la plaza con la cafetería. Allí no lo atacarían, ¿verdad?

De pronto, una figura se interpuso entre él y el final de la calle. Se giró para salir corriendo, pero vio que al final había otra figura que se le acercaba. Era un callejón muy oscuro y no podía ver bien los rostros de sus atacantes.

Se acabó, estaba muerto. Oficialmente había durado veinte minutos en esa ciudad, cinco sin guardias.

Pensar que en la siguiente calle se encontraba la cafetería le hizo sentirse fatal por saber que no iba a llegar.

-Tu eres el nuevo, ¿cierto? -dijo el que estaba delante suyo, bloqueando el acceso a la plaza.

-Tranquilo, no te haremos nada. Solo queremos probar tu fuerza y ver de que eres capaz -dijo el de detrás.

Se acabó, quiero dar las gracias a mi padre y madre por tenerme, y a los pocos amigos que alguna vez tuve, pensó Kyle más asustado imposible.

No, sí es posible estar más asustado, pensó cuando una figura cayó desde el cielo a su lado.

La figura era un hombre, pero sus rasgos eran imposibles de definir, pues una capa negra y raída lo cubría de pies a cabeza, lo único distinguible eran sus botas de cuero bastante gastadas. De todas formas, por su musculatura debía de tener entre veinticinco y treinta años.

-Por favor que sea rápido, mandadme con los dioses de una forma rápida e indolora -murmuró Kyle entre dientes.

-¿Pero que dices, loco? Serás raro -dijo el tipo de la capa, con una voz sorprendente joven-. No entiendo cómo Seele me ha pedido que venga a buscarte, estás como una regadera.

-¿Seele? ¿Quién es esa? -preguntó Kyle cada vez más confundido.

-Dejemos las explicaciones para luego, ¿quieres? Ahora tenemos que salir por patas de aquí.

-De... De acuerdo -dijo Kyle sin saber que narices estaba pasando.

En apenas un momento, el encapuchado dio un salto y pateó al hombre que bloqueaba el acceso a la plaza. Kyle corrió hasta salir del callejón.

-¿Qué haces? Por aquí, demente -dijo el encapuchado.

Kyle lo vio a la derecha de la salida del callejón, junto a otra calle. Era la entrada a otro callejón. Genial.

Se internaron por el callejón, que olía como si alguien hubiera dejado un pollo muerto en el callejón durante dos meses. Pensándolo bien, podría fácilmente ser el caso. Era un callejón oscuro y no se veían muchas cosas aparte de unos extraños bultos, pero Kyle mantuvo un ojo puesto en el desconocido.

En medio del callejón, el encapuchado se agachó y cogió la tapa de una alcantarilla, para después meterse dentro. No. Ni de broma se iba a meter ahí.

-¿Vienes o los señoritos de la cárcel no se internan en cloacas?

Ese tipo le estaba poniendo de los nervios.

El Coliseo del AzarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora