18. El Océano

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Blake cogió aire antes de que una ola se lo tragara. Buceó a tientas, intentando salir a la superficie. Muchas personas se meneaban a su alrededor, intentando respirar. Desde luego, aunque matar estuviera prohibido, si alguien moría ahogado a nadie le iba a importar.

Blake dio unas cuantas brazadas y salió a la superficie. Jadeó cuando el oxígeno volvió a su organismo. Miró a su alrededor, intentando encontrar algo de tierra firme. Había una isla a unos trescientos metros al norte. Tendría que nadar.

Los participantes fueron percatándose de la existencia de la isla, pues empezaron a nadar en esa dirección. Los altavoces sonaron desde algún punto en las gradas.

-¡En la isla hay algunos regalos para los primeros en llegar! ¡Buena suerte a todos!

Blake se concentró en la isla. Ahora estaba más cerca y podía ver unos puntitos de colores en la arena. De pronto, un lazo rojo salió volando a su lado y se enganchó en una palmera de la isla, aún a doscientos metros.

Blake miró hacia atrás y vio a Red Bond sujetando el lazo con fuerza, para después, empezar a enrollar el lazo en la palmera y salir disparada hacia la isla.

Blake la vio y no lo pensó. Agarró el lazo y al instante empezó a ser arrastrado hacia la isla. Surcaba el mar como si estuviera corriendo por él. Red Bond lo vio y soltó una maldición seguida de una risa.

-¡Se me olvidaba lo listo que eres Blake! ¡Suelta mi maldito lazo! -dijo desde detrás de él.

-¡Ya quisieras! -soltó Blake- ¡Si vas a tener ventaja, yo también!

Blake vio que ya estaba llegando a la arena y se soltó. Rodó para evitar caer de cara y esprintó hacia uno de los puntos, que resultaron ser mochilas. Había unas diez. Corrió hasta la primera, de color verde oscuro, y la agarró de un asa. Se la colgó al hombro y se internó entre la espesura. Lo único malo era que la mochila pesaba mucho

La isla no era muy grande, por lo que no tenía donde esconderse aparte de algunos árboles. Tras correr unos pocos metros, apareció el final de la isla. Era una isla enana, por lo que en la última linea de árboles se agachó y empezó a rebuscar en la mochila.

Era pequeña, con apenas unos bolsillos. Había una pequeña barra de pan y una botella de agua. Bueno, aunque estaba rodeado de agua, le vendría bien. Pero lo que hacía que la mochila pesara era el tanque de oxígeno, no muy grande, que casi no cabía en la mochila. También había unas gafas de bucear con un tubo para el tanque de oxígeno.

Al parecer, iba a tener que bucear. Con dificultades, se puso la gafas de bucear y enganchó el tubo al tanque. Con su cinturón, ató el tanque de oxígeno a su cuerpo. Pesaba muchísimo, pero era lo que había. No se quitó la camiseta, pues podría hacer vendas con ella si lo que había ahí abajo era agresivo.

Y probablemente lo fuera, pensó con amargura, cuando empezaron a llegarle gritos desde detrás. Se quitó las gafas con cuidado de no quitar el tubo. Se comió la barra de pan, pues si se mojaba no podría comerla y si la dejaba se la robarían. Hizo lo mismo con el agua.

Se colocó bien las gafas, tiró la mochila en la arena y se metió al agua. El agua lo empujaba de regreso a la isla, pero siguió avanzando. Escuchó un grito detrás suya y vio que había gente que lo señalaba desde los árboles. Habían llegado ya a la isla.

Lo raro había sido que Red Bond decidiera ignorarlo a pesar de que estaban los dos solos en la isla. Normalmente lo habría atacado sin piedad.

Notó que empezaban a seguirlo por el agua, pero Blake sabía lo que hacía. Blake extendió el brazo y un viento helado salió de él. Los tres que lo seguían, tres figuras con capuchas, soltaron maldiciones y salieron temblando del agua.

El Coliseo del AzarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora