Capítulo tres

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La mañana había pasado demasiado lenta para el gusto de Sana, la joven no había salido de su habitación. Su hermana mayor sabía que tendría que hablar con ella para cierto asunto, pero sabiendo el estado de su pequeña dejaría pasar un par de días. La comida fue totalmente silenciosa, algo raro ya que siempre se escuchaban risas y bromas, pero los ánimos no estaban para ello.

Sana se encontraba en su cuarto mirando un pequeño collar de un pingüino, era un regalo que nunca pudo dar.

-Adelante – contestó al escuchar los golpes de su cuarto.

-Es la hora – le respondió Jihyo. La joven se dio la vuelta con su mejor sonrisa, aunque ella sabía que  la conocía y que era una sonrisa fingida – Sana, las intentare salvar.

Ambas chicas iban a la sala de reuniones y ya notaban el ambiente tenso. La más pequeñas de las hermanas odiaba estas reuniones, le parecía absurdo ya que muchos de los que estaban allí no sabía como funcionaba su mundo ni habían salido de esas paredes por miedo. Ella había visto de todo por las noches, desde padres asesinando a otras familias hasta a sus propios hijos solo por diversión. Miró hacía la derecha y vio como Seulgi se estaba aburriendo tanto como ella, aunque una pequeña marca de su cuello le llamó la atención, hacía años que no la veía. Sin embargo, esta desapareció muy rápidamente dejando a la joven muy confundida.

-Tenemos un problema extra – comentó Jeongyeon – nuestro pueblo comienza a estar inquieto por las muertes, y comienzan a señalar a dos culpables.

-Tanto tú como yo sabemos que eso es imposible – contestó Jihyo – tenemos un sistema infalible. Si fueran ellas, la habríamos detectado.

-¿ Y quien nos asegura que no nos estáis mintiendo ? - preguntó Jype, uno de los consejero más antiguos del reino – no es ningún secreto que nuestras reinas tenían sentimientos amorosos, incluso una de ellas casi se casa.

-Eso fue antes de ver como asesinaban a mis padres – Sana vio como Seulgi se levantaba de la mesa, y comenzaba a caminar. Su cara mostraba tranquilidad pero ella sabía que algo iba a pasar – querido amigo mío, nos has visto crecer y has ayudado a nuestra educación, ¿ Crees que dejaríamos pasar a las asesinas de nuestros padres, como si nada?

-No mi reina, pero estas muertes están poniendo nerviosos a los ciudadanos y comenzaran a dudar de vuestra fortaleza – Seulgi seguía caminando.

-Entonces – interrumpió Sana –quieres cargarle los muertos a alguien que ni siquiera sabemos si siguen con vida.

-Exacto.

-Siento decirte amigo mío – Seulgi paró justó detrás de él mientras escuchaba atentamente a su hermana hablar – que eso no será posible, Jihyo y los demás están investigando, y una vez que den con el asesino u asesina, veremos si tenías razón o no. Por ahora, todo el mundo es sospechoso y no quiero que nadie comience con los rumores absurdos.

-¡Esto es una vergüenza! - Jype se levantó haciendo que Jihyo llevara la mano a su espada, pero Seulgi negó con la cabeza - ¡ SABEIS QUE SON ELLAS, PERO SEGUIS ENAMORADAS DE LAS PUTAS ASESINAS DE MI HERMANO ! - Sana se levantó como un diablo haciendo volar la mesa al escuchar como le levantaban la voz –no dejare que esas putas vuelvan a estos reinos, yo mismo las buscare y las mataré, y después os traeré su cabeza y os haré beber su sangre.

-No recuerdo haberte nombrado rey –Sana no sabía como su hermana mantenía la compostura, ella lo hubiese matado en cuanto empezó a hablar -¿ Alguien más quiere dar su opinión ? - Jype seguía de espaldas a la joven mirando a todos los miembros del consejo – bien, lo suponía.


Seulgi en un rápido movimiento, había roto las dos rodillas de su tío. Este intentó defenderse pero cuando se quiso dar cuenta estaba volando ventaba abajo. El golpe del cuerpo contra el suelo llamó la atención a todos los ciudadanos, que rápidamente miraron hacía arriba viendo como una de sus reinas bajaba ante la atenta mirada de todos. Sana le siguió rápidamente junto a Jihyo y Wendy, eran las únicas que tenían esa habilidad. Una vez abajo, Jihyo confirmó la muerte de Jype.

-Como podéis ver, mi tío acaba de morir– Sana comenzó a hablar – estaba involucrado en las horribles muertes que asolan nuestras amadas tierras, todo aquel que sepa algo y no lo diga será acusado de traición y llevará el mismo destino –la joven mostraba sus colmillos – si sospechan de aliados del traidor, pueden denunciarlo ante nuestros guardias y serán recompensados, y la recompensa será mayor si nos traen las cabezas. Mientras nosotros vivamos, no dejaremos que ningún traidor se salga con la suya – los ciudadanos rápidamente comenzaron a vitorear el nombre de ambas reinas, y la plaza de llenó de aplausos y gritos. Seulgi miraba a su hermana con orgullo, aunque ella sabía que se avecinaban tiempos oscuros.

-Al menos ha ganado tiempo – Wendy se acercó a Seulgi – aunque se vendrá una oleada de asesinatos sin sentido, ahora todo el mundo es sospechoso.

-¿ Has encontrado algo? - Wendy negó con la cabeza – sigue buscando, y pase lo que pase, ellas son inocentes, nunca lo olvides – Seulgi desapareció de la escena, dejando a su mejor amiga negando con la cabeza.

Los días pasaron y como había avecinado Wendy, los asesinatos sin sentido crecieron. Ahora todo el mundo era cómplice del tío de las reinas. Casualmente, no tuvieron que hacer frente a ningún asesinato despiadado en los caminos, y eso daba tiempo a las chicas en sus respectivas misiones. Aunque ninguna avanzaba ni encontraba nada. Habían buscado en todos lados del reino, arrasado aldeas y amenazado o torturado a cualquiera que pudiera tener una pista, pero nadie sabía nada.  

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