Capítulo 11

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Mina se comenzaba a despertar con los rayos del sol. No supo en que momento se había quedado dormida, ya que su cabeza no le había dado tregua la noche anterior. Llevaba varios días que no dormía bien, desde su pequeña discusión con Sana. La japonesa mayor se le notaba dolida, muy dolida e incluso la había escuchado llorar por las noches. Lo que le había llamado la atención de la joven, es que ahora se levantaba más temprano y se ponía a hacer ejercicio o practicar en el cuerpo a cuerpo. Aunque claro, una pared nunca le va a atacar.

Mina seguía colándose por el pasadizo para robar comida e intentar sacar información respecto a la llegada de exploradores reales. La joven se levantó tras estirazarse y soltar un pequeño suspiro, comenzaba a echar de menos el ruido de sus hermanas por la mañana. Miró alrededor y no encontró a Sana, eso no le gustaba y le terminó de gustar menos cuando vio la roca quitada del pasadizo.

-La madre que la parió – Mina apretó los dientes, solo esperaba que Sana no se metiera en ningún lio. La joven se fue a por una olla que había robado y volvió a mirar con cara de enfado, estaba sucia, por lo que tenía que acercarse a la zona de la cascada. Cosa que odiaba. Tiro de mala manera, la olla y se llevó las manos a la cara, hoy todo iba mal.

-La olla no tiene culpa – se giró con cara de pocos amigos, aunque rápidamente levantó la ceja como señal de interrogación – bueno, algún día tendremos que cambiarnos de ropa. Te recuerdo que yo no soy otaku.

-¿ Y donde nos bañamos señorita no otaku ? - Mina cruzó sus brazos mientras luchaba con no soltar una sonrisa. Sana pasó a su lado y dejó las dos bolsas en el suelo. Una con comida y otra con ropa.

-No me seas muy gay – Mina iba a mandarla a freír espárragos pero su cerebro cortocircuito cuando Sana se comenzó a quitarse la ropa para quedarse en ropa interior. El ejercicio de estos meses había hecho su trabajo, y a la joven pingüina solo le quedó tragar saliva e intentar llevar aire a sus pulmones – Sé que es difícil, pero confía en mi – Sana le tendió la mano con una sonrisa.

-Prefiero mantener mi ropa – Sana se encogió de hombros y caminó hacía la cascada – Te mataras.

-Eso te alegraría, verdad – Mina sintió como si le hubiesen clavado un puñal en el pecho – para tu desgracia no voy a lanzarme cascada abajo, no soy tan kamikaze. De pequeña, cuando mi madre me castigaba y quería pegarme, me pasaba temporadas aquí. Seulgi me cuidaba y me enseñó que bajando un poco más por la ladera, hay un pequeño lago subterráneo. ¿ Segura que no quieres venir ? - Sana miró a la pequeña de las Bae, y vio como suspiró y comenzaba a quedarse el ropa interior. Al contrario que Mina, ella si se dio el gusto de observa bien el cuerpo de la morena. El tiempo había hecho su trabajo muy bien – Ven, toma mi mano y pisa donde yo. Prometo no dejarte caer.

Ambas jóvenes comenzaron a bajar con calma, un paso en falso y las mandaba cascada abajo. Mina se estaba sorprendiendo, no conocía este lado de confianza de Sana, y para que mentirse, le encantaba. Los días que llevaban juntas le había sorprendido, no quedaba nada de esa niña miedica, apegada a sus padres y dependiente, al revés, era una mujer fuerte, segura de sí misma y que tenía un amor inmenso por su hermana mayor. Era una persona totalmente distinta y eso la traía loca.

Sana giró hacía dentro y el camino comenzó a ser llano. Mina pudo ver una pequeña cueva detrás de la cascada, y no pudo evitar sonreír. La joven Kang sintió como su acompañante aflojaba el agarre pero no soltó nunca su mano, algo que le hacía muy feliz. Sabía que era casi imposible volver a conquistar a Mina, pero lo iba a luchar con todas sus fuerzas. Era la persona que amaba y con la que quería formar una familia.

-Tachán – Mina abrió su boca de asombro, el lugar era super bonito y tranquilo – vamos, hora de ducharse - Sana soltó la mano de la joven y corrió hasta el fondo para lanzarse en bomba vamos, Minari, no está fría – Mina no supo bien porque le hizo caso y también se lanzó sin pensárselo, grave error.

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