Capítulo XIV

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Lalisa

Sospechas.

Choi Soobin, un caballero de respetar, que podía saber cualquier cosa tan solo con el chasquido de sus dedos y soltando algunas palabras a sus secuaces. Necesitaba de alguien asi para que pudiera averiguar quién era el indigente que estaba intentando sabotearme, para acabar de una vez con todas con el individuo estaba detrás de esto.

Me miraba con asombro, aquellas cejas que marcaban su mirada felina de ojos oscuros estaban alzadas en forma de sorpresa. Teníamos tanto tiempo sin lograr vernos que, era imposible que se la nada yo llegase sin siquiera darle el comunicado de que por lo menos venia en camino. Pero sin mediar palabras ni decir protestas se hizo a un lado para poder cruzar.

—Que raro que estés aqui, Lalisa —dijo en voz alta para que escuchara, mientras yo caminaba con las manos dentro de los bolsillos observando todo. Aquella casa tan grande, fina, moderna, sin tan solo un pequeño desastre fuera de lugar.

—Es algo de suma importancia, Soobin —comuniqué, mirando por encima de mi hombro. Mis ojos mieles detallaban los movimientos de Soobin, quien se acercaba curioso.

—¿De tanta importancia como para que vinieras tú misma para donde mi, sin tener que enviar a alguien? —asentí con la cabeza a forma de respuesta—. Maldición. Debe de ser grave.... Podemos sentarnos a platicar si lo deseas así.

Volví a asentir, y el cruzo por mi lado para dirigirse hasta las escaleras. Sin el tener que avisarme lo seguí hasta las escaleras en forma de caracol, que se curveaban como una serpiente a la mitad hasta subir a la segunda planta de aquella propiedad. El se deslizaba con destreza y calma, su cuerpo esbelto y flexible le permitía caminar como si fuese una danza en el aire.

Nos adentramos a una sala con las paredes pintadas de blanco, las compuertas que daban allí también eran completamente blancas. Había dos sofás del mismo color que eran separados por una pequeña mesa redonda blanca por igual, aquellos objetos en el centro de aquella gigantesca sala, dejando todo lo demás vacío. Solo un lugar para sentarse y platicar en paz. Supuse inmediatamente que su color favorito debía ser el color de la paz y la armonía, el color que repelaba todos los demas, la ausencia del color por igual, el blanco. Por aquello éramos muy diferentes.

Me invito a sentarme delante de él en uno de los dos pequeños sofás. Y chasqueo los dedos, con aquel gesto un hombre uniformados de blanco con un moño rojo apareció con la mirada baja. Su cabello era castaño claro, cuando alzo la vista sus ojos destellantes eran de un tono avellana resplandeciente. Aquellos ojos rasgados con aquella piel mestiza era una combinación perfecta. Era un chico atractivo para simplemente trabajar de mayordomo.

—¿Quieres algún trago, Manobal? —inquiere Soobin con una ceja enarcada, y su usual sonrisa genuina y carismática que podía encantar a cualquiera.

—Brandy estaría bien —Dije con tono indiferente. Tenía la mente en otro lugar, donde no debería. Aunque fuese sorprendente que comenzará a pensar en esa muchacha cuando decía un tipo de alcohol, así fue.

—Brandy para la Señorita y para mi algo de Whisky, Chota —comentó sonriente. El joven me miró y me dedico una leve sonrisa, antes de retirarse rápidamente a buscar lo que habíamos pedido. Mi anfitrión se acomodo antes de volver a hablar—. Y... ¿De que se trata aquello que es tan importante?

—Alguien esta intentando sabotear mis empresas, Choi —fui directo al grano—. Necesito que me ayudes a saber de quien se trata y acabar de esto de una vez por todas. Están aniquilando a mis guardias y robando a mis empleados, asi como mi dinero... Tengo sospechas de que se trata de alguien que me conozca lo suficiente como para saber por donde atacar.

Perversión y Lujuria (Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora