Capítulo trece

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13 + mcrece
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Martín

Me desperté y miré confundido hacia el lado cuando caché que estaba durmiendo solo. Me incorporé sobre la cama y busqué por toda la pieza a la Valeria, pero no había rastros de ella.

Tomé mi celular y vi la hora:

07:26

¿Por qué se levantó tan temprano? Yo quería regalonear...

Me iba a levantar para ir a buscarla, pero justo se abrió la puerta, así que me tiré rápido a la cama y me hice el dormido. A los segundos, su lado de la cama se hundió y sentí sus brazos rodear mi abdomen.

—Sé que estai despierto, Martín.—musitó divertida y se acurrucó en mí.—Te vi haciéndote el dormido.

Abrí lento mis ojos y me di cuenta que ella los tenía cerrados, lo cual me permitió admirarla más detenidamente; perdiéndome por completo en la imagen suya que quiero guardar por el resto de mi vida.

—¿Dormiste bien?—me preguntó y frunció ligeramente el ceño, aún sin abrir sus ojitos.

—Mmh.—despabilé y asentí rápido—¿Y tú? ¿Cómo dormiste en los brazos del amor de tu vida?

—Mal, roncai mucho.

—Mentirosa.—le hice cosquillas, provocando unas carcajadas por parte suya y que abriera sus ojitos para centrarlos en mí.—¿Es verdad?

—¿Qué roncai? Era mentira.

Negué con la cabeza y me giré apoyando mi peso sobre mi codo, para quedar de lado y observarla mejor. Seguido de eso, acerqué mis dedos a ella y corrí unos mechones de pelo detrás de sus orejas para despejar su carita.

—Nosotros, Valeria.—la miré con incertidumbre y, lo siguiente que pregunté, salió con cierto temor.—¿Es verdad?

Anoche mis pensamientos intrusivos me empezaron a atormentar a tal punto en el que me pregunté si había malinterpretado lo de ayer y únicamente estamos así por el favor que le pedí a la Valeria por nuestra cita.

Ella se giró en mi dirección, llevó su mano a mi mejilla para acariciarla y susurró con calma:

—No quiero torturarnos más, Martín.

—¿De verdad te gusto, Valeria?

—Desde que te pusiste a llorar afuera de mi casa cuando éramos chicos, porque pensabai que te odiaba.—se rió bajito y yo sentí mi corazón bombear más sangre de lo normal.

—Oye,—me acerqué hasta que nuestras narices quedaron rozando y murmuré divertido.—no tení que acordarte de eso.

—Es mi recuerdo favorito.—rodeó sus brazos en mi cuello y sonrió con ternura.—Porque ahí mi mamá me obligó a hacerme tu amiga.

—Si no fuera por mi suegrita...—chasqueé la lengua y negué con la cabeza, mientras la Valeria me miraba divertida.—¿Sabí cual es mi recuerdo favorito?

—¿Cuál?

—Cuando tocamos juntos el bajo.—la miré con atención hasta que me perdí en sus ojos, los cuales brillaban de una manera mucho más transparente que hace unos días.—¿Y sabí qué es lo que más disfruto en la vida?

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora