Capítulo veintisiete

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notita elita
sé que a esta altura deben tener muchas dudas —en especial por el salto temporal tan extenso que verán en el capítulo—, pero prometo que el próximo capítulo aclarará todas sus dudas.

¡disfrútenlo mucho! espero que sea como un end game para ustedes, porque el final seguramente no será lo que esperan.

27
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[Cuatro meses después...]
Valeria

—¿Por qué no te querí sentar con el Martín?—me susurró la Nico con diversión, porque corrí a sentarme al lado suyo en el bus de camino a la playa.

Las dos nos giramos a mirar por el hueco que se hace entre los asientos hacia atrás, donde iba el Martín con el Gabito. Por desgracia —para mis nervios— el primero se dio cuenta de lo que estábamos haciendo y movió sus dedos en forma de saludo.

Con la Nico nos giramos rápido y ella me miró divertida, mientras yo me llevaba la mano al pecho de los puros nervios.

—¿Por qué estai tan nerviosa, Valeriana?

—¡No!—me defendí y crucé mis brazos, sin siquiera darme cuenta que había respondido de manera incoherente.—No estoy nerviosa.

—¿Se comieron?

—Sí.—murmuré y sentí mis mejillas calientes.

Después de lo que pasó con el Damián, estuve dos meses encerrada en mi casa con terapia en línea, porque no me atrevía a salir a la calle. Cuando volví al colegio, los chiquillos hicieron como si nada hubiera pasado y el tiempo se hubiese congelado. Aunque lo agradecí, no logré quitarme de encima la culpa que sentía al estar cerca del Martín por todo lo que le hice vivir; lo que nos llevó a alejarnos nuevamente.

Aún así, sabía que el Martín no se iba a quedar de brazos cruzados viendo cómo me iba nuevamente de su vida. Cuando se dio cuenta de que estaba un poco mejor, me pidió hablar las cosas para ver qué iba a pasar entre nosotros. Ese día, llegamos a la conclusión de que lo mejor para ambos era seguir como amigos; aunque todo se fue a la chucha hace unos días cuando nos comimos después de uno de sus ensayos.

—Somos amigos...—me hice la hueona y miré hacia otro lado.

—¿Amigos? El Martín no quiere ser tu amigo.—la Nico esbozó una sonrisa divertida y se acercó a mí para susurrar:—El Martín quiere ser tu hombre.

—Basta, Nicole.

—Vierai cómo estaba de desolado ese hombre por no poder estar al lado tuyo.—susurró a modo de cahuín, pero me dedicó una sonrisa tierna.—Te extrañaba mucho, gatita.

—Yo igual a él, Nico.

—¿Qué vamos a hacer llegando a la playa?—escuché la voz del Gabito y caché que se había apoyado en el respaldo del asiento de la Nico.

Miré hacia arriba y caché que el Martín había hecho lo mismo, solo que estaba apoyado en el mío:—Nada estúpido, por favor.

Martincito, no debiste haber dicho eso...

¿Y si nos metemos al mar?

—¡Imposible!—el Martín me miró con desaprobación y negó con la cabeza.—Hace frío y no quiero que te vayai a enfermar en nuestras vacaciones.

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora