Capítulo diecisiete ^ instagram post

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Gabriel

—¿Qué estai haciendo aquí, Daniela?

En cuanto pregunté eso, apoyé los codos sobre mis rodillas y me incliné hacia adelante, para centrar por completo mi atención en la pelirroja que estaba sentada al frente mío. Al final, logré convencer a la Inés y al Martín para que nos dejaran hablar solos, así que, aquí estamos:

—Te vine a ver.

—Pensé que no queríai verme más.—mencioné tranquilo y me encogí de hombros.—Eso fue lo que me dijiste la última vez que nos vimos.

Bueno, lo expresó de una manera un poquito más violenta, pero entendí su mensaje.

—Te extraño mucho, Gabriel.—murmuró cabizbaja.—Yo sé que te hice mucho daño cuando estuvimos juntos, pero estos meses lejos de ti me sirvieron pa' darme cuenta que erí la única persona con la que quiero estar.

De solo recordar lo que vivimos se me revolvió el estómago; no porque los viejos sentimientos que alguna vez tuve hacia ella salieran a flote. Era por el temor de volver a sentir que solo merezco lo poco y nada que me entregó la Daniela en la relación.

—¿Qué buscai con esto?

—Que volvamos.—agarró mi mano y yo me solté rápido de su agarre, provocando que me mirara confundida.—¿No querí eso?

—No.

—¿Entonces por qué chucha viniste detrás de mí?

—No vine por eso, Daniela.—aclaré y la miré con atención, rogando que mis palabras fueran suficientes para que no volviera a intentar meterse en mi vida:—Vine para decirte que ya no siento nada.

—¿Cómo?

—Que ya no siento nada por ti.—sonreí a boca cerrada y la tranquilidad se apoderó de mí.—Ni siquiera guardo el rencor que alguna vez creí tener.

—Es imposible, Gabriel.

—También vine porque te conozco.—miré hacia otro lado y suspiré.—Sé que viniste para quedarte, por eso quizás nos veamos seguido. Pero, por favor, no intentes meterte en mi vida otra vez, porque hay alguien que no estoy dispuesto a perder por ti.

—¿Me estai huebiando, Gabriel?—soltó una carcajada incrédula.—¿Te gusta alguien?

—Sí.

—¿Estai pololeando?

—No.

—¿Le gustai siquiera?—preguntó dolida, mientras se llevaba la mano al pecho.

—Lo dudo.

—¿Entonces...?—se quedó callada unos segundos y me miró con las cejas ligeramente arrugadas.—¿Es la rucia que salió a abrir la puerta? Esa que iba en el curso de la Inés.

—Sí.

—Gabriel, por favor.—se rió con seguridad y ladeó la cabeza.—¿De verdad creí que alguien como ella se enamoraría de ti? Todo el liceo andaba detrás suyo.

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora