Capítulo quince

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[Un mes después...]
Martín

Apoyé mi cadera en la mesa y miré con deleite a la Valeria, que se quedó para ayudarme a ordenar la sala que nos prestan para ensayar, porque los otros se fueron apenas pudieron pa' no hacerlo.

—¿Ya se fue tu mami?—me crucé de brazos y caminé donde ella, para ayudarla con lo último que faltaba.

—Sí, le dije que no me esperara porque me iba a tu casa después.—en cuanto dije eso, una sonrisa involuntaria se posó en mis labios.

—Verdad que vai a ir tomar once con tu suegrita.—la abracé por la espalda y deposité un beso en su mejilla, provocando una risita por parte suya.—Está feliz mi mamá de que la vayai a ver.

Ella me miró con diversión y murmuró:—Te tengo que contar un secreto.

—¿Qué cosa?

—Que tu mamá me invitaba a tu casa cuando no estabai.—se me borró la sonrisa, lo juro.—Veíamos kdramas juntas, y me iba antes de que llegaras de ensayar.

—¿Cuándo yo sufría por no estar al lado tuyo, mi mamá se convirtió en tu íntima mejor amiga?—pregunté ofendido y me llevé la mano al pecho.—Me siento traicionado, Valeriana.

—Yo le dije que no te dijera eso sí.

—¿Por qué?—balbucee y me crucé de brazos.

—Porque erí muy llorón.

—Mentirosa.—miré hacia otro lado pero, a los segundos, volví a mirarla de reojo.—¿A quién querí más?

—¿Si a ti o a tu mami?—preguntó y yo asentí rápido.—Difícil pregunta.

—Valeria...

—Obvio que a tu mami, menso.—respondió y yo la fulminé con la mirada. En ese mismo instante, ella se rió con ternura y me abrazó por el cuello.—Porque a ti...

—¿A mí qué?—la abracé por la cintura para acercarla más a mí, mientras me perdía en sus ojos y rogaba que esas palabras salieran de su boca.

La Valeria se acercó hasta que nuestros labios quedaron rozando y, sobre estos, susurró un:

—Te amo.

—¿Sabí cuántos años esperé pa' que me volvierai a decir esas palabras?—susurré y sentí mi corazón en la garganta.

La Valeria no respondió, solo fijó sus ojitos sobre los míos, debilitándome por completo. Como si mi alma quisiera salir de mi cuerpo y entrar al suyo para no sentirla lejos nunca más.

Llevé mi mano a su mejilla y la acaricié con mi pulgar, mientras ella cerraba sus ojos y disfrutaba mi tacto.—He intentado ser lo más transparente contigo, Valeria. Por eso, sé que quizás no quede duda de lo que siento por ti, pero...

—Dímelo.—musitó y volvió a abrir sus ojitos, dedicándome una mirada cálida y llena de afecto.—Quiero que me lo digai, Martín.

—Te amo, Valeria.

—¿Cuánto?—sonrió con ternura y se alejó un poquito de mí para ladear su cabeza.—¿Mucho o poco?

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora