Capítulo dieciséis

833 116 28
                                    

16
𓍢ִ˚ ༘ ೀ⋆。⋆˚
Ian

Miré con recelo al Emilio, que trajo a su pololo al ensayo. No está demás decir que no he podido concentrarme en todo este rato. Y, cada vez que intento sacar algo, siento la risa del hueón como si fuera un zancudo huebiando en mi oído.

—¿Qué hueá te pasa?—el Gabito me pegó con una baqueta en la cabeza y volvió al taburete.—¡Despabila, tontorrón!

—¿Pa' qué me pegai?—me pasé la mano por donde me había pegado el Gabito y arrugué la nariz.—¿Tú sabiai que iba a venir?

—¿El Emilio?—susurró, pero no pasó piola.—Siempre viene, Ian. No seai hueón.

—No el Emilio, ahueonao.—apunté piola al Roberto, pero el Gabriel casi se disloca el cuello por girarse a mirarlo.—Él.

—Ah, no sabía.—hizo una mueca y negó con la cabeza.—La Inés parece que le dijo al Emilio que lo trajera.

Traidora.

—¡Llegué!—el Martín entró rápido a la pieza que pone el Gabito algunos fines de semana para ensayar.—Disculpen, me quedé dormido.

—¡Martín! ¡Amor de mi vida!—exclamó el Gabito y sonrió con ternura.—¿Sabí si van a venir las chiquillas?

—¿La Nicole?—enfatizó el Martín con una sonrisa, mientras se colgaba el bajo en el hombro y lo afinaba.—El Emilio debe saber, yo casi recién le hablé a mi amorcito.

Mi mirada se desvió al cabro con el que no he hablado hace como tres semanas y, claramente me está evitando. En cuanto se percató de que mi mirada estaba sobre él, se removió incómodo y miró hacia otro lado.

—Vienen juntas,—respondió y esbozó una sonrisa de esas tensas.—pero la Nico se cayó en la calle, así que quizás lleguen un poquito más tarde.

—¿¡Qué?!—exclamó el Gabito y se levantó rápido del taburete.—¿Y lo decí tan tranquilito? ¿Hay que ir a verla? Tienen que llevarla al hospital, puede ser algo grave.

—Se torció el pie nomás.—dijo el Emilio con diversión y ladeó la cabeza con cierta ternura, lo que me hizo quedar como hueón mirándolo.—Está bien, Gabito.

—Ah,—el Gabo volvió a sentarse y se rió nervioso.—qué bueno.

—Si se asustó, la guaguita.—la Inés se acercó a despeinar a su hermano y lo miró cariño.—Pensó que le había pasado algo al amor de su vida.

—Oye, no me molesten.—el Gabito hizo un mohín y se cruzó de brazos.—Si es mi socia nomás. Me preocupo por las ventas.

Seeeguro.

Seguimos con el ensayo, pero a los minutos tuve que detenerlo nuevamente, porque seguían sin salirme bien las notas. Y sí, culpo completamente al Emilio por distraerme, y a su pololo por existir.

—Ya vengo.—dije con frustración y fui directo a la cocina para tomarme al seco un vaso con agua, porque sentía que se me estaba quemando la garganta. Y, mientras más pensaba en los dos que estaban mirándonos ensayar, más crecía ese ardor.

—¿Teníai sed?

Me giré a mirar al cabro que estaba ahora conmigo en la cocina y traté de no demostrar mi rechazo hacia su persona, pero no creo que haya funcionado:

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora