Capítulo diecinueve

854 121 104
                                    

19
𓍢ִ˚ ༘ ೀ⋆。⋆˚
[La noche anterior...]
Martín

—¿Está bonito así?—puse al frente del Gabito la cajita del CD que estaba pintando para la Valeria.—Si me decí que no, me voy a poner a llorar.

—Está de la perra, hermanito mío.

—¡Me rindo!—lloriqueé pero, a los segundos, volví a tomar el pincel para arreglar el dibujo por encima.—Mentira, tengo que hacerle algo bonito al amor de mi vida.

Esto me pasa por pedirle a mi mamá que me hiciera los trabajos de artes del colegio y no haber aprendido a hacer más que monitos de palo.

¿Qué se supone que es esto?—el Gabito apuntó uno de los dibujos que había hecho sobre el plástico y frunció ligeramente el ceño.

—La Valeria con un ramito de flores.

Le salió una carcajada del alma y dió un aplauso antes de irse de espaldas al pasto. Pero, cuando se dio cuenta de mi expresión, se incorporó y puso serio:

—Está más que claro, Picasso.

—Pesao culiao, te escribí para que me ayudarai en esto, no para que te rierai de mí.—hablé ofendido y tomé nuevamente la cajita entre mis dedos para verificar si realmente estaba tan mal como lo hacía ver el Gabito.—No veí que me pongo más nervioso de lo que ya estoy.

—Si era broma, mi chanchito.—me abrazó por los hombros y sonrió con inocencia.—Aparte, estoy seguro que a la Valeria le va a gustar cualquier cosa que hagai, aunque esté feo.

—Pero quiero que esté bonito.—murmuré y puse todo mi esfuerzo en el nuevo diseño que le estaba haciendo a la portada del disco.—La Valeria se merece lo mejor del mundo, así que me tengo que esforzar.

—Ya te tiene a ti.—alzó las cejas y me miró coqueto.—Y tú erí lo mejor y más lindo del mundo.

—No te pongai gay, que estoy a punto de comprometerme oficialmente con mi amorcito.

—¡No es justo!—bufó, pero después me miró con una sonrisa tierna.—¿Qué tan enamorado estai del uno al mil?

—Infinito.—respondí, sin desconcentrarme, porque por fin me había quedado lindo un corazoncito.—Esa mujer es el amor de mi vida.

—Mañana va a salir todo bien, Martín.—me dio la seguridad que necesitaba y siguió ayudándome con lo que tenía planeado para pedirle pololeo mañana a la Valeria.—No te pongai nervioso, porque eso juega en contra a veces.

—Me pongo nervioso por puras hueás.—me reí triste y, pasados unos segundos, lo miré nervioso.—¿Y si me dice que no? Mi pobre corazón no podría aguantar que me rechace otra vez.

¡Stop!—me pegó detrás de la nuca y negó con la cabeza.—Eso no va a pasar, Martín.

—¿Cómo sabí?

—Porque yo he visto cómo te mira esa mujer.—sonrió con ternura y juntó sus manos para apoyar su mejilla sobre estas.—Lo único que podría hacer que se aleje de ti, es que le rompai el corazón.

—¡Imposible!—negué rápido con la cabeza e hice un mohín.—Yo jamás podría hacerle eso.

—¡Si te poní tan tierno cuando hablai de la Valeria!—exclamó y me abrazó por los hombros.—Terminemos rápido, que mañana no me puedo quedar dormido, porque también tengo que ver a mi patrona en el colegio.

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora