Capítulo veintiséis

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26
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Emilio

Mi mirada viajó a lo largo de todo el mensaje que habían publicado en las confesiones del colegio, y me dieron ganas de vomitar:

"El Ian del cuarto 'A' está enamorado del Emilio del cuarto 'B', lo escuché por ahí..."

Ahora no era solo yo el que lo sabía; ahora no tenía como guardármelo y debía hacer lo que tanto había estado evitando: enfrentar los sentimientos que intenté enterrar con todo mi ser estos últimos meses.

Enfrentar la posible pérdida definitiva del Ian; mi mejor amigo, el hueón del que he estado enamorado desde que tengo memoria, quien esperé que fuera mi compañero de vida...

—¿Quién creí que fue?—me preguntó la Nico, que estaba escribiéndole a la Valeria para contarle lo que habían publicado.

—El Damián.—murmuré cabizbajo y recordé la conversación que escuché el otro día entre el Ian y el Martín.—Seguramente se enteró que anoche la Valeria y el Martín se fueron juntos y se quizo desquitar con él.

—¿¡La Valeria y el Martín se fueron juntos?!

Asentí con diversión, porque anoche la Nico estaba en otra con el Gabito por su cumpleaños, así que, ni siquiera se dio cuenta cuando nos fuimos:

—La hueona le mintió al Ian diciéndole que yo tenía que hablar con él, solo porque quería irse con el Martín.

—Mira tú, quizás por eso no me responde.—musitó coqueta y subió rápido las cejas.—Debe andar con el Martincito.

—¡Oigan!—la Inés entró casi corriendo a la sala y, cuando llegó donde nosotros, tomó una bocanada de aire antes de seguir hablando:—El Gabriel y el Ian se agarraron a combos con los amigos del Ignacio.

—¿Qué?

—Están todos en la inspectoría.

Con la Nico nos levantamos rápido y seguimos a la Inés, mientras la rubia seguía con su intento de comunicarse con nuestra mejor amiga. Supuse que tuvo éxito, porque a la mitad del camino se frenó en seco a hablar por teléfono, pero yo seguí caminando rápido en dirección a la inspectoría.

Cuando llegué, mi mirada buscó al Ian, quien se levantó de donde estaba apenas me vio. Seguido de eso, salió de la inspectoría, sin siquiera importarle que la encargada de convivencia los estuviera retando.

—Hola.—me saludó con la voz temblorosa, aún así, sus ojos se veían más brillantes que nunca.

—Hola.

—¿Podemos hablar, Emi?

Asentí con la guata echa un desastre:—Sí.

—¿Ahora?—me preguntó impaciente, mientras entrelazaba sus dedos y jugaba con los anillos que los rodeaban.

—Después de que te reten.—hice una mueca divertida y miré a la oficina, porque la encargada de
convivencia tenía la media cara.

—Ah, sí.—se rió nervioso y miró hacia la inspectoría, pero, antes de volver ahí, se desvió a mirarme con cierta preocupación.—Espérame aquí, ¿bueno?

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora