Capítulo diez ^ instagram post

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Valeria

—Entonces el Ian fue, le pegó un combo en el hocico al Roberto y dijo: "el Emilio es mío"—exclamó la Nicole con emoción, mientras caminamos hacia mi sala.—Y ahí se acabó mi sueño.

La miré mal.—Nico, te pregunté por lo que pasó después de que nos fuimos con el Martín.

—Ah,—arrugó la nariz.—El Ian vomitó y el Gabriel se lo llevó a la casa como quince minutos después de que se fueron ustedes.—se encogió de hombros.—Con el Emi fingimos quedarnos hasta más tarde, pero nos fuimos a los minutos después igual.

—¿Y el tal Roberto?

Que el Emilio empezara a hablar con un hueón y justo se llamara Roberto fue una racha de buena cuea.

Quedaron en juntarse de nuevo.—empezó a rebuscar algo en su mochila, sacó un papel y me lo extendió.—Y el amigo feo que tenía me dijo que te pasara esto.

Lo revisé y caché que tenía un número de teléfono escrito.—¿Pa' qué?

—Pa' poner celosito al Martín.—hizo un gesto de desaprobación.—Yo cumplo con pasártelo, pero no me gustó nadita las cosas que dijo al frente de mi cuñao'.

Lo agarré sin interés y solté una risa.—Gracias, Nico.

Llegamos afuera de mi sala y caché que la Nicole se removió nerviosa. No empezó a caminar de vuelta a su sala, así que pregunté:

—¿Qué pasó?

—Vengo a entregar una ofrenda de paz.

—¿Una ofrenda de paz?—la miré confundida y arrugué ligeramente mis cejas.—¿A quién? No me digai que al hueón del Andrés, Nico.

—Al Gabito.—me aclaró y, justo en ese momento, sacó con cuidado una cajita de su mochila.—Me sentí mal porque el Andrés le pegó, así que le traje algo.

Alcé una ceja y la miré divertida.—¿Le trajiste algo porque te sentiste mal? ¿Desde cuando...?

—¡El Martín!—apuntó detrás mío y yo me giré rápido, pero no venía nadie. Miré nuevamente a la rubia, que me sonrió con inocencia y corrió sala adentro.

—Nicole...—la seguí, pero me frené de golpe cuando entré a la sala, porque caché que ella ya estaba en el puesto del Martín, el cual me miró con atención y con su dedo índice me indicó que fuera donde ellos.

Miré hacia otro lado haciéndome la hueona, porque me daba vergüenza acercarme a él después de todo lo que le dije anoche cuando estaba media cura':

"¿Tierna? Me pongo caliente..."

Me llevé las manos a las mejillas —que seguramente estaban rojas—y sacudí la cabeza intentando borrar eso de mis pensamientos.

—Ven o voy yo a buscarte, Valeria.

—¿Es una amenaza?—lo miré y alcé una ceja, mientras me cruzaba de brazos.

—Un premio diría yo.

Caminé en su dirección con el corazón en la mano; preguntándome por qué ahora no podía cortar el hilo invisible que me atraía de manera desenfrenada hacia cualquier lado, siempre y cuando estuviera él esperándome.

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora