Capítulo veintiuno ^ instagram post

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Martín / Emilio

Me saqué los audífonos y tiré la cabeza hacia atrás con frustración cuando caché que el Damián entró a la sala. Hoy día me quedé a hacer aseo esperando encontrarme con la Valeria, no con este ahueonao.

—Necesito hablar contigo.

—Estoy ocupao'.—barrí con molestia, tirándole encima todo el polvo que tenía acumulado en el suelo—Uy, disculpa. No medí mi fuerza.

—Erí terrible cabro chico, Martín.

—¿Yo? ¿Yo soy cabro chico, Damián?—me acerqué a él y le dediqué una sonrisa irónica.—¿Qué querí? Ya terminamos con la Valeria, así que anda a huebiar a otro lado.

—Justo de eso venía a hablar contigo...—indicó victorioso y se sacudió el pantalón, justo donde le había tirado el polvo.—Venía a agradecerte.

—Damián, ándate.

—¿Es la única hueá que sabí decir?—me preguntó con una sonrisa burlesca.—Ayer me declaré a la Valeria al frente de todo el curso y lo único que decí es: "ándate, Damián".

—¿Querí que te aplauda, gil?—escupí de mala gana, pero sentí una presión en el pecho de solo recordar lo que había pasado ayer.

Y lo que ha pasado esta última semana...

—Me voy a quedar con la Valeria, Martín.

—¿Ah, sí? ¿De verdad creí que la Valeria te va a decir que quiere estar contigo?—me reí incrédulo y negué con la cabeza.—Fuiste como la mierda con ella.

—Pero soy el único que le ha ofrecido ayuda para olvidarse de la mierda que tiene de ex. O sea, de ti.—frunció ligeramente el ceño y prosiguió:—Ya estuvo conmigo una vez para olvidarte, ¿qué te hace pensar que no volverá a caer?

—No lo hará.—negué rápido y lo miré con rencor, porque sabía que estaba haciendo todo esto pa' desestabilizarme más de lo que ya estaba.—No después de lo que pasamos juntos.

—¿Estai seguro? Cualquiera quiere refugiarse en otra persona después de que le rompen el corazón.—me sonrió con malicia y musitó:—Yo hubiera peleado por ella...

Le di un empujón, provocando que su espalda chocara contra la pared y coloqué mi antebrazo en su clavícula, acorralándolo. El Damián me miró nervioso e intentó zafarse de mi agarre, pero no lo logró.

—Es todo tu culpa, Damián.

—¿Mía?—se puso pálido, pero siguió con su intento de escape—Suéltame, Martín.

—Si no fuera por mi papá y por ti...—lo presioné con más fuerza y escupí.—No voy a permitir que te acerquí a molestar a la Valeria, Damián.

—¿Qué ganai con eso? No van a volver.

—Pero la mantengo a salvo de hueones como tú.—lo solté y di un paso hacia atrás.—Lo perdí todo por sus jueguitos, Damián. Así que, quédate lejos de ella, porque no querí empezar una guerra conmigo.

—¿Creí que te tengo miedo?

—Deberíai.—suspiré e intenté relajarme, ya que sentía la mandíbula muy tensa—Porque soy capaz de cualquier cosa por la Valeria.

Querido tú: ¿Creí en el arte del engaño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora