XIII. Familia

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─¡Traidor! ─gritó el espectro. Señaló con dedo acusador a Zeth e intentó llamar la atención de alguien más, aunque cada uno de los presentes le ignoró, igual que habían hecho antes los enanos.

─¡Espera, tranquilízate! ─rogó el nephilim para que Lyrae se callara.

─¡Tú y ese driada son asesinos, lo escuché todo! ¡Confabulador!

─¿De qué hablas? ─Zeth miraba al fantasma y al teléfono una y otra vez sin entender lo que tenía en las manos.

─¡No finjas inocencia, maldito Judas! ¡Conspirador alado!

─¿Yo? Pero si encontré esto tirado y...

─¡Pérfido de ojos insidiosos! ─soltó aún más alto el espectro.

─¿Qué...?

Zeth se quedó pasmado unos instantes antes de poder hablar de nuevo.

─¡Bah!, no tengo tiempo para esto ─dijo finalmente y, fastidiado, desplegó sus alas para salir de ahí. Sin embargo, el aparato empezó a emitir sonidos una vez más y él volvió a presionar el botón.

─¡Dalim, nos atacan! ─Se escuchó la voz entrecortada de Mimma─. ¡Envíen ayuda!

Antes de poder responder o preguntar nada, el artefacto se quedó en silencio otra vez.

─¿Pero qué diablos es esto?

─Se llama teléfono, muchacho ignorante. Se usa para hablar con personas que están muy lejos ─respondió Lyrae, como si supiera en verdad lo que éste era, en lugar de sólo estar repitiendo las palabras de Dalim─. Y esa era la regente de Turias.

─¡Y ahora me lo dices! ¡Debo avisar al General!

Avanzó unos cuantos pasos, pero la voz del fantasma le detuvo.

─¡¿Y q-qué hay del traidor?! ─dijo, retorciéndose las manos. Comenzaba a inquietarse y no pudo evitar tartamudear un poco.

─¿No dijiste que era yo? ─Zeth arqueó una ceja y le lanzó el teléfono─. Llévalo al Concilio y avisa del ataque, yo iré por el traidor. ─Emprendió el vuelo y se perdió de vista al pasar cerca del antiguo portal.

Lyrae se estiró para atrapar el aparato, pero estaba tan nervioso que éste travesó sus manos espectrales y cayó al suelo, haciendo un terrible sonido hueco que él acompañó con un grito ahogado. Se apresuró a recogerlo y una vez más le traspasó.

Como si se tratara de un chiste, Lyrae intentó una y otra vez, pero la desesperación se apoderó de él al descubrirse incapaz de tomarlo.

─Vamos, Lyrae. ¡Puedes hacerlo! ¡Concéntrate! ─dijo. Hizo una ruidosa inhalación y estiró sus translúcidos dedos, por desgracia, nada cambió─. ¡Demonios! ─espetó y varios demonios, que ya regresaban a sus hogares para entonces, le miraron airados.

─Ya nadie utiliza esa palabra para maldecir. ─Cetina le sonrió con amabilidad entre la multitud─. No es un término civilizado hoy día... ¿Necesitas ayuda?

─¡No puedo levantar esta mier...!

De repente, el gesto ceñudo y las blasfemias cesaron.

─¡Lo logré! ¡Pude sujetarlo! ─exclamó, al tiempo que le mostraba el teléfono que había quedado atrapado justo a mitad de la palma de su mano.

─Eso no es sujetar ─se burló la madre de Lúa.

─¡No importa! Debo llevarlo al Concilio. La abuela está en peligro ─dijo, apresurado y flotando de un lado a otro en busca de los Ancianos.

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⏰ Última actualización: Feb 26 ⏰

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Ecos del pasado | El último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora