Glass
Glass pasó el resto de la noche en el sofá de Luke, dando gracias de queCamille no hubiera preguntado por qué se negaba a dormir en la viejahabitación de Carter. Habían considerado que sería mejor que Glass seescondiese en el piso de Luke hasta el cambio de turno de las 0600,momento en el que habría menos guardias patrullando.
Se pasó toda la noche dando vueltas en el sofá. Cada vez que se movía,la pulsera se le clavaba en la piel, un molesto recordatorio de que, pormucho peligro que corriera ella, Wells estaba a cientos de kilómetros dedistancia, luchando por sobrevivir en un planeta que llevaba siglos sinalbergar vida. Él siempre había soñado con ver la Tierra, pero no así. No siel aire podía ser tóxico. No después de presenciar cómo disparaban a supadre.
Mientras yacía mirando el techo, Glass no podía evitar prestar atención alos sonidos que transportaba la oscuridad. El leve murmullo procedente delcuarto de Luke le encogía el corazón. El silencio era aún peor.
Justo cuando las luces circadianas empezaban a filtrarse por las rendijasde la puerta principal, la del dormitorio de Luke se abrió, y Camille y élsalieron sin hacer ruido. Ellos tampoco habían pegado ojo, saltaba a lavista. Luke iba vestido con ropa de civil, pero Camille solo llevaba una delas viejas camisetas del chico, cuya orilla apenas le cubría el final de losdelgados muslos. Glass se sonrojó y desvió la mirada.
—Buenos días.
La formalidad del saludo entristeció a Glass. La última vez que le habíaoído decir esas palabras, estaban juntos en la cama y se las había susurradoal oído.
—Buenos días —respondió por fin, arrancando el recuerdo de supensamiento.
—Hay que quitarte esa pulsera.
Luke señaló con un gesto la muñeca de Glass.
Ella asintió, se levantó del sofá y luego cambió de postura para cargar elpeso del cuerpo sobre la otra pierna, incómoda, mientras Camille losmiraba a uno y a otra alternativamente. Por fin, se cruzó de brazos y sevolvió hacia Luke.
—¿Estás seguro de que esto es una buena idea? ¿Y si te descubren?
Luke puso mala cara.
—Ya hemos hablado de eso —lo dijo con voz queda, pero Glassdistinguió una sombra de frustración en su voz—. Si no la ayudamos, lamatarán. Es lo correcto.
Lo correcto, pensó Glass. Eso era lo único que ahora significaba para él,un peso que no quería en su conciencia.
—Mejor ella que tú —replicó Camille con voz temblorosa.
Luke se inclinó y le dio un beso en la coronilla.
—Todo irá bien. La llevaré a Fénix y luego volveré directamente a casa.
Camille suspiró y le tiró a Glass una camisa y unos pantalones.
—Toma —dijo—. Ya sé que las chicas de Fénix sois más estilosas, peroasí pasarás desapercibida. Nadie te va a tomar por un miembro del personalde limpieza con ese pelo.
Apretó el brazo de Luke y regresó al dormitorio. Glass y él se quedaronsolos.
Ella permaneció donde estaba, sosteniendo la ropa con incomodidad, ypor un momento se miraron a los ojos. La última vez que se habían visto, aGlass no le daba ningún corte cambiarse delante de él.
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Los 100 (Libro 1)
Science FictionHoy vamos a evacuar el Centro de Detención. Cien afortunados vais a tener la oportunidad de hacer historia. Vais a viajar a la Tierra. Mientras se enfrentan a los peligros de este mundo desconocido, los cien tratarán de formar una comunidad, pero si...