Capitulo 18

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Clarke


Cuando Clarke y Bellamy regresaron al campamento con el botiquín, yahabía oscurecido. Clarke solo había pasado unas horas en el bosque, perocuando pisó el claro tuvo la sensación de que hacía una eternidad que sehabía marchado.

Hicieron el camino de vuelta casi en silencio, pero cada vez que el brazode Clarke rozaba el de Bellamy sin querer, un cosquilleo eléctrico lerecorría la piel. Se había sentido fatal después del beso y había dedicadolos siguientes cinco minutos a balbucear disculpas mientras él la mirabasonriendo. Al final, Bellamy la cortó con una carcajada y le dijo que no sepreocupase.

—Ya sé que no eres de esas chicas que se lo montan con cualquiera en elbosque —la tranquilizó con una sonrisa maliciosa—, pero a lo mejordeberías planteártelo.

Cuando avistaron el claro, la oscura silueta del hospital de campañaalejó al instante sus obsesivas dudas sobre aquel beso. Sujetando elbotiquín bajo el brazo, Clarke apuró el paso.

La tienda estaba vacía salvo por Thalia, que empezaba a delirar de lafiebre, y Octavia, que por raro que fuera se había vuelto a acomodar en suantiguo camastro.

—Es que la otra tienda es demasiado pequeña —explicó enseguida, peroClarke no pudo hacer nada más que asentir.

Dejó el botiquín en el suelo, llenó una jeringuilla y clavó la aguja en elbrazo de Thalia. Luego se volvió hacia el botiquín y buscó analgésicos. Leadministró una dosis a su amiga y sonrió cuando vio que se relajaba ensueños.

Clarke se arrodilló junto a la enferma durante unos minutos. Lanzó ungran suspiro cuando advirtió que su pulso se apaciguaba. Por un momento, al mirar la pulsera que le rodeaba la muñeca, se preguntó si allá en el cielohabría alguien controlando su propio ritmo cardiaco. El doctor Lahiri talvez, o algún otro preeminente médico de la colonia, que examinaría susconstantes vitales como quien lee las noticias del día. Ya se habrían dadocuenta de que habían muerto cinco personas... ¿Atribuirían las muertes ala radiación y se replantearían la colonización o serían lo bastante listoscomo para deducir que habían fallecido como consecuencia del abruptoaterrizaje? No estaba segura de cuál de las dos posibilidades prefería.Desde luego, no tenía ninguna gana de que el Consejo expandiese sujurisdicción a la Tierra. Por otra parte, su madre y su padre habíandedicado la vida a trabajar para que la humanidad pudiera volver a casa.Un asentamiento permanente implicaría que, en cierto sentido, su sueño sehabía hecho realidad. Que no habían muerto en vano.

Por fin, volvió a guardar el medicamento en el botiquín y dejó el cofreen una esquina de la tienda. Al día siguiente buscaría un lugar seguro pero,de momento, solo podía pensar en descansar. Y si de verdad había alguienen el espacio controlando el recuento de supervivientes, se aseguraría deque no bajaran de noventa y cinco.

Dio unos pasos temblorosos y se desplomó en su catre sin molestarse enquitarse los zapatos.

—¿Se va a poner bien? —preguntó Octavia. Su voz sonaba muy lejana. 

Clarke murmuró que sí. Apenas podía levantar los párpados. 

—¿Qué otras medicinas contiene?

—De todo —repuso Clarke. O, como mínimo, intentó decirlo. Cuandolas palabras llegaron a sus labios, el cansancio le había embotado elcerebro. La última sensación que tuvo antes de caer en un sueño profundofue la de oír cómo Octavia se levantaba de la cama.


Cuando Clarke despertó al día siguiente, Octavia se había ido y una luzbrillante se colaba por la rendija de las lonas de entrada.

Los 100 (Libro 1)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang