Glass
—Te regalaré un anillo en cuanto encuentre uno en el Intercambio —leprometió Luke mientras, con la mano en la cintura de Glass, la guiaba devuelta a Fénix por los concurridos pasillos. Casi todos los que habíanacudido a ver el cometa volvían a sus unidades residenciales de lascubiertas inferiores, lo que dificultaba su avance hacia el puente. Pero ellano sabía ni por dónde iba. El corazón le brincaba de alegría y se aferrabatemblorosa a la mano de Luke.
—No necesito ningún anillo —cogió el medallón, que notaba cálidocontra la piel. Las cosas llevarían su tiempo. Aunque cumplía dieciochoaños dentro de pocas semanas, no podrían casarse hasta que el cancillerdespertase y confirmase el indulto... o hasta que lo desahuciasen de unavez por todas. Su madre acabaría por aceptar la situación, cuandocomprendiera lo mucho que Luke amaba a Glass. Algún día se casarían ypedirían permiso para formar una familia, pero de momento le bastaba conla promesa de un futuro en común—. Esto es perfecto.
Dejaron atrás la escalera y se internaron en el pasillo que desembocabaen el puente estelar. Luke se paró en seco y atrajo a Glass hacia sí cuandouna docena de guardias pasó corriendo. Y aunque varias mangas rozaron aGlass al pasar, ninguno se volvió a mirarla. Ella se estremeció y se pegóaún más a Luke, que los miraba extrañado.
—¿Tú sabes lo que pasa? —le preguntó Glass.
—Seguro que no es nada —se apresuró a decir él, aunque, a juzgar por elgesto de su mandíbula, no las tenía todas consigo. Levantó las manosentrelazadas de ambos y besó la de Glass—. Vamos.
Cuando echaron a andar otra vez, ella sonrió. Los pisotones de losguardias ya se habían extinguido, y tenían todo el pasillo para ellos solos.De repente, Luke se detuvo y alzó el brazo de Glass en el aire. Antes de queella pudiera preguntarle qué estaba haciendo, la hizo girar sobre sí mismacomo en un baile y luego la dejó caer hacia atrás.
Glass se echó a reír cuando Luke le rodeó la cintura con un brazo y laarrastró por el espacio vacío.
—¿Qué te ha dado?
Él se detuvo para atraerla aún más hacia sí. Se inclinó hacia ella y lemurmuró al oído.
—Oigo música cuando estoy contigo.
Glass sonrió antes de cerrar los ojos y dejarse llevar de un lado a otropor el pasillo.
Por fin, Luke se separó.
—Casi es la hora del toque de queda —dijo señalando el puente estelar.
—Ya —asintió ella, suspirando.
Caminaron de la mano hacia el puente, intercambiando miradascómplices que a Glass le provocaban un hormigueo de emoción en cadacélula del cuerpo. A la entrada de Fénix, se detuvieron, sin ganas de decirseadiós. Luke pasó un dedo por la cadena del medallón.
—Te quiero —dijo. Le apretó la mano y luego la empujó en plan debroma—. Avísame cuando llegues a casa. Mañana me presentaré parahablar con tu madre.
—Vale —asintió ella—. Mañana.
Por fin, Glass se dio media vuelta para recorrer el puente. No habíallegado al final cuando una estridente señal de alarma resonó por el pasodesierto. Miró a su alrededor, asustada. El grupo de guardias que vigilabala frontera de Fénix se separó, y Glass oyó que uno de ellos gritaba órdenesal resto. Se quedó de una pieza al oír que la señal aumentaba de volumen,como si la emergencia fuera apremiante. Glass se volvió a mirar a Luke,que dudaba si dirigirse hacia ella.
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Los 100 (Libro 1)
Science FictionHoy vamos a evacuar el Centro de Detención. Cien afortunados vais a tener la oportunidad de hacer historia. Vais a viajar a la Tierra. Mientras se enfrentan a los peligros de este mundo desconocido, los cien tratarán de formar una comunidad, pero si...