Glass
Mientras seguía a Cora y a Huxley de camino al Intercambio, Glasslamentó que su madre no hubiera esperado unos días antes de hacer correrla voz de su indulto. Al principio, se había vuelto loca de contento alreencontrarse con sus amigas. Cuando habían ido a visitarla por la mañana,las tres se habían echado a llorar. Pero ahora, al observar cómo Cora yHuxley intercambiaban sonrisas cómplices al pasar junto a un chico queGlass no conocía, se sentía más sola de lo que jamás se había sentido en sucelda.
—Apuesto a que tienes montones de créditos ahorrados —le dijo Huxleyentrelazando el brazo con el de Glass—. Me muero de celos.
—Lo único que tengo es lo que mi madre me ha transferido esta mañana—Glass sonrió con desmayo—. Suprimieron todo lo demás cuando mearrestaron.
Huxley se estremeció con un gesto dramático.
—Aún no me lo puedo creer —bajó la voz—. Nunca nos dijiste por quéte confinaron.
—No quiere hablar de ello —replicó Cora, mirando nerviosa por encimadel hombro.
No, eres tú la que no quiere hablar de ello, pensó Glass mientrasdoblaban hacia el pasillo principal de la cubierta B, un pasaje largo ydespejado flanqueado por ventanas panorámicas a un lado y bancosintercalados con plantas artificiales al otro. Era mediodía, y casi todos losbancos estaban ocupados por mujeres de la edad de la madre de Glass quecharlaban y tomaban té de raíz de girasol. En teoría, el té se pagaba concréditos, pero Glass no recordaba la última vez que le habían pedido quecolocase el pulgar en el escáner. Era uno de los pequeños lujos reservadosa los habitantes de Fénix, que Glass siempre había dado por sentados hastaque empezó a pasar tiempo con Luke.
Recorriendo el pasillo junto a sus amigas, Glass advirtió que muchosojos se volvían a mirarla. Con un nudo en el estómago, se preguntó qué eramás desconcertante: haber sido confinada o indultada. Levantó la barbilla eintentó aparentar seguridad. Supuestamente, Glass era el ejemplo vivientede la justicia que reinaba en la colonia, y tendría que guardar lasapariencias como si le fuera la vida en ello. Porque así era.
—¿Crees que hay alguna posibilidad de que indulten también a Clarke?—preguntó Huxley. Cora le lanzó una mirada de advertencia—. ¿Os visteisy tal mientras estabais confinadas?
—Oh, Dios mío, Huxley, ¿no vas a parar? —la reprendió Cora a la vezque tocaba el brazo de Glass como para darle ánimos—. Tendrás queperdonarla —dijo—. Es que cuando sentenciaron a Clarke justo después detu juicio, nadie se lo podía creer: ¿dos chicas de Fénix en unos pocosmeses? Y luego, a tu regreso, corrieron ciertos rumores...
—No pasa nada —la tranquilizó Glass, forzando una sonrisa para dar aentender que no le importaba hablar del tema—. A Clarke la aislaronenseguida, así que casi no la vi. Y no sé si la indultarán —mintió alrecordar la orden de su madre de no mencionar la misión a la Tierra—. Noestoy segura de lo que pasará cuando cumpla los dieciocho. Mi caso fuereevaluado porque casi había alcanzado la edad.
—¡Es verdad! ¡Tu cumpleaños! —gritó Huxley, batiendo palmas—.Había olvidado que será muy pronto. Tendremos que buscarte un regalo enel Intercambio.
Cora asintió, encantada de que la conversación discurriera por derroterosmenos peliagudos. En aquel momento, las chicas llegaron a su destino.
El Intercambio de Fénix era un gran salón situado al fondo de la cubiertaB. Además de las ventanas panorámicas, contaba con una enorme lámparade araña que, al parecer, había sido rescatada de la Ópera de París horasantes de que la primera bomba cayera en la Europa occidental. Cada vezque Glass oía aquel relato, se le encogía el corazón pensando en la genteque se podría haber salvado en su lugar, pero no podía negar que lalámpara era una maravilla. Acariciada por la luz que se filtraba por eltecho y las ventanas, parecía un pequeño racimo de estrellas, una galaxiaen miniatura que girase y titilase en lo alto.
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Los 100 (Libro 1)
Science FictionHoy vamos a evacuar el Centro de Detención. Cien afortunados vais a tener la oportunidad de hacer historia. Vais a viajar a la Tierra. Mientras se enfrentan a los peligros de este mundo desconocido, los cien tratarán de formar una comunidad, pero si...