Glass
Glass subió el último tramo de escaleras y tomó el pasillo camino de sucasa. No le preocupaba que los guardias le dieran el alto por habersesaltado el toque de queda. Se sentía como si flotara. Ligera como unapluma, se deslizaba en silencio por el corredor. Se llevó la mano a loslabios, buscando el recuerdo del beso de Luke, y sonrió.
Eran poco más de las tres de la mañana; la nave estaba desierta y lasluces iluminaban el pasillo con un tenue fulgor. Separarse de Luke leprovocaba un dolor casi físico, pero no quería arriesgarse a que la pillarasu madre. Si se dormía enseguida, a lo mejor podía enredar a su mente parahacerle creer que el cuerpo cálido de Luke estaba allí, acurrucado a su lado.
Apretó la almohadilla de la puerta con el pulgar y entró sin hacer ruidoen su casa.
—Hola, Glass.
Su madre la estaba esperando en el sofá.
Glass ahogó un grito y empezó a farfullar:
—Hola... Yo... estaba... —tropezando con las palabras, buscaba unaexcusa plausible que explicara por qué había salido en mitad de la noche.Pero no podía mentir; ya no, no sobre aquello.
Guardaron silencio unos instantes, y aunque Glass no distinguía laexpresión de su madre, notaba la rabia y la confusión que irradiaba.
—Has estado con él, ¿verdad? —preguntó Sonja por fin.
—Sí —respondió Glass, aliviada de decir la verdad por una vez—.Mamá, le quiero.
La mujer dio un paso adelante, y Glass advirtió que aún llevaba puestoun vestido de noche negro. También tenía restos de carmín en los labios yemanaba un leve tufo de perfume rancio.
—¿Y tú adónde has ido esta noche? —le preguntó Glass con cansancio.
Se estaba repitiendo la misma historia del año pasado. Desde que supadre se había marchado, la mujer apenas estaba en casa; salía hasta altashoras de la noche y a veces dormía durante el día. A Glass ya no lequedaban fuerzas para sentir vergüenza ajena por la conducta de su madre,ni siquiera para enfadarse. Lo único que sentía era una vaga tristeza.
Los labios de Sonja se torcieron con una horrible sombra de sonrisa.
—No tienes ni idea de lo que he tenido que hacer para protegerte —selimitó a decir—. Debes mantenerte alejada de ese chico.
—¿Ese chico? —Glass se encogió—. Ya sé que lo consideras...
—Basta —la cortó su madre—. ¿No te das cuenta de la suerte que tienesde estar aquí? No dejaré que mueras por culpa de un mugriento waldenitaque seduce a las chicas de Fénix y luego las deja tiradas.
—¡Él no es así! —exclamó Glass casi chillando—. Ni siquiera leconoces.
—No le importas lo más mínimo. Estabas dispuesta a morir parasalvarlo. Y seguro que, mientras andabas confinada, ni se acordó de ti.
Glass hizo una mueca de dolor. Era verdad que Luke había empezado asalir con Camille mientras ella se encontraba confinada. Pero no podíaculparlo. No después de todas las barbaridades que le había dicho cuandorompió con él, desesperada por mantenerlo a salvo.
—Glass —la voz de Sonja temblaba, de tanto que se esforzaba porconservar la calma—. Siento ser tan dura contigo. Pero mientras elcanciller siga con vida, tienes que ir con cuidado. Si llegase a despertar yencontrase la menor excusa, la más mínima, para revocar tu indulto, loharía —suspiró—. No permitiré que vuelvas a poner en peligro tu vida.¿Has olvidado ya lo que pasó la última vez?
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Los 100 (Libro 1)
Science FictionHoy vamos a evacuar el Centro de Detención. Cien afortunados vais a tener la oportunidad de hacer historia. Vais a viajar a la Tierra. Mientras se enfrentan a los peligros de este mundo desconocido, los cien tratarán de formar una comunidad, pero si...