XVI: Para esto me trajeron

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Bar, Frente la casa de Athía
California
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Athía

Todo estaba bien, pero cuando Richard volvió a la base, un hombre tocó la puerta. El chófer de Leonardo.

- El jefe te espera- habla sin rodeos- te quiere, ahora.

Asimilo lo que dice. Era demasiado pronto.

Pensé que tenía más tiempo, pero no fué así. Ni siquiera he visto a mis hermanos.

- Necesito más tiempo

- El te dió una orden

- No la estoy desobedeciendo. Necesito ver a mi hermana.

- No es mi asunto, ni el suyo. Ni el tuyo ahora. Cuando el llama se le responde, ¿entendido?- mira mi apariencia antes de hablar- Vístete, no tardes.

- Bien-comento dejándolo pasar- por si quieres comprobar lo que hago.

El entra y cierra la puerta, me sigue en todo momento. Sin embargo, solo me preocupo por mi. Abro el armario y consigo ropa: camisa roja, unas botas de mi esposo y unos jeans pegados, el chófer de Leonardo me mira en todo momento y no me importa en lo absoluto.

Me desenredo mi cabello y termino amarrandolo en una coleta alta, agarro el teléfono del cuál sabe Leonardo y luego camino con el chófer, el no me habla en todo el camino.
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Maldigo a la hora en que no puse resistencia.

Estoy frente al MALDITO BAR.

Deseo, mejor dicho, quiero matarme en estos mismos momentos. Vine al punto de retorno, con los mafiosos, su seguridad y posiblemente con conocidos.

El chófer sale y me abre la puerta, comienzo a hiperventilar pero el no puede saberlo, no puedo dejar que me descubran.

-¿Es necesario estar aquí?- pregunto tratando de calmarme

- El jefe está aquí y aquí te quiere ver.

- Odio los bares, ¿no puede ser en una plaza?

- Athía sal. No me hagas sacarte a patadas.

Me quedo en silencio, el teléfono suena y sé que es Leonardo. Nadie más tiene este número. Contesto.

- Baja del puto auto, no tengo todo el día.

- No quiero entrar a un bar rodeado de asesinos.

- Cuando te pregunte lo que quieres me contestas, ahora no te estoy preguntando.

- Como si alguna vez fueras a hacerlo.

- Athía, no me hagas arrastrarte hasta donde estoy. Ven ahora. Deja tu rabieta.

- No es una rabieta.

- Me estás haciendo enojar, así que si lo es.

Le cuelgo y lanzo el teléfono en el auto. Vuelve a sonar pero lo ignoro. Cierro los ojos respirando profundo. Me recompongo y cuando siento que estoy lista decido bajar del auto.

El chófer camina alfrente en cada momento, al entrar hay varios conocidos pero ni siquiera miran en nuestra dirección. Estaban asustados.

Los mafiosos estaban al fondo, Leonardo tenía su celular en la oreja pero cuando me ve lo guarda, Fabien estaba contando las balas de su arma con indiferencia, todo esto parecía aburrirle.

Entre Ellos [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora