Capitulo 31

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Cinco años después…


Natalie…


―¿Iras a la fiesta de Rodrigo?.

―No lo sé, todo depende de si tengo o no guardia ―dije alistando mis cosas para el trabajo.

―Pero intentarás ir ¿Cierto?.

Fry no dejaba de insistir desde hace unos días con que no la dejara sola, que fuera con ella a esa fiesta, que por lo menos le diera un día, pues la fiesta es de su novio y era obvio que quisiera ir, pero yo no sabía bien si podía o no ir.
A veces parecía más mi pareja, que mi mejor amiga, aún que según ella, solo cumplía su función como tal, pues así funcionaban o algo así.

―Ándale, Nat. Dijiste que irías, además Genaro me prometió que iría también.

―Él te lo prometió porque no trabaja hoy, pero yo sí Fry. ¿O quieres que te recuerde que tú también trabajas hoy?.

Hizo mala cara y rodo los ojos.

―¡Ya lo sé! ―dijo con desdén―. ¿Desde cuándo te volviste una aguafiestas?.

―Desde que tengo que pagar las cuentas, y si no trabajo no tengo quien me las pague.

―¿Insinúas que…? ―dijo enarcando los ojos.

Fruncí los hombros divertida.

―Yo no dije nada, yo solo dije que teeengo, que trabajar ―hice gran énfasis en “tengo”.

―Te recuerdo, querida amiga, que las dos pagamos este piso, y si no trabajamos las dos, no pagamos las cuentas ―respondió ofendida.

―Lo ves, me acabas de dar la razón.

―¡Aaaah, perooo… tenemos que divertirnos también Nat, no todo son cuentas! ―su cara se arrugo ante el puchero. 

―Lo sé, Fry, pero aún no se si tengo guardia, ayer salí temprano y no sé si eso haya querido decir que hoy no salgo, sino hasta mañana ―respondí divertida ante su gesto―. Pero mira, si no tengo guardia, te mandó mensaje para pasar por ti y venirnos a cambiar y que luego pase Genaro por nosotras. ¿Te parece? ―dije tomando las llaves de la encimera.

Su sonrisa se ensanchó poco a poco y asintió emocionada.

Vivir con Fry estos últimos años a sido una aventura, desde el día que salí del hospital hace cinco años, hasta el día de hoy; se ha encargado de hacerme vivir cosas que jamás me imaginé hacer, como convencerme a ir con ella y los demás, a unas carreras clandestinas, escaparnos con los chicos un fin de semana a la playa, mentirle a mis papás que iría a casa de Fry e irnos a fiestas; solo querían que me olvidara de todo, así que hacían todo lo posible porque saliera ―aún si eso implicará desobedecer a mis padres―, y no me encerrara como yo quería, pues en algún momento, llegó cierto pánico a mi pequeño ser y pensaba que si salía, me lo encontraría de nuevo en el lugar menos esperado y me volvería hacer lo mismo, a pesar de saber que se encontraba preso, el miedo se apoderó de mi.

Cuando salí del hospital, estuve en revisión un año más. Me tenían que hacer pruebas de VPH y de VIH, tenían que checar mis senos, entre una y mil cosas más.

Durante el primer año todo fue increíblemente pesado, Frida y yo nos mudamos a un pequeño departamento, cerca de la universidad, pues después de salir, me convencieron de no dejar pasar más tiempo para terminar mis estudios, además de que todo ya estaba pagado y había quedado en la universidad que quería y era probable que no volvería a pasar, así que si, tomé fuerzas donde pude y accedí a entrar justo con Fry, como ya lo habíamos planeado. Me sirvió mucho de distracción, hasta que, de alguna manera, se enteraron de lo que me había pasado, no se cómo, ni por quién se enteraron, pero bien dicen que la ignorancia es la peor enfermedad que existe y es cierto; hubieron muchos tipos estúpidos de la carrera de Fry y no solo sus compañeros ―aún que es algo ilógico, por ser de la carrera que eran, que pensaran así―, que le decían que se alejara de mi, que no compartiera nada conmigo, ni que me abrazara o tocará, pues le pasaría algún tipo de enfermedad o algo por el estilo, que porque esas cosas solo pasaban cuando te usaban sin parar.

¡Estúpidos!.

Unas cuantas tipas me veían como una fácil, me molestaban haciendo comentarios hirientes y estúpidos, como si yo me lo hubiera buscado. Y sin mencionar, que no faltaron los que me veían con lástima.
Lo único que deseaba era regresar a casa, pero también, no podía huir y dejar a Fry ahí botada después de que se dedicó a defenderme, que se dedicó a meterse en tantos problemas por mi culpa, ¡Claro!, lo hacía sin esperar nada a cambio, pero, yo no podía hacerle eso, aún que ella lo entendería si salía corriendo de ahí, yo no era capaz de hacerle algo así.

En general… todo fue complicado, entre regresar a las citas en el hospital, el psicólogo, tolerar la escuela, lidiar con las pesadillas cada noche, sanar sin llevarme a nadie conmigo, hacer que mis padres no se preocuparan de más, odiaba verlos disimular frente a mi, pero odiaba aún más verlos sufrir por mi culpa.

En fin… “un año de perros”.

Y bueno, después de terminar la universidad, regresamos a casa, pero, no precisamente con nuestros padres, rentamos nuestro departamento, que por cierto, Frida lo llamaba “nuestro nidito de amor”, pues con nuestros novios o sin ellos, siempre había amor entré nosotras ―a veces los vecinos nos miraban raro cuando nos los encontrábamos en el elevador o los pasillos―. Después de conseguir nuestro departamento, entré a trabajar en la SEMEFO, al principio fue un poco aterrador, pero me gustaba todo lo relacionado con mi carrera, así que tuve que acostumbrarme. Frida entró a trabajar como paramédico, casi siempre iba al hospital de Genaro, era el hospital más cercano, así que permanecían en constante comunicación y eso nos hizo más cercanos a los tres, aún que no solo fue el hospital lo que nos mantuvo unidos, aún que si fue una de las razones.

La voz de Fry me devolvió de mis recuerdos.

―¿Me estás escuchando? ―preguntó con el ceño fruncido.

―Este… si.

―Bueno, haré como si te creyera  ―puso los ojos en blanco y continuo―. Entonces ¿Vendrás por mi? ―dijo mientras me entregaba el casco.

Le puse mala cara y encogió de hombros divertida.

―Esta bien, esta bien ―espetó, tratando de aminorar mi disgusto―. Pero no te olvides de mandarme mensaje para saber que sucedió.

Dicho esto, me dio un beso rápidamente en la mejilla y salió corriendo hacia la entrada de su trabajo.

Luego de unos minutos llegué yo al mío, no había mucho movimiento cuando entre a recepción y aún que eso parecía bueno, no aparentaba buen augurio.

―Buenos días Rosa, ¿Cómo estás? ―pregunté apenas la recepcionista alzo la mirada cuando entré por la puerta.

―Hola, Nat. Buenos días ―se levantó de su lugar y rodio su escritorio para saludarme con un sonoro beso en la mejilla―. Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Tú cómo estás?.

―Yo muy bien, amanecí de buen humor ―reí un poco y ella no tardó en reír también.

―Por cierto ―me tomó de las manos, alejándose un poco de mi―. ¡Que linda te vez hoy! ―dijo echándome una ojeada de los pies a la cabeza.

Me sonroje y le sonreí apenada.

―¿Crees?.

―¡Claro!. Eres muy linda y con esos tacones y… esos jeans, es inevitable verte ese trasero desde donde te encuentres.

Solté una pequeña carcajada y le di un abrazo corto antes de irme a la sala y cambiarme la ropa por el uniforme.

Dio la hora de comer y mi jefa llamó a la puerta.

―Hola, Natalie. ¿Puedo pasar?.

―Claro que si.

―¿Iras a comer? ―preguntó apenas entró.

Dejé mis herramientas y pasé por su lado para tomar unos papeles de la mesa de metal.

―Si, estaba apunto de salir, solo llenó unos papeles y listo ―asintió y miró el reloj de su muñeca.

―No quiero quitarte más tiempo, así que iré al grano ―por su tono, me alarmó un poco―. Revise la lista de guardias y tú fuiste la única que se quedó la semana pasada por los que descansaron ese día, así que tú guardia se pasa para mañana y tu descanso sería para pasado mañana. ¿Esta bien?.

Asentí algo aliviada, ya que no se trataba de nada malo. Sonrió antes de salir por la puerta donde entró, y se marchó.

Tomé mi celular, y busque entre los contactos, el de Fry. Escribí rápidamente y al instante en qué lo envié, recibí su llamada.

―Se nota cuánto trabajas ―dije apenas descolgué la llamada.

―Olvidaré tu comentario solo por lo feliz que estoy. Así que, después de salir del trabajo, iremos de compras.

―¿Y se puede saber de dónde sacaremos el dinero para ir de compras? ―pregunté apenas salí del edificio.

―¿Recuerdas a mi padre?.

―Si.

―Bueno, pues desde que se divorcio de mi madre, ella y él, han intentado compensar todo el daño que me han causado. Y según ellos su mejor manera para hacerlo, es depositarme una gran suma a mi cuenta de cada uno.

―Ahora entiendo porque cuando no podía darte para el piso, no te enojabas.

Eso era más para mí que para ella, pero se me salió decirlo y ella solo río al escucharme.

―Si no lo gastaba contigo, ¿Con quién más lo hubiera hecho?.

―Lo siento, no quise decir eso.

Volvió a reír, pero está vez fue una risa amarga y solo pude pensar que su cara se había entristecido.

―Pero sabes que… si quieres gastar ese dinero en mi, no me opondré, quién soy yo para negarte ese gusto ―solté para alegrarla un poco y funcionó.

―¡Solo déjate consentir, esta noche Genaro babeara como nunca!.

―Okey, tus ideas a veces me resultan extremas e incluso me dan miedo. Pero está noche soy toda tuya.

Colgamos a la vez luego de decirnos cuanto nos amábamos y que nos veríamos en un rato, estaba emocionada por salir e ir a esa fiesta.

Cuando nos fuimos a la universidad, sus padres comenzaron a discutir por cosas tan estúpidas, por cosas triviales e incluso tomaban como pretexto a su propia hija, y para ella, se le hacía tan difícil soportar con tanto, era obvio.
Se solían comportar como unos escuincles que solo se peleaban por el control remoto, pero en este caso el control remoto, era Fry, y para ella era inmensamente pesado escucharlos todos los días por el teléfono, que si quería estar con su padre después de saber que había engañado a su madre o que si quería ir con su madre después de descuidar a la familia y haberlo orillado a engañarla. En mi opinión, eran una basura de personas, poner a su hija en medio para que tomara partido y que sea cual fuera su decisión, la odiarían por elegir a cualquiera de los dos. Entre lo mío y lo que le pasaba con sus padres, siempre se mantuvo en pie, apoyándome y haciéndome salir adelante, además de hacerme reír y hacerme la vida más aminorada. Cuando me enteré de lo que le pasaba, hacía lo que fuera para que se distrajera de una u otra forma, y luego de tantas cosas descubrí que las compras la mantenían distraída y dejaba de pensar en todo aquello que la hacia ponerse mal.
Así que está tarde, no sería diferente ―aun que el dinero no fuera mío, ¡Claro¡―, haré que se le olvide todo y que se la pase de lo mejor posible, así terminé con dolor de cabeza y piernas tras recorrer todas aquellas tiendas del centro comercial, vale la pena.


***


Tras recorrer la primer tienda Fry ya llevaba colgadas tres bolsas en cada mano. Yo solo la miraba preocupada, ya que nos faltaba más de la mitad del centro y si comenzamos así, no me quiero imaginar cómo terminaríamos al salir.

―¿Estás segura que no te gusto nada de aquí? ―preguntó entusiasmada mientras caminábamos hacia la siguiente tienda.

―¿Eh? ―respondí luego de regresar en si.

―¿Qué si no te gusto nada de la tienda?.

―Ah… no, ya sabes que no soy muy fan de ponerme cosas muy pequeñas o escotadas.

Esta río y asintió al instante.

―Lo sé, pero ya te he dicho que te quedarían de lo mejor. Tú cuerpo a cambiado de una forma espectacular, y no lucirlo, sería un verdadero desperdicio.

Me miré a mi misma por los cristales de los locales y si, no estaba tan equivocada, los últimos años me han sentado de la mejor forma, he adelgazado bastante, mi clóset lo he cambiado un par de veces y si me pusiera a comparar la ropa de mi yo de antes, con mi yo del presente, habría una inmensa diferencia, tal, que no me creería que soy la misma persona.

―…mmm no lo sé.

―Piénsalo, tienes todo un centro comercial ―me guiño un ojo y me jalo con ella hacia la siguiente tienda.

Aproximadamente tres horas después, nos encontrábamos en el área de comida, pues luego de recorrer las tiendas, mi estómago pedía un descanso para comer.

―Por cierto ―corto Fry el silencio entre nosotras mientras checábamos el menú―, en unas semanas es tu cumpleaños. ¿Qué vas a querer que hagamos? ―dijo vagamente.

Me lo pensé un instante y encogí los hombros.

―No lo sé, la idea de cumplir veinticuatro, no me hace mucha gracia.

―¡Ay mi abuelita, chula! ―soltó la carta de sus manos y me estrujó con una sonrisa de oreja a oreja. Muy divertida por la situación.

Le puse mala cara y me zafé de su agarré.

―Babosa ―dije entre dientes causándole una risita burlona.

―Yo sigo siendo toda una joven, que disfruta de la vida. No como tú, que ya eres una anciana de casi veinticuatro años que no le gusta ir a fiestas y que es una amargada.

―¡Cálmate, niña! ―dije sarcástica―. Te recuerdo que solo soy un año mayor que tú.

―Pero muy mayor… ―y una risita salió de mis labios, haciendo que ella soltara una carcajada.

Luego de comer y charlar un rato sobre la fiesta que planearía, terminamos de recorrer las tiendas que nos hacían falta y fuimos a casa.

"Otra historia de amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora