Capítulo 11

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"Primera cita"
(Parte 2)


Álvaro...

Subimos al carro luego de despedirnos de su mamá, quién por cierto me callo muy bien, se ve muy buena persona y muy linda.

Nat en el asiento del copiloto, se veía nerviosa, tenía la mirada clavada en sus manos que tenía en su regazo. Para ser sinceros, yo estaba igual que o peor que ella.

―¿Te sientes bien? ―inquirí sin quitar la mirada del volante.

―Si ―contestó volteándome a ver rápidamente.

―Hoy la feria estará a reventar, pero espero que podamos subir a todos los juegos ―hablé intentando aminorar el ambiente, encendí el coche y comencé a manejar hacia la feria. La casa de Nat estaba algo retirada, pero valió la pena cada kilómetro recorriendo.

―Subiré a todos, menos los que tengan que ver con alturas.

―¿Por qué? ―dije volteándola a ver de reojo.

―No me gustan las alturas y no es para que te rías ―dijo sonriéndome.

―¿Pero por qué te da miedo las alturas? ―pregunté divertido.

―Una vez, cuando estaba chiquita, estábamos en el kinder, mis hermanos ya iban en la primaria y yo no recuerdo si iba en segundo o tercero de kinder. Pero en fin, estábamos en la resbaladilla jugando mis hermanos y yo a que el piso era lava mientras esperábamos a que mamá hablará con una maestra sobre unas cosas.

―Ajá ―musité alentándola a que siguiera. Estaba algo impaciente por saber que paso después. Me miró mal y se río.

―Sé que contarte esto será causa de burla. Pero pues ya abrí la bocota.

―Exacto, continúa ―le sonreí angelicalmente y ella me miró con los ojos entrecerrados y asintió divertida.

―Bueno pues nuestro juego consistía en que nos teníamos que cambiar de juego sin tocar la tierra, había unas llantas de carro enterradas, así que por ahí podías pasarte a los columpios o al pasamanos ―explicó―. Así que bueno, a mí se me ocurrió subirme por la lámina de la resbaladilla y a mi hermano el de en medio, se le ocurrió subirse por la escalera, haciendo que cuando yo llegara a dónde uno se sienta para aventarse, me diera la vuelta según yo para volver a bajar resbalándome, fue pésima idea, porque se me atoro mi piecito en una de las orillas al apenas darme la vuelta, haciendo que callera por uno de los lados.

―¿Y qué hicieron tus hermanos?.

―Estaban muertos de la risa porque mi caída la amortiguó el lodo. Caí de pura cara en el lodo.

Comencé a reírme a mitad de su explicación y cuando termino, yo solté la carcajada, ganándome un golpe en el brazo de su parte.

―Amor, tienes que admitir que fue chistoso. Yo no estuve ahí pero con solo imaginármelo es lo máximo ―dije aún riendo. Me miro sorprendida y luego se río también asintiendo. No había entendido porque su sorpresa hasta que una vocecilla en mi cabeza me dijo que le había dicho amor sin pensarlo.
Preferí no decir nada y seguir riéndome de su anécdota.

―Fue chistoso hasta que fue mi mamá a levantarme y a quitarme el lodo de la boca y de la nariz porque no podía respirar. Pero se no río, al menos, no antes de asegurarse de que no me hubiera roto nada, ya cuando se asuro de ellos, me vio a la cara toda negra de lodo y se boto de la risa, y yo a llorar por la vergüenza y el panzazo que me metí, ya después me reí llorando, pero eso no le quita lo vergonzoso. Pero gracias a eso, le temo a las alturas.

Me carcajeé con más ganas y ella me soltó otro golpe en mi brazo riendo también. Luego de un rato más riéndome de ella y ella queriéndome callar, llegamos al estacionamiento de la feria, fue un tramo bastante corto con tanta risa, tanto así que no me había dado cuenta cuando llegamos. Aparque el coche y me apresuré a bajar para poder abrirle la puerta a mi hermosa copiloto.

―Llegamos ―dije ofreciéndole mi mano.

―¡Gracias, caballero! ―dijo al tomarla.

―¡Por nada, señorita! ―respondí y no pudo evitar sonrojarse, y una estúpida sonrisa apareció en mis labios al verla rojita. Quién me viera haciendo estás cosas, no me lo creerían.

Cerré la puerta del coche y nos dispusimos a atravesar el establecimiento, con ella agarrada de mi brazo. Era muy chiquita a mi lado, apenas me llegaba al pecho. Cuando se enojaba, de en vez de darme miedo, me provocaba ternura. Parecía un pequeño gremblin.

Cuando llegamos a la entrada de la feria, había demasiada gente, ¡Tanta!, que en cada juego por lo menos había una fila de 50 personas o más, o al menos en los juegos divertidos. En los demás habían más niños esperando su turno, pero no eran los que me gustaban.

―¿Por dónde quieres empezar? ―pregunté mirando a todos lados, intentando buscar algo divertido que no fueran canicas o pescar.

Tomó mi mano y comenzó a jalar de ella sin contestar a mi pregunta. La miré extrañado, aún que divertido a mitades iguales. Parecía niña chiquita.

Miré nuestras manos entrelazadas, y no pude evitar ver qué encajaban a la perfección. Se sentía increíble todo esto, se sentía tan natural, tan sencillo, como si todo esto se hubiera dado desde hace años. Ella lo hacía tierno, lleno de tantas emociones, me hacía sentir vivo.

"Otra historia de amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora