Capítulo 3

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"La cafetería".

Natalie...

Luego de que Frida se pudiera desahogar, entramos a su casa por fin, por dentro era igual de bonita que por fuera, pero apenas entré, se sentía fría, sin calidez y entendía muy bien el porqué, solo era una casa donde sus dueños la usaban como dormitorio, donde una chica se paseaba por sus pasillos deseando un verdadero hogar.
Subimos las escaleras hasta el tercer piso, ahí se encontraba la habitación de Frida, era enorme, su habitación abarcaba lo que era todo el piso. Si le agregábamos una cocina, ya era un departamento completo. Tenía una salita con una mesita de café en medio, la televisión era enorme y colgaba de la pared. Tomé asiento ahí en lo que ella se arreglaba el maquillaje, encima de la mesita, había fotos de quienes suponía, eran sus padres, de ella cuando era pequeñita, y había una en específico que llamó mucha mi atención, la tomé entre mis manos y la More detenidamente. Era ella de pequeña, con una señora de unos cincuenta años. Se veía feliz, genuinamente feliz.
La dejé en donde estaba, y mejor me puse a ver la tele.

Cuando salió del baño, ya arreglada de nuevo, nos pusimos en marcha, pues ya se nos había hecho un poco tarde para ir a la cafetería.

―¡Buenas tardes, señoritas!. Mi nombre es Benjamín, ¿Puedo ayudarlas en algo? ―dijo un joven no mayor de veinte años que nos intersecto al entrar a la cafetería.

―Hola, Ben. Una mesa, por favor ―con una sonrisa mencionó Frida.

―Claro que si. ¡Síganme, por aquí! ―dijo Ben, guiándonos a una mesa, al fondo del local.

―¡Gracias! ―dijimos al mismo tiempo Frida y yo, lo cual nos causo gracia.

―En un momento tomo su orden.

Asentimos y comenzamos a ver el menú, pues aún no llegaba Santiago y su acompañante. Pasaron nos minutos y regresó el joven con una libretita y una pluma en mano.

―¿Han decidido qué van a ordenar señoritas?.

―Yo pediré un frappe de moka con poca canela y muchas chispitas de chocolate ―ordenó Frida muy feliz.

―¡Okey!. ¿Y usted señorita? ―me preguntó Ben, con una sonrisa.

―Igual, un frappé. Pero de galleta oreo, sin canela y poca azúcar, por favor ―este hizo un movimiento de cabeza afirmando. Sonriendo, desapareció para ir por nuestro pedido.

―¡Está lindo!. ¿No lo crees? ―inquirió con una sonrisa coqueta, le sonreí y le dije que si.

Empezamos a platicar en lo que esperábamos que nos trajeran nuestro pedido y en lo que esperábamos a que llegara Santiago. Pensamos que ya había llegado cuando vimos que hora era, pues nos tardamos más de lo que pensamos en salir de la casa de Frida, pero cuando llegamos, aún no había nadie, según su mensaje, era porque había demasiado tráfico y por eso su tardanza.

Mi teléfono comenzó a sonar, espantándome por la vibración. Saqué mi teléfono de mi chaqueta y miré quien llamaba, me levante de la mesa y le dije a Fry que ya volvía, ella asintió y me terminé de retirar de la mesa.

―¿Dónde estás hija? ―preguntó apenas conteste la llamada.

―Venimos a una cafetería del centro ma, ¿Pasa algo? ―pregunté algo preocupada.

"Otra historia de amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora