capítulo 05

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Al abrirla, se encontró de frente con su mejor amigo, Ron, y su esposo, Blaise, que estaban acompañados de su pequeño hijo, James. La escena era una mezcla de sorpresa y disgusto; los rostros de ambos hombres reflejaban una creciente impaciencia y preocupación.

La imagen lo llevó de regreso a un recuerdo vívido: él, sentado en un rincón solitario, hablando con su patronus, una luz brillante en medio de la oscuridad. Había estado suplicando en su mente que Ron y Draco vinieran a buscarlo, deseando compañía y al mismo tiempo sintiendo que la soledad era su refugio. Ahora, mirando a sus amigos, la contradicción de sus sentimientos se hizo evidente.

—¡Papi! —grita el pequeño James, lanzándose hacia su padre en un abrazo que lo toma por sorpresa. Harry, con dificultad, logra sostener a su hijo mientras trata de ocultar cualquier síntoma de su cansancio, esperando que el niño no note el olor a agotamiento que lo rodeaba.

—Te ves mal, compañero —ríe Ron, levantando las bolsas de comida que trae consigo—. Esto te subirá las energías.

Los ojos de Harry se agrandan al ver las coloridas bolsas llenas de deliciosos platillos. De repente, su sueño y su melancolía se desvanecen, como si la presencia de su hijo y el banquete a la vista lo revivieran. Con una sonrisa renovada, se hace a un lado para permitir que Ron, Blaise y James entren a la casa. Una vez dentro, el ambiente se llena de risas y el aroma tentador de la comida; era justo lo que necesitaba para alegrar el día.

—Vamos, pequeño, ayúdame con esto —pidió Ron con una sonrisa, señalando las bolsas de comida. James, al principio dudoso y mirada titubeante, buscó la aprobación de su padre. Sin embargo, al escuchar que su papi necesitaba hablar un rato con el tío Zaza, la curiosidad y la emoción se apoderaron de él.

—¡Sí! —exclamó el niño con entusiasmo, soltando a su padre y corriendo tras su tío Ron hacia la cocina, donde el aroma de la comida comenzaba a llenar el aire.

El último en atravesar el umbral fue Blaise, que lo observó con una intensidad que lo hizo sentir expuesto. Sus ojos parecían desentrañar sus secretos más profundos, esos que Harry apenas se atrevía a reconocer. Sintió un nudo en el estómago mientras respiraba hondo, cerrando la puerta detrás de él. Era hora de dejar de esquivar la realidad.

Mientras Ron se afanaba en abrir las bolsas y organizar los platillos, con James ayudando con una energía inagotable, Blaise se acercó a Harry con un vaso de agua en la mano.

—Estás lamentable, amigo —dijo, su tono destilando preocupación y aceptación—. En serio, no has cambiado nada desde anoche. Ni siquiera te has dado un baño. Cochino.

Harry aceptó el vaso y se lo tomó de un solo trago, apreciando la frescura del líquido, aunque en su mente resonaba la cruda verdad del comentario de Blaise. Frunció el ceño, conectado con la incomodidad de su propia realidad; el olor a alcohol lo seguía, como si fuera un fantasma de sus decisiones recientes.

—Dame unos minutos —respondió, la voz casi apagada en su garganta. Sabía que necesitaba limpiar no solo el sudor y el hedor de su cuerpo, sino también despejar su mente y sus emociones. La presión del tiempo parecía aplastarlo, pero en el fondo deseaba que sus amigos estuvieran allí para ayudarlo a salir de ese bache del que le costaba tanto escapar.

Ambos asintieron en silencio, y Harry, reuniendo todas sus fuerzas, corrió escaleras arriba. Se dio una buena ducha, sintiendo cómo el agua caliente arrastraba consigo el cansancio y la culpa. Se vistió con cuidado, eligiendo una camisa limpia y unos pantalones que solían hacerle sentir un poco más como el hombre que quería ser. Estaba decidido a tener una cena agradable con su hijo.

A través del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora