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Troya y Clarissa Fray estaban junto a su amigo Simon Lewis en la fila de uno de los clubes más conocidos de Brooklyn. La mayor de los tres estaba viendo todo a su alrededor con un poco de nerviosismo, no era mucho de salir de su casa, siempre terminaba teniendo malas experiencias.
-Sin duda estás de broma. - logró escuchar decir al gorila de la puerta del bar mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. -No puedes entrar con eso ahí.- el hombre le dijo a un chico de chaqueta roja.
-¿Qué sucede? .- Clary le susurró a su hermana mayor que estaba viendo el leve altercado fijamente.
-El chico vino con un estúpido juguete.- La chica se encogió de hombros.
Ambas chicas se quedaron mirando al chico de cabello azul que explicaba su disfraz hasta que el hombre en la entrada lo dejaba pasar.
-Lo encontraron atractivo. - Dijo Simon en tono resignado -¿Verdad?.
La pelirroja le clavó el codo en las costillas, pero aún así no respondió.
En cambio Troya no despegó la vista del muchacho, había algo en él que no le cuadraba del todo.
Cuando fue su turno en la fila para acceder al lugar, Troya se puso un tanto nerviosa pero aún así entró junto a los menores. El club estaba lleno de hielo seco. Luces de colores recorrian la pista de baile, convirtiendola así en un magico lugar repleto de tonos brillantes, azules que ayudaban para ver un poco mejor cuando el amarillo se cruzaba por sus ojos y la segaba por momentos, El rosado hacia ver todo un poco mas claro sin que el dolor invadiera sus retinas. Un sin fin de personas bailando, pegando sus cuerpos con los de extraños, prendas de cuero y seda resaltando, algunas personas mostraban más piel que otras, algunos se movían con sensualidad en la pisa, otros solo se dejaban llevar y resaltaban más sin siquiera intentarlo, franjas de piel descubierta brillaban al estar cubiertas de sudor, aparecían y desaparecían cada que se movían, las mujeres agitaban sus largas cabelleras disfrutando de la estruendosa música que a ella no le causaba más que jaqueca. Hombres movían sus caderas cubiertas de cuero al compás de la música como si fuera algún ritual de apareamiento para cualquiera que los viera.
-Bien.- A duras penas escuchó la voz de Simon a través de la música. - una música bastante buena ¿no?
Clary le sonrió y asintió con la cabeza, en cambio Troya lo ignoró. Ella seguía viendo al chico de la entrada, no le atraía de la manera en la que Simon lo sugirió. El chico le recordaba a algún tipo de felino salvaje cuando lo vio caminar tras una chica que desprende belleza por cada uno de sus poros. Era pelinegra, al igual que ella, su cabello le llegaba hasta la cintura. Tenía un vestido largo blanco de encaje que le hacía recordar las tardes que pasaba con su madre viendo películas románticas antiguas donde las protagonistas se vestían así reflejando pureza e inocencia.