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El apartamento de Madame Dorothea parecía tener más o menos la misma distribución que el de Troya, aunque la mujer había hecho un uso diferente al espacio. El vestíbulo, que apestaba a incienso, estaba adornado con cortinas de cuentas y posters astrológicos. Uno mostraba los signos del zodiaco; otro, una guia de los símbolos mágicos chinos, y otro más, una mano con los dedos desplegados, cada línea de la palma cuidadosamente etiquetada. Por encima de la mano aparecían, escritas en latín, las palabras "In manibus fortuna" Estantes estrechos, que contenían libros apilados, cubrían la pared situada junto a la puerta.
Una de las cortinas de cuentas repiqueteó y Madame Dorothea asomó la cabeza a través de ella.
-¿Interesada en la quiromancia? - dijo, reparando en la mirada de Troya.
-Simplemente soy chismosa. - Le dijo con una sonrisa afilada.
-¿Realmente puede decir el futuro? - Clary a su lado, le preguntó a la mujer.
-Mi madre poseía un gran talento. Podía ver el futuro de un hombre en su mano o en las hojas en el fondo de su taza de té. Me enseñó algunos trucos. -Transfirió su mirada a los otros chicos. -Hablando de té. ¿Quieren un poco?
-¿Qué? - preguntó él, con aspecto turbado.
-Té. Encuentro que sirve a la vez para sentar el estómago y para que la mente se concentre. Es una bebida maravillosa.
-No, gracias. - Troya declinó la oferta.
-Yo tomaré té. - Clary a diferencia de su hermana, aceptó.
-De acuerdo, con tal de que no sea Earl Gray. - Jace sucumbió arrugando su fina nariz. -Odio la bergamota.
-¿Estás segura de que no deseas nada? - Madame Dorothea miró a Troya otra vez. La pelinegra sacudió la cabeza arrepintiéndose al instante cuando otra punzada la azotó.
-Si tiene algo que evite que mi cabeza explote, se lo agradecería mucho. -Por fin cedió.
Madame Dorothea rió socarronamente en voz alta y volvió a desaparecer detrás de la cortina de cuentas, dejándola balanceándose suavemente tras ella.
-¿Estás bien? - Jace tomó a troya por el hombro y acercó su rostro al de ella. -Te ves...
-¿Enferma? - Troya le dijo con una sonrisa, intentando ocultar el dolor.
-El iratze debía curarte. - Dijo él entre dientes, estaba un poco preocupado.
-Dudo que sea por culpa del repudiado. - Troya tenía un tono suave, estaba cansada, adolorida y no creía poder mantenerse despierta mucho tiempo. -Algo le está sucediendo a mi cabeza. -Le dijo. - Es como si se estuviera esforzando por algo. - sollozó cuando otra punzada la golpeó.