Fuera del Juego (#2 Golden State)

Capítulo Treinta y tres: Un hermoso despertar

Charlotte

Enero 26, 2018.

Oakland, California.

Despertar en los brazos de la persona que amas después de una noche maravillosa, son logros que pocas personas consiguen en la vida. Kayden es de las personas a las que le gusta abrazar cuando está dormido por eso es que no me sorprende amanecer encerrada entre sus brazos, con mi mejilla escuchando los latidos tranquilos de su corazón.

No tengo idea de que hora sea, ni cuánto tiempo llevo despierta. Lo que sé es que estar así con Kayden es un momento que me gustaría inmortalizar. Desearía poder detener el tiempo y quedarme entre sus brazos porque solo este hombre es capaz de hacer que todo lo malo desaparezca.

Cualquier sentimiento de culpa, cualquier pensamiento pesimista, cualquier preocupación. Con Kayden a mi lado siento que todo en el mundo tiene solución y respuesta.

Lo abrazo con fuerza como si este momento pudiera terminarse en cualquier momento.

—Vas a asfixiarme — su voz ronca electrifica mi cuerpo. Elevo la vista, sin alejarme, para poder mirarlo a los ojos.

El placer de poder ver el rostro de la persona que amas desde el primer minuto del día. La satisfacción de sentirlo, piel contra piel, con los latidos de nuestros corazones mezclándose y las miradas lanzando chispas.

—Despertaste — deposito un beso en su mejilla. Una sonrisa se forma en sus labios antes de que abra los ojos —. Buenos días.

—Demasiados buenos — baja su rostro hasta unir sus labios con los mios en un suave beso —. Buenos días, dulzura.

—¿Dormiste bien?

—Fuiste lo último que vi, eres lo primero que mis ojos vieron y te tengo entre mis brazos. No me quejo en lo absoluto — me abraza con fuerza —. Desearía poder quedarnos así todo el día.

—¿En cama?

—Desnudos.

—¿Estamos desnudos? No me había dado cuenta — una lenta y deliciosa sonrisa empieza a formarse en sus labios.

Sé que no debería estar retando a un jugador mucho mas experimentado y bueno con Kayden, pero no puedo evitarlo. Perder contra él es igual de bueno que ganar.

—¿Ah no? — su voz es lenta, pero grave. Peligrosa.

El mensaje es claro tanto en su voz como en sus ojos.

¿De verdad quieres jugar?

Mi respuesta es una sonrisa inocente que desaparece en cuanto siento como una de sus manos se desliza por mi espalda trazando con sus dedos pequeñas caricias que bajan hasta donde esta termina. Los fuegos artificiales empiezan a encenderse en mi interior cuando esa misma mano se posa por completo en una de mis nalgas.

Lo escucho respirar con fuerza.

Sus ojos en ningún momento dejan los míos, y es así, con nuestras miradas entrelazadas que deslizo una de mis manos entre nuestros cuerpos, pasando mis uñas por su abdomen. Sonrío en el momento en que cierra sus ojos y respira con dificultad.

—Tu mano está en una zona peligrosa — susurra casi sin aire lo que me anima a deslizarla aún más hasta que me topo con un bulto que empieza a crecer.