10. Viaje a las estrellas (sin billete de vuelta)

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Taehyung continuaba mirando al techo de su habitación

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Taehyung continuaba mirando al techo de su habitación. Había sido así durante las últimas horas de su día, y del día anterior.

Ya era domingo y Jungkook había estado ignorándolo explícitamente. No salía de su cuarto a menos que fuera para comer o hacer algunas tareas, como poner lavadoras o limpiar el desastre que habían dejado en la cocina el día anterior. Taehyung había hecho guardia —sí, tan lamentable como sonaba— en la sala, mirando la tele hasta tarde, a ver si lograba pillar al chico en una de sus salidas y lo abordaba.

Jungkook no daba su brazo a torcer, sin embargo. No había aparecido por las zonas comunes mientras él estaba en ellas.

Para ser sincero, se estaba empezando a cansar. Taehyung entendía una negativa por parte de su mejor amigo, por Dios, le estaba proponiendo hacer algo que Jungkook jamás haría con nadie mientras estuviera comprometido, por más que él fuera su debilidad, pero no creía que fuera tan grave como para evitarlo y aplicarle la ley de hielo.

Taehyung intentó concienciarse a sí mismo. Se recordó que él, como el descarado que era, tendía a minimizar las consecuencias de sus actos y que Jungkook no era así. Jungkook siempre era lógico, el sentido común era su cualidad más predominante y su ansiedad nunca le permitiría hacer cosas incorrectas sin cuestionárselas antes.

Era así. Taehyung no iba a cambiarlo, no había forma de que lo doblegara más sin hacerle daño. Ya lo dejaba tocarlo, acercarse demasiado a él, incluso lo había besado, pero era todo lo que podría pedirle sin molestarlo de verdad.

Pero él era tan caprichoso. Taehyung se moría en vida a cada hora que el reloj marcaba. Estaban desperdiciando el tiempo, o eso sentía él. Cada minuto era un minuto en el que Jungkook seguía en ese cuerpo atrapado, sin disfrutarlo, pero tampoco poniéndole remedio e intentando volver a la normalidad.

Con ese pensamiento, se levantó de su cama y dijo basta. Se puso una camiseta cualquiera sobre su pecho desnudo, en un intento por ser más decente, y caminó por el pasillo hasta la puerta de su mejor amigo.

Tocó. Nadie contestó. No le importó y giró la manilla.

Era casi de noche. El sol de invierno se ocultaba sobre las cinco y media de la tarde, por lo que la luz del atardecer casi extinto se colaba entre las enormes ventanas de la habitación del pelinegro. Taehyung lo rebuscó con su mirada, encontrándoselo hecho un ovillo sobre la cama, con una manta cubriendo su cuerpo y un libro abierto a su costado. Tenía las gafas puestas en una mala posición y suspiraba con sus labios entreabiertos.

El ceño de Taehyung, que había estado fruncido durante todo el día, se destensó ante la vista y una sonrisa ladeada ocupó su cara. Se coló en la habitación sin hacer el menor ruido y observó a Jungkook de cerca, junto a su cama, con las manos escondidas en los bolsillos de su chándal, en un intento por detenerse a sí mismo de estirar los brazos y calmar el picor que sus dedos sentían por tocar al pelinegro por todas partes.

Si Fueras Una ChicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora