Epilogo: Tinta de acuarelas.

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La pintura del techo esta desgastada, el cigarro llega a su fin cuando exhalo la última bocada de humo que hay en mi garganta, incluso el vaso frente a mi está completamente vacío, quizá solo quedan unas gotas de licor.

Mikasa se ha hecho cargo de desaparecer absolutamente todo el alcohol de esta casa, incluso partió a la mitad cada cigarrillo que había en mi habitación, me está obligando a vivir en esta realidad a costa de mi voluntad.

Trago saliva y continúo mirando el techo de mi despacho, una lágrima solitaria escapa de mi ojo derecho.

Él me odia.

Tiene razón de ser, ¿No?

Después de todo fui yo el que destruyo su vida al mandarlo a aquel lugar tan lejano, con desconocidos, lejos de su mundo.

Nuevamente soy yo el error de su vida.

Pienso que quizás lo mejor hubiera sido que jamás lo hubiera adoptado, así el sufrimiento de ambos seria menos. No lo sé, nadie lo sabría, a fin de cuentas, las decisiones que uno toma son responsabilidad de cada quien, somos nosotros los únicos culpables de nuestras desgracias, somos nosotros quienes decidimos qué camino seguir.

Me pregunto porque me siento de esta forma.

Sé que hice lo correcto, si Eren permanecía a mi lado simplemente seguiría haciéndole más daño del necesario, eso no sería bueno para ninguno de los dos, sabiendo que estaba haciendo bien de todos modos me siento de la forma contraria, destrozado y débil, lamentando el haberlo alejado.

¿Cómo es que estará?

¿Cómo es que se siente?

¿Qué piensa?

Son preguntas que no puedo sacar de mi mente.

Está en un mejor lugar de eso no hay duda, no lo enviaría a algún lado sin saber de su paradero, sé que está bien, de forma económica, alimenticia, de manera material tiene absolutamente todo, pero de forma sentimental no puedo estar seguro, me gustaría saber al menos que quizá ha encontrado a otra persona, me sentiría alegre de saber que está feliz, que por fin me ha olvidado. Quizá sabiendo eso no me sentiría tan miserable. Incluso sabiendo que me odia no importaría si él está bien con alguien más.

La tarde esta fría, el invierno está llegando a su fin, pero aún está demasiado presente, el cielo tiene tintes grises, parece demasiado triste, no se ve ninguna nube a la vista, solo un montón de borrones mal hechos, como si se hubieran hecho sin cuidado o interés.

Hay un toquido en la puerta del despacho, no contesto, pero aun así se abre y Mikasa entra, lleva puesto un bonito abrigo que combina con las nubes de allá afuera.

—¿Cuánto tiempo llevas allí encerrado? —Pregunta nada más entrar y tomar asiento.

—¿Importa? —Respondo sin dejar de mirar el techo.

—Han pasado dos años. —Dice ella con semblante serio. —Podrías al menos fingir hacer otra cosa más aparte de encerrarte aquí.

Bajo la mirada hasta donde esta ella, me recargo sobre el escritorio y dejo salir aire de mis pulmones.

—Tanto tiempo. —Susurro.

El internado al que Mikasa fue tiene una escuela hermana en Francia, allí fue a donde envié a Eren, estando seguro de que surgiría el mismo efecto que hizo con ella.

—Dos años sin saber nada de él.

—Fue tu decisión, Levi, no sé porque te lamentas tanto. —Dice con molestia.

—Eso me pregunto yo.

Nos quedamos en silencio por un largo rato, de nuevo hay ese repiqueteo débil en el techo, la casa se vuelve demasiado fría en estas fechas, mis dedos tienen un ligero temblor, aprieto los puños hasta hacer que los nudillos me truenen.

—Él no te odia, jamás lo haría. —Ahora es ella quien susurra.

Levanto el rostro para observarla.

—¿Cómo lo sabes?

—¿Crees que un amor de diez años va a morir por uno de tus errores?

No contesto de inmediato.

—Él lo entiende. —Se recarga sobre el respaldo de la silla y se cruza de brazos. —Pero por el momento no quiere saber nada sobre ti, también necesita tiempo, lo heriste demasiado.

—¿Cómo lo sabes? —Repito casi con paranoia.

Suspira, su pecho sube exageradamente, contiene el aire en sus mejillas por un rato antes de decidirse a hablar.

—He ido a visitarlo un par de veces durante este tiempo, alguien tenía que estar al pendiente de él, al ver que tú estabas en pésimas condiciones después de que partiera pensé que debía ser yo, la tía Kushel no sabía nada y no quería preocuparla demás y aun así hizo un drama cuando se enteró. —Se detiene para ver cuál es el efecto de sus palabras en mí, después continua. —Me ha contado varias cosas y me ha pedido que no te dijera nada, de hecho, también me dijo que no te contara sobre mis visitas al internado, eso debía ser nuestro secreto...

—Pero él te odia.

—Lo hacía, ahora somos algo parecido a unos colegas o cómplices en tu contra. —Sonríe divertida. —No me considera una amiga ni nada parecido, dice que aún me tiene un cierto límite, pero me tiene confianza, al parecer necesitaba algo a lo que aferrarse para saber cómo actuar. La primera vez que fui a verlo estaba muy confundido y algo molesto, con el tiempo ha sabido cómo llevar las cosas, no ha sido fácil para él tampoco, pero está haciendo todo lo posible por ser alguien, aún tiene la esperanza de que tú... puedas cambiar de opinión, cree que si hace lo correcto algo puede cambiar.

Estoy a punto de llorar, escuchar eso hace que de alguna forma la pesada piedra que he estado cargando se haga más ligera, por fin me deja respirar, la cuerda apretada en mi cuello se afloja y me siento un poco más libre, tal vez nada ha cambiado después de todo.

—Me pide que le cuente sobre ti, dice que aquella vez en el aeropuerto parecía como si fueras a desmayarte, a pesar de estar consternado, vio como tu rostro había perdido el color, él piensa en ti todo el tiempo.

Supongo que a fin de cuentas las cosas no cambian.

—¿Por qué no me habías dicho nada?

—Él no quería que lo supieras y yo quería que sufrieras un poco por él.

Sonrió, supongo que es razonable.

Gracias por leer.

"Parlev"

Promesas de CrayónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora