🌹Color Carmín: Diversión.

32 10 0
                                    

Los días siguientes a la plática con Riko sobre el problema que se ha avecinado son demasiado ajetreados, entre mis exámenes finales, las constantes visitas no deseadas del abogado en cargo de los niños y de la insistente búsqueda a una respuesta a esto. Al final siento que tengo el cerebro frito. La semana corre de forma alterada, con los nervios de todos al borde de la locura momentánea.

Eren por otro lado trato de mantenerlo al margen de todo esto, estar alejado de tanto estrés, prefiero que él este metido en otras cosas, incluso lo he sobornado con botes de helado, tanto que por un momento creo que tendré que internarlo por sobredosis de helado. Creo que todo esto me está haciendo demasiado desobligado con el niño. Debo empezar a relajarme en ese aspecto.

Durante el sábado en la tarde Eren se la pasa viendo películas y comiendo papas con cátsup y queso, Mikasa se ha ido a casa de una amiga, así que por ese lado puedo estar en paz, ya que no habrá nadie para molestar al niño y no este llorando todo el tiempo por sus pesadas bromas. Aunque esta semana... ha estado demasiado tranquila, tal vez demasiado para mi gusto, simplemente se ha limitado a su propio espacio, sin decir nada o hacer nada fuera de sí misma, incluso ha dicho que esta liberada de todos sus deberes y sus vacaciones han empezado un poco antes que el resto de sus compañeros. Lo cual no sé si deba preocuparme o alegrarme del todo.

Aun así, con todo y todo, trato de mantener todo en orden y también mantener mi propia calma.

-Levi.

Alzo la vista del libro que estoy leyendo y veo al niño.

Primero... no sé si desmayarme.

Segundo... no sé si enojarme.

-Eren. -digo tratando de controlar la voz y contar hasta diez.

El chiquillo cara de pulga está lleno de lodo, tierra, apesta como nada, y está comiendo... una paleta de quien sabe de dónde ha salido, pero, sobre todo, tiene una maldita sonrisa que dice que está encantado con el aspecto que tiene, luego esta mi piso, lleno con sus huellas, no tiene ni media hora que limpie los azulejos.

Contar hasta diez no sirve, paso a contar hasta cincuenta, cien, mil, un millón... lo que sea...

-¿Dónde te has metido? Estás todo sucio. -digo apretando la mandíbula.

Él me da una de esas miradas inocentes, de esas que dicen que sabe lo que ha hecho, pero ruega que no lo regañe ni reprenda, aprieta la paleta entre sus dedos.

-Vi un gato, allá atrás, el gato me dijo que fuera con él. -aprieta los labios de manera inocente.

-Eren, los gatos no hablan.

-Ese si hablaba. -me reta con la mirada, tratando de convencerme de que en realidad ese gato hablaba.

-Ningún animal habla, no mientas, más importante... no toques nada. Iremos a bañarte.

-Pero yo no me quiero bañar. -se zangolotea molesto.

-Tienes que bañarte apestas y si estas así vas a ensuciar todo a tu paso.

Dejo el libro a mi lado y me levanto, él por su parte se hace hacia atrás, consiente de repente del peligro que puede estar presenciando.

-No, no me quiero bañar.

Grita y sin esperar otra cosa, se hecha a correr salpicando todo, paredes, muebles, objetos, todo a su paso...

-Eren... detente. Eren.

Esto de repente se convierte en una batalla por ver si entra o no a tomar un baño, Eren ríe y en un momento de distracción se mete a mi habitación y se esconde debajo de la cama, se tapa la boca para no hacer ruido como si eso impidiera que lo descubra de repente.

Promesas de CrayónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora