Capítulo 33

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Narra Kazutora:

Supe por Chifuyu que no sale de su habitación y solo ignora a todos encerrandose en su clóset.

Quise venir antes pero simplemente no podía, no sabía que hacer para ayudarle, hoy vine porque algo me impulsó a hacerlo. Al llegar a su casa su padre me recibió dejándome pasar a su habitación. Pude notar que también está su hermano quien no dijo nada al verme. Bueno es entendible igual el que no me diga nada.

Entré a su habitación buscándola con la mirada y al verla sentada a las orillas del balcón me asusté así que me acerqué a ella quien volteó a ver detrás suyo y al conectar su mirada con la mía pude notar sus ojos apagados.

—Toñito pronto iré a verte.— dijo con una sonrisa que activó todos mis sentidos y rápidamente la tomé entre mis brazos tirando a ambos al piso donde comenzó a forcejear para que la suelte.

—No lo hagas tonta, no quiero que te vayas.— dejó de forcejear y al verla me di cuenta que se desmayó.

—¡¡Hija!!— su madre apareció en el balcón y tomó su rostro entre sus manos revisando que esté bien. —¡Dios hija!—

—Acaba de desmayarse.— dije sentándome a un lado de ellas. Llegaron su padre y hermano a la habitación. —Intentó..—

—La vi desde el patio trasero y subí lo más rápido que pude.— me interrumpió mientras su marido levantaba a Rubí del piso para dejarla en la cama con cuidado mientras yo ayudaba a la señora Eli a levantarse. Me abrazó fuertemente llorando. —Dios. Gracias por haberla detenido.—

No supe que responder o que hacer, así que solo correspondí a su abrazo. Llamaron a un doctor para que la revisara y mientras lo hacía yo esperé abajo sentado en el sofá. Me quedé por petición de la señora Eli.

Sus ojos ya no tienen el mismo brillo que solían tener, ahora están apagados y acompañados por sombras negras al rededor de sus ojos, tiene los labios resecos y partidos, su cabello es un desastre. Ya no queda nada de esa Rubí que conocí. No me gusta verla así.

Media hora después sus padres bajaron acompañando al doctor a la puerta y al volver la señora Eli se sentó al otro lado del sofá llorando y su marido la abrazó fuertemente consolandola.

—Gracias por..— comenzó a hablar el señor Hatori.

—No hace falta que agradezca.— lo interrumpí, de ser necesario lo haría un millón de veces más pero no quiero que me agradezcan. —¿Cómo se encuentra Rubí?—

—Está débil por no haber comido hace días por eso su desmayo.— contestó la señora Eli limpiando sus lágrimas. —Se que le duele mucho su partida pero jamás me imaginé que hiciera algo así.—

—Ya sabemos lo impulsiva que puede llegar a ser. Y más si se trata de su abuelo.— contestó su esposo.

—¡¡Que te vayas!! ¡¡No quiero ver a nadie!!— estaba por preguntar si podía subir a verla pero el grito de Rubí me interrumpió y todos subimos rápidamente a verla.

—Por favor Rubí no puedes estar toda tu vida aquí encerrada.— su hermano intenta acercarse a ella pero Rubí solo da pasos hacia atrás.

—Dije que no quería ver a nadie. ¿Que es lo que no entienden? Quiero estar sola. Fuera.— nos echó parándose en la puerta. —En especial tú, vete.— me señaló mirándome molesta.

Me molesta verla así y más porque se comporta como una niña caprichosa.

—No me voy a ir.— me acerqué a ella molesto logrando que retroceda a cada paso que doy hasta que chocó con su escritorio.

—No te acerques.— advirtió molesta tomando una botella vacía de su escritorio apuntándome.

Se la quité de las manos como si nada e intentó quitarmela de nuevo comenzando a forcejear pero tiré la botella y quiso ir por ella pero la detuve de los brazos.

Ojitos Lindos - Kazutora HanemiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora