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Al día siguiente fue exactamente igual, hasta que llegó las once y punto de la mañana. El moreno apareció por la puerta con una brillante sonrisa en sus labios, mientras caminaba hasta mi. Vestía un terno en colores grisáceos con una camisa blanca mangas largas y pantalones del mismo color del terno.
Un suspiro salió de mis labios al ver que realmente había venido después de dos días seguidos, extrañamente me sentí contento y le sonreí amablemente.
—¡Buenos días, mi estimado amigo! ¡Parece que hoy será un buen día! —me saludó como de costumbre, con entusiasmo en cada palabra que pronunciaba. No entendía del todo por qué tanta emoción pero de hecho tampoco me molestaba, me agradaba.
—Buenos días, ¿que elegirá hoy? —pregunté apoyando mis codos en el mostrador, joven castaño frente a mi dejo de mirarme solo para observar los arreglos florales ya hechos sobre el exhibidor.
Caminó hasta el exhibidor observando cautelosamente los ramos hechos, tomando un hermoso ramo de margaritas.
—Me gustan estas encantadoras margaritas.
Caminó de vuelta a mi y no pude evitar sonreír, que casualidad.
—Buena elección, es el ramo que más me gustó arreglar.
Ante mi confesión, alzó ambas cejas asombrado, comenzando a buscar su billetera en sus holgados pantalones.
—Se nota. Están hermosas, con razón me llamaron la atención —rió sutilmente pasándome el billete, lo tome y mientras intercambiaba las monedas que sobraron cruzamos miradas.
Ese microsegundo mirándonos fijamente pareció eterno, podía sentir claramente como era arrastrado a la oscuridad de dónde provenían. La campana de la entrada sonó repentinamente, miré mi mano que aún sostenían las monedas, noté su mano entendida y rápidamente la pasé las monedas rápidamente ofreciéndole una sonrisa penosa.
—¡Gracias, mi buen amigo! ¡Nos vemos, tenga linda mañana!
—A... ¡Adiós...! —antes de salir me sonrió de labios dándome una expresión cálida que jamás había visto en él. Nuevamente esos extraños sentimientos me invadieron provocando que mi corazón diera un palpito y con ello mi pecho se contrajo estaré pequeños cosquilleos— Vuelva pronto...
Agarré mi pecho sobre la camisa, arrugándola entre mi mano.
—Dios, ¿qué me pasa?
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Charlie miró confundía a su padre caminando de lado a lado, estaba actuando extraño en estos dos días, parecía ido. Observó como llegando a una esquina de la habitación se volteaba y caminaba en la dirección contraría mientras su mirada parecía estar clavada al piso.
—Papá...
Preocupada lo llamó.
—Si, corazón.
Volteó a mirarla, al ver aquella expresión en su hija, suspiro pausadamente y se acercó a ella.
—Estas raro, papi...
El sonrió divertido y un poco nervioso negó instantáneamente.
—Sólo estoy pensando, manzanita.
Pensando en aquellos sentimientos que no podía llegar a comprender el todo.
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