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—¿Me estás diciendo mentiras a mí...? —el semblante sonriente de Alastor cambió a uno intimidantemente frío—¿Cómo te parece que te llegó esto...? —dijo mientas mostraba la carta entre sus dedos.
Vox cambio su mirada inexpresiva a uno de asombro casi disimulado. Miró la carta entre los dedos de Alastor para después mirar los oscuros ojos de él.
—¿Cuál es el problema? —preguntó con cinismo.
Alastor volvió a su habitual sonrisa con un ligero toque de mosqueo. Respiró profundamente antes de dejar de verlo y dejar el sobre sobre la mesa, se volteó sobre sus talones y antes de empezar a caminar hacia el estudio de grabación volteó a verlo sobre su hombro.
—Se me olvidaba comentarte... —hizo una breve pausa y sonrió sorna, de una manera espeluznante—. Estás despedido.
—¿¡Qué!? ¡No puedes hacer eso! —espetó levantándose de la silla.
—Pero ya lo hice, mi estimado amigo... —se colocó su terno de tonalidades rojizas para después mirarlo una vez más antes de tomar las llaves de su auto—Por favor, recoge todas tus cosas, no quisiera volver a verte nuevamente...
Dicho eso Alastor salió de la estación. Vox se quedó con una expresión de entre asombró y cólera, ante el ataque de rabia tiro todo lo que estaba sobre el escritorio antes de golpear la manera con sus manos. ¿Cómo se atrevía ese flacucho a botarlo como si fuera un maldito perro? Esto no se iba a quedar así, juro por su cuerpo que lo haría llorar sangre, por todos esos días de humillaciones.
—¡Puta madre!
Después de visitar a Lucifer como todos los días y asegurarse que estuviera bien, fue rumbo al cementerio. Se quedó en ese lugar al menos dos horas completas frente al sepulcro de su madre, intentando al menos encontrar una respuesta de lo que debería hacer, de cómo deberia actuar.
Miró fijamente la fotografía de su madre, intentando calmar los pensamientos estrafalarios que comenzaban a inundar su conciencia. Los recuerdos de sangre y los ojos sin vida de su padre se hicieron presente. Se agarró la cabeza con fuerza y una sonrisa transtornada se formó en sus labios. Apretó sus manos en puños agarrando fuertemente sus cabellos y peinandolos para atrás con fuerza intentando calmarse y nuevamente miro la fotografía de su madre. Sus manos temblaban y su iris comenzaban a contraerse, cerró sus ojos con fuerza y una sola imagen bastó para recuperar su cordura.
—Oh... Lucifer —murmuró entrecortadamente sintiendo sus mejillas arder. Se llevó una de sus manos hacia su boca, acariciando levemente sus propias mejillas, fue bajando su mano hasta llegar a su cuello—. Mi Lucifer...
