Hoy era una mañana como cualquier otra, sin llegar hacer nada interesante, sólo cumplía con mis tareas de todas las mañanas cambiando de tierra e hidratando las plantas, era algo cotidiano. Vendía mis flores a las señoras que iban de visita al cementerio o a hombres y jovencitos que querían tener un presente romántico.
La campanilla de la entrada sonó indicándome de un nuevo cliente.
—¡Buenísimos días, mi estimado amigo! ¿Por si acaso tendrá Dalias?
—Buen días, si tenemos...
Al voltear me di cuenta que se trataba de aquel castaño alto de lentes redondos que había venido el día anterior, apareciendo hoy nuevamente exactamente a la misma hora de ayer.
—¿De cuánto quiere el ramo? — pregunté observando los ojos oscuros que no paraban de mirarme, esa sonrisa que adornaba sus labios extrañamente me la contagiaba a mi también.
—Todas las que me puedan alcanzar con esto.
Me paso el billete, sin querer mis manos pasaron más allá del billete rozando sus manos. Rápidamente me disculpé y el sentimiento de vergüenza no dudó en aparecer, el sólo sonrió de más diciéndome que no debía preocuparme.
—Por diez euros serían veinte flores de Dalia. Ahora se lo armó.
—Lo esperaré ansiado.
Le armé el ramo con cuidado y amor como en cada uno de los que suelo hacer, entre nerviosismo ante el peso de la mirada de castaño terminé los últimos detalles entregándole el ramo en sus manos.
—Encantador... —pronunció el aún sin apartar la mirada de mi para después mirar de reojo las flores entre sus manos—. Realmente encantador.
Después de darme las gracias, despidiéndose con la misma formalidad de ayer y salió por la puerta, dejando en el aire ese perfume tan embriagador. Suspiré lentamente viéndolo perderse entre la multitud.
La chica debe ser afortunada.
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—Papá...
—¿Si, manzanita? —respondió vagamente.
—Se te está rebosando la salsa.
Parpadeó un par de veces regresando de sus pensamientos y dejó de mirar a través de la ventana para fijarse que efectivamente la salsa se estaba desbordando de la olla, rápidamente apagó la hornilla y comenzó a limpiar la salsa que se había derramado.
En todo el día no había dejado de pensar en aquel jovencito.
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Pétalos de amor | Radioapple
FanfictionDónde Lucifer está más que enamorado de su fiel cliente al que viene a su tienda todos los días a comprar una flor para su "amante".