𝐃𝐚𝐲, 𝟒. 𝑻𝒖𝒍𝒊𝒑𝒂𝒏𝒆𝒔

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Un nuevo día se hizo presente por mi ventana, los rayos de sol palpaban mi piel con suavidad sintiendo la calidez de la mañana

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Un nuevo día se hizo presente por mi ventana, los rayos de sol palpaban mi piel con suavidad sintiendo la calidez de la mañana. Desperté como de costumbre a las seis de la mañana y como mi rutina de día a día, preparé el desayuno y encaminé a mi pequeña hija a la escuela.

Llegando al local me ocupe por lo menos una hora y media en acomodar las estantes y macetas dónde iban las platas hogareñas para decorar entornos o jardines. Miré con impaciencia el reloj que colgaba en la pared, sintiéndome cada vez más nervioso al acercarse las once de la mañana. Apenas faltaban unos segundos.

El sonido de la campanilla de la puerta me hizo voltear rápidamente, encontrándome con él.

—¡Buenos días mi estimado!

Abrí la boca tomando la bocanada de aire que mis pulmones no necesitaban pero lo estaba haciendo de todas formas, intentando apasiguar los bombardeos de sangre que estaba recibiendo mi corazón.

—Bu... ¡Buenos días! —respondí rápidamente procurando disimular lo nervioso que me sentía.

Él se acercó hasta mí quedando a sólo unos pasos de los míos, trague en seco tratando de deshacer el nudo de sentimientos que se habían instalado en mi garganta. Inclinó su cabeza, agachándose a verme con la típica sonrisa en labios que cargaba, alzo una ceja y acomodó sus lentes.

—Estos días lo he notado muy tenso, ¿algo lo atormenta? —me preguntó poniendo sus brazos sobre mis hombros, podía sentir su masculino perfume cosquilleando mis fosas nasales.

Estoy seguro que mi rostro de lo rojo que está es una señal de «PARE»

Tomé sus muñecas con toda la vergüenza del mundo y las baje lentamente de mis hombros, al parecer él no sabía lo que era el espacio personal. Peor que ahora lo necesitaba para estar tranquilo y no lucir como un perro chihuahua.

—No, no es eso. No se preocupe —le sonreí con amabilidad a pesar de sentir la electricidad como un cosquilleo en todo mi cuerpo al tocar su piel.

Caminé hasta el mostrador colocándome atrás de este, apoyándome del mismo, acto que él siguió acercándose hasta el mostrador colocando sus codos en este inclinandose a verme con atención.

—Nunca me presenté como es debido —se incorporó extendiéndome la mano, dudoso la acepté jalandóme hasta él—. ¡Me llamo Alastor Overlord, dulzura! ¡Es todo un placer!

Me quedé pasmado un par de segundos dándome cuenta que ya había soltado mi mano.

—Morningstar, Lucifer Morningstar. —respondí sonriendo nervioso.

—Bueno, Lucifer. ¿Qué me recomiendas hoy?

Escucharlo decir mi nombre fue como un golpe astral, mi corazón repentinamente se calmó y comenzó a palpitar más lento, podía sentir las cosquillas en mi estómago subiendo hasta mi pecho.

—Yo... —pronuncie torpemente, aclare mi garganta y enfatice—. Hoy me llegaron estos bellísimos tulipanes...

Él los vió y los tomó con delicadeza, como si de cristal se tratase.

—Son lindos, si. ¿Cuánto le debo?

Me sonrió de una manera diferente, sentía como si de verdad está sonriéndome con el corazón, ya que hasta su mirada era diferente.

—Serian quince euros... —me extendió los billetes, se despidió y salió, sonreí suspirando mientras lo veía alejarse.


¿Qué está provocando en mí, joven Alastor?

¿Qué está provocando en mí, joven Alastor?

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Podía sentir las caricias de sus manos grandes quemar su piel, apretaba, tomaba y acariciaba a su gusto. Luego pasó a besar su cuello donde lamía y chupaba dejando leves magulladuras provocando corrientes eléctricas bajar hasta su miembro que empezaba a despertar. Bajó su recorrido de cuello a las clavículas y de las clavículas hasta el pecho, abdomen y vientre donde hizo lo mismo. Tomó entre sus manos el cabello castaño del moreno disfrutando de las sensaciones que este le provocaba. Sin embargo había algo que se sentía lejano y ante ese sentimiento abrió los ojos de golpe, despertándose en medio de la noche.

Se incorporó rápidamente de la cama apoyándose de sus manos, se pasó las manos por la cara intentando limpiar las lagañas que lo molestaban cuando se dio cuenta del bulto que provenía de sus pantalones.

—No... No, no, no, no.

Avergonzado corrió al baño a la mojarse la cara.

—Esto no puede estar pasándome.

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Pétalos de amor | RadioappleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora