Capitulo I: ¿Estaré bien?

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-¿Estarás bien, bebé?- preocupada le dió a su hijo aquellas sábanas que envolvían su ropa, lamentando no poder darle algo mejor.

-Mamá, cuando sea magno y me reconozcan, te compraré una casa, solo ten fé en mí y en qué estaré bien, sí? -tomó las temblorosas manos de su madre y le dedicó una sonrisa amplia. -Tu bebé ahora es grande y podrá con todo.

-Claro que sí, mi amor. Ten mucha suerte.

-Cuida a mi abuela, vendré a visitarlas.

Salió de casa con coraje, y camino hacia la parada de autobuses para llegar al lugar que lo llevaría a su victoria.

Mientras esperaba aquella ruta, observó en su teléfono una noticia que lo dejó inquieto, pues habían abusado de algunas personas por la zona y pedían sumo cuidado a los habitantes pues no se sabía quienes eran los responsables.

Su madre al tiempo le marcó inquieta y expresó miedo en sus palabras, pidió cuidado a su hijo y que le avisara en todo momento el lugar en el que estaba.

Sus nervios incrementaban al notar que el lugar cada vez albergaba menos gente y su ruta aún no se divisaba en ninguna dirección.

Le llamó su mejor amigo para sentirse acompañado y no dejó de hablar hasta que pudo ver su autobús a lo lejos.

-De cualquier forma, Minho, ten cuidado. Aunque estés en el autobús. Llámame si te sientes en peligro.

-Claro, no te preocupes por mí. De igual forma poca gente se me acerca. Cuando vuelva vayamos a acampar.

-Claro. Te veo entonces.

Tomó su asiento y miro por la ventana, se generaron dudas aquí y allá sobre su futuro. Miró sus pertenencias recordando la dulzura con que su madre lo había preparado y a su abuela darle sus galletas que ella misma había hecho; empezó a sollozar en silencio recordando a su madre y lo linda que había sido con él al enseñarle a cocinar y ser la persona alegre que es, quien le enseñó a ser un hombre fuerte y amable, recordó a su gatita que había dejado en casa.

Dejó todo atrás por su sueño y se preguntó si valía la pena. Realmente, ¿valía la pena dejar atrás todo?

Caminando por las calles de Seúl, se dió cuenta lo diferente que era de la última vez que puso un pie en ese lugar, las calles y edificios enormes que colmaban la ciudad.

Las pantallas y luces, letreros y gente caminando por todos lados... Todo era tan abrumador.

Recordó a su amigo de la infancia, quién le había dicho que pasara a quedarse la noche en apartamento mientras tanto. No le parecía buena idea, ya que él solía tener sentimientos sumamente profundos por el chico y hace mucho que no lo veía, sin embargo, dejarlo plantado era una idea pésima.

Pudo tomar un taxi e ir, pero decidió caminar.

Su mente lo regresó a la noticia cuando se vió acorralado en un callejón oscuro... A la voz de su amigo diciéndole que le llamara y a su madre pidiéndole saber dónde estaba. A quien le estaba esperando y en cómo le diría lo tonto que había sido...

°°°

-Minho, no fue tu culpa... Escúchame, por favor.

Enterrando su cara en sus rodillas, lloraba a madres por lo sucedido, sentía pena y asco, suciedad, pena, tristeza y... Vergüenza.

Vergüenza de si mismo, se sentía tonto y se preguntó porque no tomó un maldito taxi y ya. Por qué fue tan terco y... Que alguien le borrará la memoria.

Sus manos temblaban y su cuerpo reaccionaba cuando aquel rubio ondulado intentaba tomar sus muñecas para abrazarlo.

-No me toques!... No me toques... -repetía con furia y tristeza.- estoy sucio y fue mi culpa... Solo debi tomar un maldito taxi, llegar aquí y descansar debidamente. Pero Lee Minho fue terco... -sus lágrimas aumentaron en gran medida, mientras temblaba se rasguñaba los brazos. Sentía asco de su persona.

-No había forma de saberlo, Min...

¿Qué dices, idiota?

-La había, e ignore todo. A todos.

-Veo que no quieres hablarlo. No te preocupes. No estas forzado a hacerlo, pequeño Lee Minho. ¿Puedo tocar tu cabeza? -sonrió amable y recibió un gruñido de afirmación en respuesta. -Para mí, sigues siendo el tierno Lee Minho que se molesta conmigo.

Escuchó la puerta cerrar y un vacío silencioso en la habitación.

Otra vez había pasado, en la misma ciudad... Solo que esta vez no había mamá, estaba sólo en ese lugar y con la herida abierta, el corazón destrozado nuevamente.

Sabía que él estaría acompañandolo detrás de la puerta y esperaría toda la noche si por alguna razón había algo extraño en los sonidos.

Recordó que la primera vez, él fue quién le curó las heridas físicas causadas por el abuso.

-Entonces, te puedo decir Min-min?

-Min-min es muy raro, acaso te gusto?- el pequeño levantó una ceja y juzgó al pequeño que se encontraba enfrente de él.

-Eso no lo sé, pero tú dime Channie. No tienes que decirme hyung.- extendió su mano al castaño y sonrió con acostumbrada calidez.

-Chan. Channie. Channie-hyung... -dudó.- sí, Channie. -tomó su mano y le devolvió aquella linda sonrisa.

Con las lágrimas secas en su rostro y una sonrisa dibujada por el recuerdo murmuro.- Channie-hyung es muy guapo, grande y fuerte. Channie es mi tipo ideal... Channie Chan. Por favor... Vuelve y hazme sentir seguro.

Se sobresalto al escuchar la perilla de la puerta y seguido ver a Chris aparecer con una charola y extendiendola con una sonrisa.

-Alguien pidió curry?

¿Volveré a ser...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora