MARTIN
Al llegar a casa me dejé caer en el sofá y el evitar que una sonrisa idiota se dibujase en mi cara fue imposible. No sabía que significaba lo que me estaba pasado, no sabía por que Juanjo no salía de mi cabeza, se paseaba por cada rincón de ella a sus anchas como si de su casa se tratase.
- ¿Por qué sonríes? - dijo Chiara mirándome, levantando sus cejas y cruzándose de brazos esperando a que le diese alguna explicación -
- Por nada - reí intentando escapar de aquella conversación sin éxito -
- No es nada cuando ese nada tiene nombre y apellidos - cogió un cojín y me lo tiró en la cara -
- ¡Oye! - reí - no digas tonterías anda
- No son tonterías y lo sabes mejor que nadie señorito - me apunto con el dedo mientras se sentaba a mi lado - Llevamos menos de una semana juntos pero es suficiente tiempo para saber que ese chico despierta algo en ti
- La miré rindiéndome y admitiendo que llevaba toda la razón del mundo - Si, pero no se que es o a lo mejor no quiero saberlo
- ¿Tanto daño te hicieron? - dijo poniendo su mano sobre la mía -
Sabía que sería bueno contarle a alguien más todo lo que había pasado en mi vida, alguien que apenas me conociese, pocos días me bastan para haberme dado cuenta de que podía confiar en ella. Pero no sabía si estaba preparado para verbalizar todo aquello.
- Si y ojalá poder borrarlo algún día de mis recuerdos
- ¿Sabes que puedes confiar en mi verdad?
- Asentí sonriéndole débilmente - Todo empezó cuando empecé a darme cuenta de que no me gustaban las chicas, siempre me había fijado en los chicos, siempre me había llevado mejor con ellas. Empezó a pasar lo típico que pasa en edades tempranas con la orientación sexual cuando se salía de los estándares que la gente esperaba de ti. Era el hazme reír de todo el instituto, perdí a todos mis amigos y bueno, aunque aquello no fue lo peor lo pasé bastante mal - cogí aire para intentar retener las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos -
Pasó un año y todo parecía haber cambiado, mis amigas volvieron a hablarme y en ese verano conocí a un chico. Al principio todo iba sobre ruedas, mi familia ya sabía que era gay y no cabe la duda a que me apoyaron en todo momento. Cuando llevaba ya unos meses con Hugo las cosas empezaron a torcerse, sus celos ni si quiera me dejaban hablar con algún camarero para pedir algo en bar y si la hacía su mano apretaba con fuerza mis piernas bajo la mesa, empezó a meterse en mi grupo de amigas y acabé perdiéndolas de nuevo por que el les contaba su versión de lo que pasaba entre nosotros.
La cosa se puso aun peor cuando un día me vio hablando con un chico de mi clase y cuando estuvimos solos empezó a gritarme y ha empujarme, obviamente yo no podía reprocharle nada, para mi en ese momento yo era el culpable de todo, de nuestras peleas, de sus celos y de todo los demás - pude darme cuenta de que estaba llorando cuando la mano de Chiara viajo a mi cara intentado limpiar todo rastro de mis lágrimas - Los golpes empezaron a llegar poco a poco, cada día llegaba a mi casa con un moratón nuevo que ocultarle a mis padres, Hugo tenía el pleno control de mi hasta el punto de que yo no salía de mi casa, tan solo para ir a clase y volver o ir a su casa y volver, por su puesto con el acompañándome para que no hablase con nadie, ya ni si quiera con chicas.
El día que todo terminó no fue gracias a mi, si no a mi hermana, estaba cambiándome porque había quedado con el y ella entró en mi habitación descubriendo así infinidad de cardenales repartidos por todo mi cuerpo, intenté pararla pero tener 13 años y ver a tu hermano lleno de cardenales no ayudó en lo más mínimo. Salió corriendo a avisar a mis padres los cuales tardaron menos de un suspiro en llegar a mi habitación, aquello se convirtió un infierno, los ataques de pánico empezaron a aparecer, me pegaba a mi mismo, los pensamientos negativos sobre mi vida eran imposibles de sacar de mi cabeza. Obviamente no me dejaron volver a verle, me hicieron denunciarle y ponerle una orden de alejamiento, me tiré otro año mas encerrado en mi casa, con miedo a encontrármelo, con miedo a la gente, le tenía miedo a todo.
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Cuerpos Heridos - Juantin
Teen FictionMartin Urrutia un chico de 18 años con ganas de comerse el mundo y volver ser aquel Martin que era hace dos años, antes del desastre de relación que tuvo. Era un chico tímido y precavido, siempre le ha costado socializar con gente nueva que no conoc...