La vida a los veintitantos no es siempre lo que uno espera, sobre todo Mikasa Ackerman, una joven aspirante a diseñadora de moda y poco creyente en las casualidades, hasta que un día el destino hace de las suyas para demostrarle que no todo es blanc...
El miércoles de la siguiente semana, a sólo tres días de que el año terminara, es que Sasha decidió levantarse temprano para hacer un poco de yoga como de costumbre y luego de eso, comenzar a dedicarse de lleno a preparar los postres a pedido del tío de Mikasa, con quién había contactado y llegado a un acuerdo para que fuese su principal proveedora de estos, lo que le supuso una increíble oportunidad de avanzar en sus objetivos, pero no lo suficiente, aún le quedaba mucho por hacer.
Tenía la lona bajo el brazo cuando se dirigió a la sala de estar; sin embargo, se detuvo abruptamente cuando fue testigo de una escena muy peculiar, pero que le provocó un enorme malestar.
—Hola, nena—saludó Frieda, con una sonrisa de oreja a oreja, y luego señaló con el mentón a su nueva adquisición: una planta, pero no una cualquiera—. Es una planta carnívora, ¿qué te parece? Y lo mejor es que viene con su acta de nacimiento.—Dio pequeños saltos en su lugar, evidentemente emocionada—. La acabo de bautizar, se llama Débora Dora.
—Mierda, no otra vez—susurró la castaña para sus adentros; luego dio media vuelta y se alejó de allí.
—Oye, espera, no te vayas...—la voz de Frieda se perdió por completo cuando Sasha ingresó a la habitación de Mikasa, quién se encontraba parada frente al espejo de cuerpo completo, observando su atuendo.
—¿Qué opinas?—le preguntó—. ¿Me queda bien? Hoy es el concurso y por lo menos debo estar presentable.
La chica no pudo evitar silbar, dejó la lona a un lado y se acercó a ella.
—¡Madre mía! ¿Vas a un concurso de diseño y confección o a participar en una pasarela de modas?—sonrió y asintió con la cabeza en aprobación—. Creo que vas a arrasar, sin duda.—Mikasa sonrió y soltó un pesado suspiro, incluso el día anterior no había logrado dormir de la ansiedad y expectativa.
—Cada detalle cuenta y es importante para lograr mi objetivo—comentó y se acercó a su perchero, dónde se encontraba una funda protectora en color verde—. Lo acabé hace dos días, pero ayer me la pasé revisando todos los detalles y también tengo listo mi speech.—Se relamió los labios—. Y, por supuesto, a mi modelo.
Sasha aplaudió con emoción.
—Es una lástima que el concurso sea a puertas cerradas, de lo contrario habría ido a darte ánimos, pero te prometo que cuando regreses te estaré esperando con un cheesecake de durazno.—Mikasa no dudó en sonreír y tomó sus cosas para irse de una vez—. Ah, por cierto, cuando pases por la sala notarás algo peculiar.
—¿Qué cosa?—preguntó con interés.
Sasha no pudo evitar soltar un suspiro.
—Ya lo verás.
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Levi observó a su sobrina llegar hasta su auto cargando algunas cosas, por lo que no dudó en bajar y ayudarla.
—¿Por qué no usaste el ascensor?—preguntó mientras acomodaba la funda protectora cuidadosamente en el asiento trasero y su maletín en el maletero.
