Capítulo 9 ~ Choque de Titanes

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Mikaela Azumabito, una mujer esbelta de cabellos oscuros, ojos grises y en sus plenos cuarenta y cuatro primaveras, llegó hasta el departamento de su única hija; subió por el ascensor y tocó la puerta del departamento de ella esperando a que le abriera. Antes ya la había llamado un par de veces, pero como ya era la típica costumbre, la mandó directo al buzón de voz.

«Esta jovencita siempre tan irresponsable y con ganas de molestar y retar a su madre» pensó mientras esperaba con impaciencia.

Quiso tocar nuevamente, pero la puerta se abrió y lo que menos esperó encontrarse, fue a un joven rubio, quién sólo le echó una rápida mirada antes de dejar raudamente el departamento.

Sin mayor reparo, entró y lo que aconteció frente a sus ojos fue algo que no se esperaba en lo absoluto:

Primero, fijó sus ojos en Frieda, la muchachita que ella consideraba la antítesis de su hija, ya que creía que su inestabilidad laboral, y ahora podía ver que también emocional, no la llevarían a ningún lado. Aquella se encontraba de rodillas en el piso mientras lloraba desconsoladamente con lo que parecía ser un recipiente de cocina al lado suyo.

Segundo, desvió su mirada hacia Sasha, la mejor amiga de su hija, al menos era alguien un poco más consciente de sí misma y no iba a la deriva, aunque a veces la notaba un tanto sosa, ya que era muy fácil de manipular. Aquella se encontraba limpiando el piso, y fue que cayó en cuenta de que había agua a borbotones por todo el lugar, así como vidrios de tamaños irregulares

Por último, su vista se dirigió hacia la persona a la que había venido a visitar: Mikasa, su hija y la piedra en su zapato, pero que ahora se había convertido en lo más importante de su vida. No se cansaría de repetirle todo lo que necesitaba hacer y tener para lograr ser una mujer con carácter firme, lástima que su temperamento no fuera tanto de su agrado, pero se esforzaba en que no desviara su camino y cometiera sus mismo errores.

La vio tratando de consolar a Frieda, pero parecía ser en vano; sin embargo, cuando giró un poco la mirada, notó algo brillante, algo que casi le paralizó el corazón y no pudo evitar ir directamente hacia ella.

—¡Mikasa Ackerman!—exclamó furibunda—. ¿Qué hace esa cosa en tu nariz? ¡¿Es acaso un piercing?!

La joven, quién había hecho el intento de detener el llanto de Frieda luego de que ella le hubiese gritado a la cara Porco que se largara, que era un "vil asesino de peces" y este se hubiese ido sin mediar palabra, no pudo tolerar ver sus lágrimas, a pesar de todo, sintió algo de lástima por ella.

No obstante, pocos segundos después, no le fue difícil sobresaltarse cuando oyó la voz de su madre, por lo que se puso de pie de inmediato.

—Madre—respondió con tono seco—, había olvidado que hoy vendrías.

Mikaela inspeccionó enseguida el rostro de su hija, sobre todo la zona izquierda de su nariz.

—Ay, muchachita, ¿no tienes acaso una pizca de responsabilidad?—le recriminó—¿Cómo se te ocurre ponerte esa cosa en la cara?

Mikasa apartó las manos de su madre de su rostro.

—Es sólo un piercing, ¿qué tiene de malo?

—¿Cómo que qué tiene de malo?—expresó la mujer cada vez más alterada—. Las mujeres hechas y derechas no usan un "piercing" en la cara, en tu adolescencia fuiste menos rebelde, ¿se puede saber qué es lo que se te pasó por la cabeza cuando hiciste semejante tontería?

Frieda, al ver a la madre de Mikasa y oírla tan enfadada, no pudo evitar acallar su llanto; al final se puso de pie y tomó el recipiente entre sus manos.

SIMBIOSIS | EreMika AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora