Capítulo 6

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(Juanjo)

Tiene los cojones más grandes del mundo. No entiendo cómo ha podido tener el descaro de hacer como si nada hubiese pasado, de crear una pseudo normalidad entre nosotros como si todo estuviese bien y sólo fuésemos unos colegas que llevan tiempo sin verse.

Sí, había sido yo quien se había acercado, pero tampoco tenía mucha alternativa, la gente con la que hablaba me había indicado que estaba ahí mi amigo y no podía hacer una escena delante de las personalidades presentes y sobre todo la prensa, en plan el vídeo de la ruptura de Amaia y Alfred en su momento.

Seis meses y estaba igual de guapo que siempre, o más. Mientras me acercaba a él sólo podía notar los pequeños detalles de su look, de su postura, el ceño fruncido mientras estaba perdido en sus pensamientos. Tan dulce, y tan maquiavélico. La interacción fue atropellada inicialmente, no era capaz de compartir con él nada de mí, tampoco quería saber demasiado de él. Esa confianza y comodidad absoluta que había sentido con él siempre, rota.

Su invitación terminó de desestructurarme. Me había costado tanto salir del agujero en el que había caído cuando se fue, tantas noches de dolor y soledad, tantas mañanas de aparentar y sostener una máscara para seguir con mis compromisos profesionales y sociales. Tanto todo. Como para irme a tomar el té ahora con él. ¿Para qué? ¿Para hablar de sus ligues?¿Para contarnos el último cotilleo de los friends?¿Para hablar sobre la situación sociopolítica en Asia central? No, yo no estoy preparado para eso. No sé si algún día lo estaré, ¿cómo ser amigo de la persona con la que lo querías todo?

Salgo fuera a tomar el aire y recomponerme. Cuando vuelvo, me van interceptando personas conocidas para felicitarme por la actuación, y otras con las que voy entablando conversación. El cocktail se da por finalizado y lo agradezco, ha sido una noche de tantas emociones que estoy agotado. Me voy despidiendo de la gente aquí y allá, Bisbal me dice que pronto me hará una llamada, que soy un máquina. Me muero.

Salgo y solicito que traigan mi coche. Estoy esperando en la entrada del auditorio a que me confirmen que llega cuando vuelvo a ver a Martin, saliendo con un grupo de personas que reconozco del musical.

—Los taxis irán a tope ahora mismo, y encima somos 5, necesitaremos 2.—Escucho que dice una de las chicas.
—Por eso no os preocupéis, yo cojo el metro y ya, así más fácil.—Dice Martin, él siempre sacrificado.

Cuando termina de decirlo me ve apoyado en la pared, mirándolo. Se vuelve a girar hacia sus colegas y les reitera que vayan, que está todo bien. Ellos iban a insistir, pero en cuanto me ven pillan el mensaje y aceptan.

Martin se despide e inmediatamente camina en mi dirección. Yo sólo lo observo, intentando conservar la calma y que el torbellino de emociones no se refleje en mi cara.

—Hey.
—Hey—le respondo de igual forma.
—Vaya nochecita, eh? —cuando ve que no le voy a seguir la charla de ascensor, retoma—Perdona por lo de antes, Juanjo, no tengo derecho a decirte algo así de la nada, he sido injusto. Me ha hecho ilusión verte, y quería poder charlar, saber de tí. He sido egoísta al no pensar en cómo te podrías sentir.—Él siempre tan expresivo con sus sentimientos, siempre había envidiado la facilidad con la que compartía cómo se sentía, e intentaba corresponderle lo más que podía.
—Gracias. No esperaba verte aquí, no estaba preparado la verdad. Me ha pillado por sorpresa, también que quisieras verme a solas, después de todo, ya sabes —No hemos intercambiado cinco frases y ya he hecho referencia a la ruptura, oficialmente soy tonto. Veo que levanta ligeramente las cejas a mis palabras, también sorprendido.
—Lo siento, de verdad, no pensé...
—Bueno, no hablaremos de esto ahora, no es el momento ni el lugar.
—Sí, lo siento...ya nos veremos entonces, Juanjo, voy haciendo marcha.
—Espera Martin, no te vas a ir en metro, a estas horas y con esas pintas, te agobiarán seguro. He venido en coche, te acerco.
—No hace falta, de verdad...—cuando ve mi mirada tozuda, cede—Vale, te lo agradezco.

Justo en ese momento me dicen que el coche está en la entrada y salimos. Nos montamos y arranco. Me indica su zona, Lavapiés, y no me sorprende, muy bohemia. Viajamos en silencio por unos minutos, nos turnamos para mirarnos de reojo. Tantas cosas para decirnos, tantos sentimientos, hay una tensión evidente en el ambiente.

—El lunes viajo a Barcelona por unas promos, pero el miércoles podríamos tomar ese café, si te parece.—le suelto de la nada. Soy débil, es evidente. Vamos directos al precipicio.

Martin sube las cejas en su habitual gesto de sorpresa, y responde —Me encantaría, el miércoles no tenemos función ni ensayo, está perfecto.—aunque eso ya lo sé yo.
—Vale, te puedo recoger a las 18:00h, y vamos a algún lugar discreto.

Él asiente, y en eso llegamos a su edificio. La despedida es extraña, incómoda, como todas nuestras interacciones esta noche. Al final optamos por un breve abrazo y él sale del coche. Me quedo unos segundos mirándolo hasta que entra en su portal, y arranco de nuevo dirección a mi casa. Esa que fue nuestra.

—Vaya nochecita, sí.

*******

(Martin)

Desde el sábado de la Gala vivo en una nube. Mil pensamientos se juntan en mi cabeza y me esfuerzo en ordenarlos. Ver a Juanjo ha removido tantas cosas que había intentado enterrar durante este tiempo. Se me proyectan como si de una película se tratase escenas de nuestra vida juntos, ese primer beso en los castings finales, los abrazos en la academia, las cenas en casa al salir, su mirada rota al dejarlo...

Me he planteado tantas veces el porqué de todo esto, el porqué de terminar con todo lo que habíamos construido, de dejar atrás al que aún considero el amor de mi vida. Aún y con los ramalazos de arrepentimiento, de echarlo de menos, de sentirme vacío en brazos ajenos, creo que era necesario. Sólo era un chico de 19 años, ahora 20, que tuvo que aprender a jugar la vida adulta demasiado rápido.

¿Quería volver con Juanjo? Absolutamente, esa idea nunca me abandonó, nunca dejé de pensar en él, nunca perdí la ilusión de estar juntos. Asumí, quizá inocentemente, que eso pasaría, que él también lo querría así porque sé que me ama con locura. ¿Amaba?

Después de nuestro encuentro de esa noche, de cómo me miró, con desconfianza, con dolor, del rechazo inicial a vernos, sentí un pinchazo en el corazón, y dudé por primera vez. Que después haya aceptado encontrarnos me rebajó la ansiedad, pero no la inseguridad y miedo de haberlo perdido de verdad. ¿Y si ya me ha superado?¿Y si ha rehecho su vida con alguien más? Me maldigo por no haberle enviado ni un mensaje en todo este tiempo. Aún y no estando juntos, tendría que haber estado más presente.

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Aportaciones, ruegos y preguntas, en la sección de comentarios. Hasta el próximo capítulo!

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