Capítulo 13

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(Juanjo)

Me despierto con la luz del sol en la cara. Abro los ojos y me doy cuenta que tengo a Martin enredado en mi cuerpo, su cara enterrada en mi hombro, su brazo atravesando mi pecho y sus piernas enrolladas entre las mías. Es obvio que anoche nos quedamos dormidos después del intenso encuentro. Y vaya encuentro. Nos conocíamos tan bien y había una atracción tan evidente y magnética, que el sexo juntos no podía compararse con nada. Sólo de recordarlo me entran los sudores.

Levanto la mano que tengo libre y la dirijo hacia su cara, le acaricio la mejilla de manera imperceptible, para no despertarlo. Pero él ya está abriendo los ojos. Con la mirada somnolienta me observa, hasta que rompe el silencio con una sonrisa tierna y traviesa.

—Buenos días, JJ.
—Buenos días...¿Cómo te encuentras?¿Te duele algo?
—Un poco resacoso, pero por lo demás creo que bien, tu dedicación en el pre tiene sus ventajas.
—Tonto eres.—Le digo riéndome, al tiempo que le pego suavemente en el brazo que tengo más cerca.

Desde la sobriedad es que me vuelve a caer toda esta situación que me tiene completamente fuera de juego. Estoy tan confundido; por un lado, acercándome cada vez más a Martin y permitiendo, o iniciando, los avances con el vasco. Por otro lado, inseguro de qué quiere él, de qué quiero yo, y de cómo volver a confiar en él.

—Hey...—Martin se me había quedado mirando, seguramente las maquinaciones de mi cabeza eran bastante obvias. Se incorpora sobre su codo para quedar a la misma altura y vernos mejor—Vuelve aquí, no te empieces a rallar. Hablaremos de todo esto, está todo bien.
—Vale, sí, hablaremos. Vayamos a desayunar ahora, que ayer desaparecimos y dejamos al grupo tirado.
—Muy mal no creo que lo hayan pasado.

Martin se ducha y cambia en su habitación, y yo voy a la que comparto con Paul para hacer lo propio. Ya no está aquí, supongo que habrá bajado a la sala de estar, son las 11 de la mañana. Me apresuro en ducharme y vestirme, me pongo directamente el bañador y una camiseta de manga corta, preparado para meterme en la piscina nada más terminar el desayuno.

Bajo las escaleras, en el salón no hay nadie, pero oigo voces en la cocina. Me dirijo hacia allá, están Bea, Denna y Paul, el resto estarán fuera.

—¡Hombre, el hijo pródigo! ¿Dónde te metiste ayer, pillín?—Me pregunta Paul levantando las cejas con gracia.

No tiene sentido negar que dormí en la habitación de Martin, sobre todo estando mi supuesto compañero de habitación presente, pero tampoco tengo que dar todos los detalles, al menos no hasta que definamos esto.

—Nos pusimos a hablar con Martin y con todo el pedo nos quedamos dormidos en su habitación, casi ni sé cómo llegamos ahí.
—Amor, que yo me subí a dormir pronto, y mi habitación da pared con pared con la de él, vaya concierto os pegasteis.—Me dice Bea con una risa sonora. Me quedo estático por medio segundo, hasta que me doy cuenta que estoy entre tres de mis amistades más queridas, y me río también.
—Cabrona, pues te jodes, no haberte subido tan pronto.—Le respondo, provocando la risa entre todos. Denna se acerca a mí me da un corto abrazo, pasándome una muy deseada taza de café.—Ay, mi dragona, cómo me conoces.
—Venga, zalamero, come algo y vamos fuera, que todo el mundo está preparándose para ir a la piscina.

Me como una tostada rápida, y salgo con el café al jardín, donde están todos repartidos entre las mesas del comedor exterior, las tumbonas y la piscina. Me siento con Violeta y Chiara en las tumbonas, terminándome el café y disfrutando del sol de mediodía.

En esas sale Martin, con una taza en una mano, se sienta en el bordillo de la piscina, al lado de Ruslana que se relaja sobre un flotador grande. No pierde oportunidad para mirarme y mandarme una sonrisa brillante. Procuro no perderme en mis pensamientos y les digo a las chicas que me voy a meter en la piscina, viendo que Álvaro y Paul a lo lejos también están haciendo amagos de entrar. Me levanto de la tumbona y me quito la camiseta, notando que Martin no me quita la vista de encima, joder, cómo si no me hubiese visto antes sin camiseta.

Me tiro al agua sin pensar, y los chicos me siguen también. Está buenísima, y el sol de septiembre se siente cálido sin ser abrasador. Me apoyo en un lateral, relajado y dejando flotar la mitad de mi cuerpo.

Siento movimiento en un lateral, y veo que Martin se incorpora, quitándose la camiseta, y desde el propio bordillo se deja caer en la piscina. Cierro los ojos y al poco noto su presencia al lado mío, rozando ligeramente mi brazo, al ponerse en la misma posición que yo. Nos quedamos flotando uno al lado del otro, en silencio, con el suave sonido del agua balanceándose a nuestro alrededor, sordos al barullo de nuestros amigos, sintiendo la cálida presencia del otro a milímetros de distancia. Qué paz.

*****

(Martin)

Me siento en calma, con él me siento en calma. Aún y con su hiperactividad y verborrea, Juanjo apacigua el torbellino de pensamientos que habitualmente puebla mi cabeza, relaja mis nervios e inseguridades con su sola presencia, con sólo una mirada, o una cálida sonrisa. Me hace sentir en paz, pero también me hace sentir en llamas. De la fogosidad de la noche de ayer, a la tranquilidad de ahora, engullidos por el agua de la piscina, rozando imperceptiblemente nuestros dedos, son esos extremos de sensaciones a los que estábamos acostumbrados y que habían hecho el balance perfecto en nuestra relación.

Anoche fue como un viaje en el tiempo, sentir de nuevo esa conexión y energía que tanto había extrañado, que no había vuelto a sentir con nadie desde él, que no sabía si sería posible sentir con otra persona, o si siquiera quería hacerlo.

No sabía cómo empezar la conversación definitiva con Juanjo, cuándo sería el momento idóneo, cuánto tenía que esperar, cómo demostrarle que iba en serio después de todo lo que había pasado en los últimos meses. Ayer intenté dejarle saber que quería estar con él, de la manera que él me dejase, pero entre el alcohol, el calentón y la emoción del beso, no sé si me hice entender.

Me da pánico espantarlo, no ahora que estoy tan cerca. Literalmente, estoy rozando sus dedos debajo del agua.

Nos quedamos en la piscina un rato más. Juanjo en algún momento se va a jugar a voley con Álvaro y Chiara, y yo me tiro a tomar el sol con Violeta. Para la hora de la comida, metemos unas pizzas al horno y compartimos nuestros últimos momentos de escapada a la sierra para celebrar la veintena de Ruslana.

Cayendo la tarde empezamos a hacer marcha de vuelta a la ciudad. Aprovechando que una de las amigas de Rus tiene que unirse al coche de Chiara, que sólo es de cuatro plazas, me acoplo en el coche de Juanjo antes de que nadie pueda decir nada.

Hacemos el viaje de vuelta escuchando música, y recordando anécdotas del fin de semana, con Álvaro, Juanjo y Bea armando barullo, mientras que Paul y yo estamos más callados, y vamos interviniendo en la conversación. Álvaro y Bea viven juntos en Chueca, y Paul vive también a media calle, así que Juanjo los deja a ellos primero para "no estar dándoles vueltas innecesarias por la ciudad". Ya, bueno. Me paso al asiento del copiloto y seguimos viaje los dos. No decimos nada, realmente poco nos hemos dicho desde que despertamos en los brazos del otro esta mañana. Llegamos a mi calle antes de lo que hubiese deseado.

—Gracias por traerme, y por estos días, lo de ayer fue increíble.—Le digo.
—Sí, no estuvo mal.
—Cómo que no estuvo mal, chaval, de lo mejor que has tenido últimamente y lo sabes.—respondo entre vacilón e indignado.
—Eres un flipado, Martin.—Me contesta riéndose fuerte.—Quizá estás un poquito en lo cierto, pero eres una flipado.

Lo cuento como punto y partido para mi. Con una sonrisa victoriosa me acerco a él y le doy un beso en la mejilla, manteniéndome pegado a su cara un par de segundos más de lo protocolario.

—Buenas noches, Juanjo.
—Buenas noches, Martin.

*****

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Nos leemos pronto ✨

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