Capítulo 14

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(Juanjo)

Hemos empezado esta semana las sesiones de composición con Bisbal en los estudios de Universal. Han sido días de mucha concentración y trabajo, mirando no sólo que en la letra de la canción nos sintamos los dos identificados, sino de que la melodía vaya a la par. Será una balada con un ritmo rápido y un instrumental épico, sobre un amor en la cuerda floja y el intento final por recuperarlo. El resultado está siendo muy fuerte, y estoy deseoso de escucharla ya producida. Con David la conexión fue instantánea desde los Goya, es un tío extrovertido y carismático, y hemos congeniado personal y profesionalmente de manera natural.

De aquí un par de semanas saldrá la canción, y mientras tanto estaremos difundiendo y promocionando la colaboración por redes.

Llego a casa tarde, después de estar haciendo los últimos retoques en el estudio. Miro el móvil y tengo unos cuantos mensajes, de mi madre diciéndome que qué guapo en mi última publicación de Instagram, de mi mánager recordándome la entrevista del próximo lunes, de Denna contándome un pique que había tenido con Álex. Luego les contesto a todas.

Hay un mensaje más, de Martin. Hacía casi una semana que no nos veíamos o hablábamos, después de la escenita del coche.

«Hola Juanjo, qué tal? Se me coló una sudadera tuya en la mochila el otro día, la gris con capucha. Te la doy?»

«Perdona? Has tardado todos estos días en darte cuenta?»

Me contesta casi al instante, como si tuviese el móvil en la mano, que seguramente sí.

«Hasta ahora que no deshago la maleta , la verdad.»

«Vaya desastre. No corre prisa, ya me la darás.»

«Vale, por cierto. Tengo la grabación de los primeros ensayos de la peli.»

«Qué bueno, me muero por ver alguna escena, me pasas clip?»

«Ojalá, pero no nos dejan por seguridad, ya tu sabes. Pero si quieres quedamos el finde y te las muestro.»

«A perseverancia no te gana nadie. Mañana por la noche?»

«Sí! En una casa mejor, que hay que verlo en la tele.»

«A las 9 en mi casa, que descanses.»

«Vale! Te llevo la sudadera.»

Y sin comerlo ni beberlo, Martin Urrutia me ha vuelto a liar.

****

Tocan el timbre poco antes de la hora, por la cámara del interfono lo veo, tampoco es que esperase a nadie más.

Sube los cinco pisos más rápido de lo que desearía y le abro. Es un momento delicado, no nos estamos encontrando en cualquier lado. Esta es la casa que compartimos por alrededor de un año, en la que vivimos las primeras semanas con apenas un colchón y un par de sillas, y fuimos decorando y habitando juntos. Es también la casa de la que él se fue, la puerta que cerró en mi cara y no volvió a abrir.

Nos damos un corto abrazo y me aparto para dejarle entrar. Se mueve nervioso por el salón, chequeando los cambios supongo. En el último tiempo intenté darle un vuelco al piso, de manera de romper con la cantidad de recuerdos que me avasallaban. Cambié muebles de lugar, renové el sofá, pinté una pared de otro color, puse luces más tenues, compré algunas plantas llamativas. Él va registrando cada elemento, hasta que me mira a mí, con los ojos llenos de sentimiento.

—Está bonita, muy acogedora.
—Gracias, necesitaba un lavado de cara.—No aclaro si me refiero a mi o a la casa.
—Mira, aquí está la sudadera, la he lavado.
—Tampoco hacía falta.—Le digo riéndome.—¿Has cenado? He llegado hace un rato del gimnasio y no me ha dado tiempo.
—No, yo tampoco, ¿quieres que pidamos algo?
—Había pensado en hacer algo rápido con lo que haya en la nevera, y me ayudas, ¿te parece?
—Venga, va, pero si quemo alguna cosa no me regañes.

La cuadratura del círculo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora