Capítulo 15

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(Martin)

Despertarme a su lado es una de las cosas que más disfruto en el mundo. Sentir su cuerpo cálido contra mi espalda, sus manos alrededor de mi cintura, como hacía cada vez que tenía la ocasión. Su respiración suave contra mi cuello, el colchón mullido, las sábanas recién lavadas. Si este fuese mi último día en la tierra, querría que me encontrase exactamente aquí y con él.

La luz del sol se cuela por las cortinas, reflejándose en mi cara, sé que esto hará que el maño se despierte en cualquier momento. Mientras que a mí me no me afectaba tanto la luz o el ruido para dormir, él era muy sensible, y siempre se encargaba de bajar la persiana antes de ir a la cama. Con la emoción de anoche, se nos pasó.

Dicho y hecho.

—Me cago en el puto sol...—Murmura bajito con la voz ronca. Yo sólo puedo reírme, por lo previsible. Aprieta su abrazo, atrayéndome aún más cerca de su cuerpo. Noto una cierta presión en mi pierna, y ahí está otra de las cosas habituales de Juanjo al despertar. Me animo de sólo pensarlo y hago ligeros círculos con mi cadera. Él suspira mi nombre por respuesta, y yo me derrito en sus brazos, sin dejar de moverme.

—Habíamos dicho sólo dormir.
—Eso era ayer, Juanjo, y ya hemos dormido.

En un rápido movimiento me coge de las caderas y me gira, quedando cara a cara. No me da tiempo a reaccionar porque ya está sobre mi boca, besándome intensamente. Nos apretamos más, estamos imposiblemente cerca, pero no es suficiente. Él baja su mano y aprieta mis nalgas, que siempre han sido uno de sus puntos débiles. Doy un largo gemido que aprovecha para bajar por mi cuello y darme mordiscos y lametones por toda la zona.

Logro coger un poco de impulso para empujar su espalda contra el colchón y sentarme sobre él, tomando el control de la situación. Me inclino para seguir besando sus labios, al tiempo que mi mano baja por su pecho y hasta la cintura del pantalón, me cuelo por dentro y me muero un poco porque no lleva ropa interior, y no hay nada más sexy. Lo estimulo un poco con la mano, pero sé que no es suficiente y bajo para sustituirlo con mi boca. Él gruñe fuerte y coloca sus manos en mi cabeza, pero sin marcar el ritmo, dejándose hacer. No sé si querrá ir más allá, o terminar ahora, pero pronto me lo deja saber, apartando suavemente mi cabeza y atrayéndome hacia arriba. Nos besamos, compartiendo su sabor.

—¿Bajo?—Me pregunta, separándose medio centímetro de mi cara.
—No, hazme el amor.

Veo el exacto momento en el que sus ojos verdosos se oscurecen de deseo, y cómo se da la vuelta para quedar por encima, besándome con pasión. Saca de al lado de la cama un botecito, y comienza a prepararme con suavidad y dedicación, sin dejar de besarme, volviéndome loco de necesidad.

—No hace falta, hazlo, Juanjo.
—Shh, un poquito de paciencia.

Se coloca sobre mi, poniendo mis piernas en sus hombros, y entra con cuidado. Comenzando un movimiento seco y preciso a la que me acostumbro. Me estoy volviendo loco de placer, lo miro con estrellitas en los ojos de lo mucho que lo deseo, y él me devuelve lo mismo con su mirada. No desviamos los ojos del otro, aunque las sensaciones se hagan inaguantables. Baja mis piernas y se acuesta sobre mi, sin salirse y sin parar de moverse. Me aprieta entre sus brazos y nos volvemos a besar, lamer, morder, expresando con nuestros cuerpos y mirada lo que aún no somos capaces de decir con palabras. Lo amo tanto que duele.

Terminamos con un largo gemido, que en la intimidad del piso, sin nuestras amistades pared con pared, no tenemos que contener.

Joder, cómo se supera a esta persona.

*****

Ese día desayunamos juntos, compartiendo un tonteo importante durante toda la mañana que provocaba mil y una sensaciones en mi estómago. Se sentía como cuando empezamos a flirtear en los castings, pero con ese añadido de conocernos a la perfección el uno al otro, entendiendo los matices de cada palabra, gesto y reacción. Sabía que Juanjo estaba manteniendo algunas barreras de protección, pero más allá, era un ambiente tan cómodo y familiar que no querría que acabase nunca. Eventualmente tuve que marchar, porque tenía compromisos, pero sobre todo por regularme y darle a él su espacio.

La cuadratura del círculo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora