𝙊𝘬𝘢𝘺, 𝘽𝘺𝘦 | 018

363 41 6
                                    

Pepita ♥️🐒

Hola Eva
¿Nos podemos ver hoy?

Hola Feli.
Si, dale.

En la plaza si querés

Me pinta.
Nos vemos después.

No había hablado con Felipe hace tres días, más bien yo intentaba ignorarlo, a veces me salía y otra veces no.

—¿Te vas?— escuché preguntar a Juani. Asentí.

—Felipe quiere que nos veamos— le dije.

—¿Y si el buzo era de él?— me encogí de hombros haciendo una mueca restándole importancia.

—Veremos— fué lo último que dije para salir de la casa.

Caminaba con mis auriculares mientras miraba a cada persona pasando por mi lado, todos se veían con distintas expresiones faciales, se notaban cansados con los humos al cien por ciento. Parejas, amigos, padre e hijos recorriendo. Cada persona es un mundo distinto y una historia con una trama diferente. Quisiera saber que es lo que está pasando por su cabeza ahora mismo, en qué estarán pensando o qué situación están afrontando.

Chicas caminando con superioridad, chicas caminando cabizbajas.

Chicos en motocicletas y otros caminando con audífonos, al igual que yo.

Señoras las cuales están solas y señoras acompañadas.

Adolecentes dándose cariño, adolescentes simplemente caminando y quizá sin rumbo alguno o llegando a su destino.

El aire choca contra mi rostro despeinando mi cabello y la brisa fresca me acompaña.

—Hola— dije al ver que Felipe no notaba mi presencia desde el momento uno en el que llegué.

—Hola— una sonrisa apareció en su rostro y se paró rápidamente del banco en el que se encontraba.

El se acercó a mi y nos saludamos con un beso en la mejilla, su fresco aroma de hombro se sentía. Cómo siempre sus mejillas rojizas, algo natural en el. Y sus hermosas pestañas decorando sus ojos azules. Azules como el cielo, como el mar... Tan azules que encandilan, con un brillo único.

—¿querés ir caminando?— propuso, su voz se notaba algo nerviosa. Haciendo que mis nervios también aumenten.

Asentí.—Dale— acepté con una sonrisa haciendo que el también soltara una, que duró unos simples segundos.

Caminábamos en silencio, preferí ser quién empiece la conversación. —¿Por qué no me dijiste que ibas a salir?— fruncí el ceño y lo miré. El caminaba cabizbajo sin emitir ningún sonido.

—No quería preocuparte— su mirada cayó en mí.

Fruncí el ceño una vez más.—¿preocuparme?— el asintió. —¿por qué?— solté una risa.

El se encogió de hombros. —Quizás te iba a dar miedo por si hacía algo o no— al terminar de decir eso su mirada cayó al piso.

—¿Y lo hiciste?— pregunté refiriéndome al buzo.

Un nuevo silencio se apoderó de nuestra burbuja.

El abrió la boca para hablar pero la cerró nuevamente, dándome a entender que quizá si había hecho.

—No me acuerdo— solté una risa nerviosa por lo bajo, fué instantáneo.

—¿No te acordas?— pregunté incrédula. —¿cómo no te vas a acordar?— el me miró, pero poco después desvío su mirada. Nunca lo había hecho.

—Tomé mucho— admitió.

—¿Algo más que te acuerdes?— guíe mi mirada al camino por dónde íbamos.

—Me...— carraspeó la garganta. —Me levanté en la cama de una chica— tartamudeo. Frené mi paso y el me imitó.

—¿Qué?— me crucé de brazos mientras lo miraba.

Sentía tristeza, enojo y quizá un poco de decepción.

—No sé si hice algo más fuera de solo dormir, como te dije no me acuerdo de nada— se volvió a excusar.

Asentí repetidas veces lentamente. —Esa chica con la que te despertaste, ¿tiene tu buzo no?— su mirada se relajó, como si se hubiera vuelto triste. Está vez fui yo quien desvío la mirada de la suya.

—Si— alargó su respuesta.

Escuchar eso fue como si me estuvieran clavando un cuchillo por la espalda. Sentí la angustia recorrer por todo mi cuerpo, iba de mi estómago a mi corazón.

—Bueno.— respondí seca. —Chau— caminé en dirección a mi casa.

Pero el me detuvo. —No te vayas— suplicó.

—Solo quería saber eso— admití.

—Perdoname, no me acuerdo en serio de nada por favor perdón— sus ojos suplicaban al igual que sus palabras. Quisiera poder. —Dale gorda, perdón— me salí de su agarre.

—¿Que te tengo que perdonar?— ladeo la cabeza. —Vos y yo no somos nada— mi tono de voz se oía frío.

—Pero estábamos armando algo lindo— sonrió levemente.

—Algo que vos mismo destruiste— dije.

Nos miramos una vez más en silencio, estuvimos unos minutos así, y es como si el silencio nos conectara más que las palabras. Pero simplemente me dolía saber que tocó a otra mujer.

—Nos estamos hablando, Felipe.

𝓔𝖼𝗅𝗂𝗉𝗌𝖾 ; ᶠᵉˡⁱᵖᵉ ᵒᵗᵃⁿ́ᵒ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora