CAPÍTULO 1

81 4 0
                                    

[Keo]

Me gustaría quedarme aquí en el suelo, frente a la chimenea. Podría acostarme en el sofá, pero el calor del fuego no llega hasta allá y temo que si lo acerco se termine incendiando, no tendría manera de conseguir otro, ni siquiera sé de donde salió ese. Me gustaría quedarme aquí, escuchando nada más que la corriente del río y los ronroneos de Samy en mi pecho. Me gustaría... no, me encantaría quedarme quieto por siempre, pero no puedo.

Miro por la ventana el mar de nubes en el cielo y me pongo de pie mientras me quito la gabardina negra, me coloco una hoodie gris antes de ponérmela de nuevo y tambien me pongo la bufanda azul que dejé sobre la mesa. Agarro las llaves y salgo de la cabaña.

—Ahora vuelvo ––murmuro mirando la foto de mamá en la repisa y cierro lentamente la puerta.

Aún le queda tiempo al sol, sin embargo la luna no pudo esperar más para salir. Ajusto la bufanda cubriendome hasta la nariz junto a ambas orejas y meto mis manos a los bolsillos mientras camino contra corriente. Poco a poco el rio se vuelve más estrecho, el bosque no es muy denso, sólo hace falta caminar un poco para comenzar a ver la ciudad. No pasa mucho hasta que el agua se esconda debajo de la tierra, la corriente deja de escucharse cuando los árboles comienzan a desaparecer y las casas toman terreno hasta que los edificios también lo hacen y con ellos la gente. Algunos ya se van rumbo a sus hogares y otros cuantos a distraerse bebiendo un poco con sus amigos, no sin antes enfrentarse al caótico tráfico y a la muchedumbre que camina hacia las estaciones del tren.

Me muevo entre la multitud hasta llegar al parque central y aflojo un poco mi bufanda. Veo a cada persona con atención, caminan con la cabeza baja, casi todos mirando su teléfono. Presto atención a cada individuo que pasa cerca de mí y se detiene a mirarme un poco mas de lo usual, asi sea sólo por un sólo segundo. Camino lento por los alrededores, antento tambien a las mis sensaciones, desde hace unos años pienso que hay más seres como yo. Varias veces he sentido una presencia triste, vacia, es muy posible que me equivoque, pero hace años me dieron un pedaso de papel que decia "No eres el único, buscame en El Gran Lago", creí que sólo era una broma, hasta que comenzé a pensar en dicha posibilidad, pero sin saber quien me habia dejado ese mensaje, no me quedó de otrs mas que seguir el rastro cuando lo siento. Hace mucho llegué a correr media ciudad contal de encontrar a alguien como yo, ahora sólo caminaria dos calles y sólo por curiosidad, no porque lo necesite. Es en este parque y por estas calles por donde más veces lo he sentido. Camino hasta alejarme un poco, estoy en los limites del parque hasta que me detengo antes de cruzar la calle. Veo el semáforo que marca el rojo para ningún auto y, entonces, siento que algo cae sobre mi cabello y se resbala lentamente por mi frente. Intento tocarlo y ahora algo cae en mi mano. Suspiro al colocarme el gorro del suéter gris y miro atento el vaho que sale de mi boca.

Por si no fuera suficiente al frío ahora se le suma la lluvia. Llevo mis manos a los bolsillos de la gabardina, como si eso fuese suficiente para que mis dedos no pierdan el poco y débil calor que se les ha otorgado. Debí traer guantes.

Tengo que volver, sé que sólo es cuestión de segundos para que el frío en mí empeore. Me doy media vuelta resignado a regresar, pero es ahora que siento esa presencia que poco humana parece. Aun no se que tan cerca debe de estar para sentirlo, tal vez el rango sea muy grande, será en otra ocasión, sino llueve, claro.

Me giro nuevamente, he dicho que será luego, pero tal vez esté muy cerca...

Doy un paso acercándome al borde de la acera, la sencación se intensifica un poco. Estiro la otra pierna, pero antes de que pueda dar un paso más, llega una chica que me mira atentamente desde el otro lado de la calle.

Reconozco su rostro, ya la he visto antes, tiene una mochila negra cubriendo ligeramente su cabeza, pero aún así puedo distinguir ese cabello rubio casi blanco por debajo de los hombros; trabaja en la cafetería que está a dos cuadras de aquí, yo nunca he entrado, sólo la he visto un par de veces a través de los ventanales.

¿Es ella? ¿Ella es a quién llegué a buscar como un maldito loco hace tiempo? La presencia, aún la siento, y por esa mirada que me da creo que ella también. Me mira con algo de asombro, ¿se sorprende de que al fin la allá encontrado?

Di un pequeño paso hacia ella, pero su perplejidad no cambiaba, ahora su mirada parecía perdida, confundida.

Pienso en hablarle y decirle que ya no intente ocultarse de nuevo, aunque ya no estoy seguro sí realmente es ella a quien busco. La sensación sigue ahí, mas no está reaccionando como yo esperaba.

Ella camina un poco hacia la farola, se agarra a ella con la mirada baja y me doy cuenta que una luz a comenzado a iluminarla. Giro la cabeza un poco y veo un auto que ha perdido el control. Ella también lo ve, pero... demasiado tarde.

Quise empujarla, pero detuve mis piernas en cuanto me di cuenta que intentaban moverse, no sé si es la persona que busco y si no lo es, no debo intervenir en nada que respecte a los humanos... no de nuevo.

—Lo siento —suspiro.

Un fuerte estruendo resuena en la ciudad seguida de algunos gritos. El choque recae con mayor fuerza sobre la farola, sin embargo, el golpe que ella recibe es suficiente para embestirla y lastimarse la cabeza al impactar contra el suelo. Su perplejidad... Tal vez sólo vio mi verdadero rostro, la muerte que le esperaba en unos pocos segundos. Camino hacia ella, y quedo en cuclillas. Su cabello rubio, aunque se encuentra sobre su rostro, no me impide ver sus ojos que intentan no cerrarse, como si de eso dependiera si sigue en esta vida o no.

Miro a los testigos, los veo con el teléfono en la oreja y las mano en el pecho, están asustados. Tengo que irme, se supone que sólo soy un testigo más, pero me percato que la presencia sigue ahí aunque ya no sé si se trata de ella. Miro a mi alrededor con la mayor discreción que puedo, pero nadie parece huir cuando mi vista se cruza con las suyas, sí no es ella entonces no está cerca. Iré al teléfono público y fingiré que llamo a urgencias para no parecer un desalmado para irme ahora. Estoy por ponerme de pie, pero antes de poder hacer fuerza en las piernas, siento un tibio calor en mis dedos. Su mano intenta tocarme de nuevo, la observo y acerco mi mano a la suya, quiero sentir esa calidez de otra vez, sin embargo, ahora una sirena de ambulancia se adueña del ruido de la ciudad y me traen de vuelta a mi realidad; tengo que irme. Pero un susurro me hace mirar hacia abajo, es ella, pero no pude entender lo que dijo.

—¿Qué? —le susurro y sus veo sus ojos se cierran por completo.

La ambulancia se estaciona frente a mi y rápidamente dos hombres preparan las camillas y una mujer me pasa de largo posando dos dedos en el cuello del conductor y despues hace los mismo con la chica.

—Su pulso es débil, la subiran de inmediato —me mira y yo asiento sin poder decir algo. Viendome aquí tan cerca de ella ha dado por sentado que la conozco.

Uno de los chicos se acerca al auto, pone dos dedos sobre el cuello del conductor y les dice a sus compañeros lo mismo.

Levantan a la chica en una camilla y me doy cuenta que su mano más cercana a mí se mueve un poco. Pienso en hace unos instantes cuando rozó sus dedos con los mios.

—¿Venias con ella? —Me dice la chica, pero me quedo mudo.

« No. Ni siquiera la conozco » quiero decirle, sin embargo mi voz no sale. ¿Y si ella si es a quien busco?

—Sí. Soy su... —¿Hermano?, no tenemos ningún parecido —. Soy su amigo —completo la oración viendola arriba de la camilla.

La paramédico sonrie levemente y con una seña me dice que suba. Enseguida le dice a sus compañeros que ayuden al pasajero herido mientras ella mantiene estable a la chica. Ahora me mira, se que me dijo que tengo que subir, pero no puedo mover las piernas. —Chico, tenemos que irnos —me dice —tu amiga podría morir.

Podría morir... resuena en mi cabeza.

La miro un momento, me subo a la ambulancia y los otros chicos cierran las puertas detrás de mi. Pasan unos minutos hasta que me doy cuenta que la presencia de mi compañero ya no se siente, giro mi cabeza con brusquedad hacia la chica mirando su cuerpo con atención hasta que logro notar como su pecho se eleva ligeramente con cada débil y corta inhalación. Creí que había muerto, creyendo aún en mi idea de que era ella, pero ya veo que no. Pensándolo bien, dudo que las parcas puedan morir, pero al ser tan limitado mi conocimiento de ellas tal vez me equivoco, tal vez no.

𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora